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El intendente de Crespo justificó el nepotismo
El intendente de Crespo justificó el nepotismo
El intendente de Crespo justificó el nepotismo
Hemos sabido todos que, de un momento para otro, el Presidente Macri comenzó a “barrer parientes” de los funcionarios de su gobierno, con los que éstos – no importa aquí si con justificación o sin ella- habían llegado.

Algo que podría llevar a preguntarse, si lo mejor hubiera sido no tener que barrerlos, si se hubiera comenzado por no designarlos.

Aunque ya sabemos de la forma en que, en algunos campos al menos, funciona la actual administración, con su metodología de tres pasos: errar, la advertencia de la existencia del error y la rectificación. Algo que, contra lo que muchos descreen es, ya de por sí, aunque no la perfección, al menos un cambio positivo.

Dado que con anterioridad nos habíamos hecho a la idea de que había un solo paso: errar y persistir en el error. Y cuando más, y en casos excepcionales, a lo que era error y su empecinamiento en el mismo, se lo encubría con otro error de mayor envergadura.

Por otra parte, hemos también visto la forma en que, dentro del ámbito estatal actual, se ha reaccionado frente a ese empleo de la escoba en la parte alta de la casa. Elogios tímidos y mucho escepticismo. En el caso de lo primero, acompañado de la explicable molestia de funcionarios que se sienten tocados y que despliegan una estrategia de "aplaudo, o callo, pero sigo adelante sin tocar nada".

Es que se conserva cierta desconfianza, expresada en una larga y sabia experiencia popular que conoce de aquello que no solo las escobas nuevas dejan de barrer –sin haberse gastado demasiado- y las aguas siguen corriendo, mientras se mantiene incólume y hasta más fuerte, esa roca en la que cabe ver una acumulación de sucesivos estratos de parientes y amigos de los gobernantes que se han ido y de los que llegan, pegados a la roca como lapas. Una forma complicada y larga de adoptar la estrategia de "desensillar hasta que aclare".

Que las cosas son de ese modo tenemos una prueba capital en la elaboración de un proyecto de “ley de ética pública” –la que debería llamarse en realidad de “comportamientos públicos obligatorios”- ya que la ética, cuando se convierte en obligación legalmente impuesta se transforma en otra cosa.

Con la sanción de dicha ley el Poder Ejecutivo procura, al menos acotar, esa persistente corruptela en el ámbito de la administración pública nacional, que no solo sabe de ubicar parientes, sino también de otros tipos de acomodos.

Normas que, como no podía ser de otro modo, no incluyen ni a las estructuras legislativas y judiciales, las que como es sabido están, ellas también, "llenas de familias". Y que donde una sorda resistencia a este tipo de limitaciones se hace evidente, y hasta el momento solo ha llevado a cambios cosméticos, que conducen a que el viejo estado de cosas siga inalterable.

De cualquier manera, lo que aquí es nuestro propósito destacar, es la notoria ausencia de alineamiento total en relación a lo que debería entenderse como una abarcadora prédica presidencial –independientemente de los términos concretos del decreto respectivo- por parte de funcionarios del mismo color que el presidente, a quienes no es infrecuente verlos adoptar posturas que rumbean en la dirección opuesta.

Tal el caso de la asumida por el Intendente de Crespo, integrante de Cambiemos. Es que el mismo no tuvo empacho alguno en fijar su posición favorable a rodearse de familiares en la administración. Una posición que es clara, enfática y concluyente, aunque pueda considerársela no solo opinable y por ende cuestionable, sino que hasta se la vea transparentemente interesada.

La doctrina formulada es, expresada de una manera casi literal, la siguiente: conocida es la postura del gobierno nacional y ella es válida en el caso de su contexto. Nosotros estamos en otro contexto. Debemos tener en cuenta la escala de nuestra ciudad con 20.000 habitantes, los vínculos y las relaciones son más estrechas y mucho más difícil también conseguir profesionales que quieran dejar su actividad privada para trabajar en el sector público. A las personas hay que juzgarlas por su honestidad, transparencia, idoneidad y compromiso social, siendo estos los criterios que rigen este tipo de gestión y con los que se evalúan al equipo constituido mayoritariamente por familiares, que en este contexto asumen el deber patriótico de acompañar y seguir acompañando. Por nuestra parte agregaríamos “que inclusive estaría dispuesto a seguir sacrificándose” en el caso que las posibilidades de reelección se agoten o resulten frustradas, si otro nuevo alcalde se lo solicitara.

Una postura, la precedentemente expresada, que convertida en doctrina alternativa –en realidad habría que calificarla como de perenne, aunque acuse excepciones – es la que nos muestra a muchos funcionarios cargados de familiares aferrarse a ella, como si se tratara no ya de un salvavidas o un paracaídas, sino de un planeador.

Todo esto, comulguen o no con Macri. Después de lo cual no se puede menos que pensar lo difícil que es cambiar nada en una sociedad llena de estos “contextos”, tramados y encadenados para alegría de abuelos, padres hijos y demás parientes; de maridos y mujeres, de casados y divorciados, en una palabra de “hijos y entenados”, a todos los cuales no se puede dejar de atender, porque debe suponerse que están en su derecho.

Mientras que como siempre, es Juan Pueblo el que paga. No precisamente o no solo por “el pato”, sino también por el nepotismo, por la ineptitud de los nepotes, y por la atmósfera de corrupción que viene como yapa. La que facilita que medren los que no son parientes, pero que actúan como si lo fueran. En un verdadero “piedra libre”.

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