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Cristóbal López y Lázaro Báez
Cristóbal López y Lázaro Báez
Cristóbal López y Lázaro Báez
Mientras que el “pico” en la curva de pandemia, el mismo al que se debe alcanzar antes que comience a descender, sigue remiso en aparecer, ocurre algo similar en otro ámbito diferente, cual es el de la política.

Una crisis que sigue su derrotero incluso cabría decir que de una forma más acelerada, y a la que se trata de una manera que vendría demostrando la intención, intención vana por otra parte, de ocultar otras dos crisis, más ostensibles en las actuales circunstancias, cuales son la sanitaria y la socioeconómica. Todo ello sin dejar de hacer la salvedad que de esta manera unimos a dos realidades distintas, aunque las veamos hermanadas en una sola.

Esfuerzo vano el que se intenta, como ha quedado dicho, si es que en realidad se lo hace con ese objetivo. Ya que peligrosamente se ha hecho patente que las posturas encontradas en el campo de la política están, entre nosotros, cada vez más tocadas por el odio, en el caso de sus manifestaciones extremas. A la vez que la expansión de las confrontaciones, da la impresión de rebasar los recipientes en los que se alimentan.

Nadie puede asumir el papel de víctima en este entuerto, en el que las partes enfrentadas se sienten cómodas en su papel de victimarios. Es ese el caso de dos, de entre las no pocas oposiciones que enfrenta a la contraparte gobernante.

Se trata de una oposición que cabría considerar como dual. Conformada por una primera que intenta mostrarse estructurada de una manera orgánica –aunque es notorio que es espinoso el esfuerzo para lograrlo- constituida por dirigencias políticas y sus cuadros menos que más encarrilados; y la segunda, la inorgánica, la cual queda implícitamente descripta, con solo detenernos a observar “cacerolazos y banderazos”.

Mucho tiempo atrás, desde esta columna editorial, entonces en papel impreso, se supo señalar -tal cual hemos tenido la fortuna de rescatar- que la cultura política de una sociedad, se la puede calibrar con la forma de comportamiento de la oposición.

De ser ello así, es indudable que resulta más que poco afortunado, una censurable manera de proceder, la declaración emitida por la dirección orgánica del PRO, en ocasión del escandaloso asesinato de Fabián Gutiérrez, que supo ser un aprovechado asistente del matrimonio Kirchner. Más les hubiera valido –es tan solo una opinión- que hubiera orientado su dureza de una manera que no deja de ser veraz, pero solo se limita a mantener viva la memoria, el hecho que haya sido alcanzado por la muerte, en esta segunda ocasión en aberrantes circunstancias, dos de los asistentes más allegados a ese matrimonio, quienes se volvieron millonarios, mientras ocupaban sus, en apariencia, modestos cargos.

Y en lo que respecta a la oposición inorgánica, lo más sensato que se le puede pedir, es que busque estructurarse de manera orgánica, para evitar terminar convertida, como ya otra vez ocurrió, y no hace de esto tanto tiempo para que muchos entre nosotros no podamos recordarlo, que con cacerolas y consignas como la de “que se vayan todos”, no se puede ser otra cosa más que la “flor de un día”. A lo que se agrega la advertencia que eso de “ganar la calle” es una táctica –táctica y no estrategia, si es que en realidad cabe considerarla de esa manera- de un grado de peligrosidad explosiva, ya que de esa manera puede llegarse a desatar una batalla campal, de la peor especie de ellas, ya que es una batalla fratricida.

A ello se agrega, en la ocasión, la necesidad de señalar el error de tomársela con Lázaro Báez cuando en esta oportunidad – sin desconocer en él la existencia de un delincuente de la peor estofa, en contraste con sus maneras educadas y el destacable respeto a la norma “del silencio”, básica en las organizaciones mafiosas, por más que en todas partes broten infinidad de “arrepentidos”- en esta oportunidad no es Lázaro Báez, y su comportamiento reprobable, lo repetimos, la verdadera razón para escandalizarse.

Porque el hecho incontrastable es que el nombrado llevaba cuatro años y seis meses encerrado en una cárcel, en lo que no cabe considerar como prisión preventiva sino una inadmisible condena anticipada; todo ello por culpas con causas varias, ninguna de las cuales sirve para justificarla, de una justicia que hace tiempo viene dando muestras de su calculada parsimonia, unida a una indolencia que a lo largo del tiempo se ha vuelto endémica. Y es contra ella, y no contra el empresario estafador y lavandero de dinero, enriquecido por ambas prácticas, contra quienes hay que arremeter en este caso. Sin incurrir tampoco en el “escrache”, uso cuyo empleo se ha hecho cada vez más frecuente entre nosotros, y que no es sino una versión actualizada de los vejatorios “emplumamientos” de otras épocas.

Es por eso que ha dicho bien, por más que lo sea en su lenguaje sibilino, el presidente Fernández, cuando pidió erradicar a “los odiadores seriales”. Siempre que, claro está, incluya entre ellos a los que se encuentran en su lado de la “grieta”, cosa que no dejó suficientemente clara.

Y de ser ello tal cual como nosotros queremos se vea interpretado, de la manera respetuosa de la que procuramos no extralimitarnos, pediríamos que logre la manera de evitar que desde el gobierno y la tropa oficialista, se abstengan de crear situaciones, que, como rezaban viejos catecismos, se convierten para quienes se ubican del otro lado de la grieta en “ocasiones próximas de pecado”.

Como es el caso de lo denunciado por el periodista Carlos Pagni, en una nota (La Nación, del 8 de julio pasado, Cristóbal López tendrá su moratoria y algo más) en la que señala que “en la Cámara de Diputados comenzó a analizarse el proyecto de ampliación de la moratoria impositiva enviado por el Poder Ejecutivo. Disimulando que en una maraña de prescripciones, aparece un traje a medida para el empresario Cristóbal López, tan amigo del Presidente como de su vice”.

El que consiste en el hecho que ese proyecto de ley propone alcanzar, como nunca antes había ocurrido, a los deudores en el pago de impuestos sobre combustibles y al de la realización de apuestas. Todo ello pasando por alto que en esos impuestos los obligados finales son “agentes de percepción”, es decir que “se han quedado con la plata” que le han abonado los que son los verdaderos contribuyentes. A lo que se suma el hecho, en contrario a lo que se establecía en forma permanente, podrían acogerse a ese beneficio contribuyentes cuya quiebra haya sido declarada, y que no se encuentran en funcionamiento.

Como recalca Pagni: “Combustibles + apuestas = Cristóbal López”. Quien en esos conceptos es deudor del Estado por más de 2.500 millones de pesos.

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