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Hombre tozudo, empecinado y complicado había resultado Danielito Rossi, vicegobernador que supimos conseguir, intendente de Santa Elena muchas veces, juzgado penalmente muchas más, inhabilitado y rehabilitado para ocupar cargos públicos, autoconsiderado perseguido político, traicionado por una esposa despechada que supo tener, tierno hijo de esos que no pueden resistirse al pedido de su madre para que deposite plata en bancos uruguayos de manera de asegurar su vejez.

Aquí corto, aunque hay mucho rollo para seguir, porque don Rossi, según parece, no estima esfuerzos para que lo llamen jueces y fiscales penales a declarar, porque al parecer no lo dejan de manera obsesiva de enganchar.

Es por eso que ahora es una noticia circulante que lo han vuelto a llevar a tribunales por no sé qué cosas desprolijas que se le atribuyen a él, tan prolijo como quiere ser, por una veintena de cuadras pavimentadas en su ciudad natal durante su última gestión municipal.

Una insignificancia, una verdadera pavada, si uno se pone a pensar en todas las cosas que le atribuyen, de una manera injusta y por una maquinación judicial, según he podido escuchar a Lázaro Báez.

De seguir así, lo único que falta es que a algún alcalde lo hagan boleta, por haber cargado nafta en su coche particular, y pedirle al estacionero que la agregue en la cuenta corriente de su municipalidad.

Pero en realidad no quiero ocuparme de Rossi propiamente, sino de una encuesta realizada en Santa Elena, de la que viene a resultar que Rossi mantiene un núcleo de fierro del 33 por ciento del electorado, que está dispuesto a seguirlo no solo hasta la puerta del cementerio, según se dice, sino a entrar para que los entierren junto a él. Y después dicen que ya nadie se acuerda de por qué hubo un tiempo en que era feriado lo que se llamaba el Día de la Lealtad.

Saltando de una cosa a otra pero manteniendo la línea, porque saltar no es lo mismo que derrapar, se me hace presente el recuerdo que con Cristina Kirchner pasa lo mismo. No es que pretenda efectuar una comparación entre Danielito y Cristina, ya que aquél, sobre todo en maldades e imprudencias va por otro carril, sino por dos coincidencias que con el debido respeto me permito resaltar.

Para empezar, los dos son perseguidos políticos por una máquina judicial, o al menos así coinciden en deducirlo, a lo que corresponde agregar que también Cristina cuenta con un núcleo duro de 33 por ciento de incondicionales en la población del país.

La verdad es que eso de ver repetido el 33 no me deja de llamar la atención. Aunque no es el caso que me ponga a guitarrear acerca de lo que significa la persistente aparición del número 33, como si fuera lo que ahora, según también me ha tocado escuchar, sería lo que llaman un mantra, al que hay que repetir una y otra vez, y que es una nueva ocasión para que presumidos, hábiles en el manejo de palabras casi incomprensibles de lo difícil que son, se pongan a guitarrear sobre lo que eso signifique.

Por mi parte, yo fui más expeditivo por una gracia con la que San Expedito me favoreció, fui a preguntarle al levantador de quiniela de la cuadra, el de la “clandestina”, lo que significa ese 33 que no deja de aparecer. “Muy sencillo”, fue la respuesta que recibí. “El número 33 está ubicado entre el número 32 que significa dinero y el 34 la cabeza, y el 33 significa Cristo, por el año en que murió y resucitó”.

Allí fue donde se me hizo la luz resurrección, junto a la guita y la cabeza que representa el poder.

Se lo conté a mi tío, quien me miró fijo, sin sonreír, y me salió con un rotundo “la boca se te haga a un lado, te parecés a Mandinga por lo que me acabas de decir”.

Guardé respetuoso silencio y me dije: “hay de todo en la viña del Señor”.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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