La gira del Papa Francisco por dos países vecinos, Perú y Chile, dejó a más de uno con las ganas de que hubiera incluido a la Argentina entre los destinos. Sin embargo, hay que entender que el Papá es mundial.

Es que al convertirse en Papa, Francisco asume una nueva nacionalidad, un nuevo rol, es la cabeza de la Iglesia Católica de todo el planeta, y no sólo de los argentinos. Es cierto que en 2013 fue a Brasil; que a mediados de 2015 fue a Paraguay, Bolivia y Ecuador; y a Colombia el año pasado. Y ahora a Chile y Perú. Y también es cierto que quizás nos cueste compartirlo, que quizás creamos que por la cercanía con su persona tenía que pasar a vernos, pero sólo él sabe que es lo que tenía que hacer, y como Jefe de una de las Instituciones más importantes del mundo tenemos que respetar y entender su decisión.

También es cierto que sus antecesores, Benedicto XVI y Juan Pablo II fueron al poco tiempo de asumir a sus lugares de origen. El primero hizo una parada en su Alemania natal durante su primer viaje fuera del Vaticano en 2005 y el segundo visitó Polonia en 1979, a poco menos de un año de haber llegado al cargo papal. Pero cada Pontificado es diferente, con distintas agendas. Compararlos no tiene sentido.

Conjeturar sobre por qué no se detuvo en nuestro país es realmente una tontera. Mucho menos atribuirlo a motivos de discordia con la dirigencia actual argentina.

El Papa no debe estar en la política, no es su rol. Su lugar es otro y por tanto querer atribuir a su llamada "fría" relación con el presidente de la Argentina al por no visitar nuestro país no hace más que parecer un pensamiento errado. El Papa va hacia donde entiende que sus fieles más lo necesitan, y va armando sus giras en base a eso. Esa es la misión que todos los que pertenecemos a esta religión creemos.

Quizás muchos hubiesen esperado que el mensaje que mando al sobrevolar nuestra nación fuera un poco más afectuoso y no tan protocolar. Pero por otro lado, ¿no debe acaso el marcar distancia? ¿No debe no demostrar favoritismos? Es su rol, como jefe de la Iglesia, tratar a todos por igual.

Ya va a venir, ya va a venir. Ese es el pensamiento que todos debemos tener. Y no porque seamos su país de origen o porque extrañe el mate y San Lorenzo, sino como visita a los fieles de un país con el que tiene vínculos, pero que hoy ya no son los únicos.

El Papa es de todos. De todo el planeta. Entendámoslo. Y no sembremos más discordia. No le demos vuelta a un asunto en el que nada tenemos que confabular. Cuando sea la hora, cuando lo necesitemos, el vendrá. Y la Argentina lo recibirá como se merece. Como un Papa, de todos.

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