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El renunciante Pronsato no entendió el juego
El renunciante Pronsato no entendió el juego
El renunciante Pronsato no entendió el juego
Para que quede despejada la incógnita desde el primer párrafo: no se debe criticar al Gobierno por no tener un plan económico, pues lo tiene. No sólo existe, sino que además se manifiesta a diario con enorme claridad. El plan contiene dos partes. Una de ellas se enfoca en llegar a diciembre de 2023 como sea. La otra, en dejar a la siguiente administración las peores condiciones de inicio posibles. Podría ser denominado “Plan llegar y heredar”.

Con el foco puesto sobre estas dos partes se define la estrategia para aplicar el plan. Esta estrategia podría ser definida, en la práctica, como “de procrastinación”. Nada hay de concreto en los anuncios de la administración nacional, aunque no puede negarse que sobran las burbujas.

Es cierto que, con la popularidad por el piso, un Congreso en el que resulta complejo formar mayorías, y una coalición propia en la que cuesta encontrar puntos de concordancia, pasar de los anuncios a la acción debe constituir una tarea titánica.

Pero la cosa va más allá: cada anuncio parece tener, como único fin, generar distracciones que permitan que los días transcurran con una sensación de actividad que no es tal. Cada día que pasa nos acerca a diciembre de 2023. Los anuncios de cambios en la Corte Suprema, de grandes obras públicas, o de impuestazos a la renta extraordinaria deben interpretarse dentro de este marco de pensamiento. Nada pasa del anuncio a la acción, pero todo distrae.

¿Cómo funcionó el “plan llegar y heredar” esta semana? A la perfección. La calidad para procrastinar quedó manifiesta en el Decreto 286/2022, que difiere los pagos al Club de París hasta que se alcance un nuevo acuerdo, o hasta septiembre de 2024, “lo que ocurra primero”. Vista la forma en que se negoció con los bonistas y con el FMI, es irrelevante apostar por cuál de los dos eventos ocurrirá primero. Sea cual fuere, habrá un diferimiento de pagos (llegar) hasta que haya entrado en funciones la nueva administración (heredar).
Menos evidente, pero tanto o más efectiva, resultó la renuncia de Antonio Pronsato, quien en Enarsa estaba a cargo de la unidad ejecutora del gasoducto Néstor Kirchner. Renunció en disconformidad con la demora que arrastra la obra, imprescindible para terminar con las importaciones de gas, que tienen un gran costo en las reservas del Banco Central, porque el precio internacional del gas es altísimo, y sobre el déficit fiscal, porque a los argentinos les cobramos muy barato eso que importamos caro. Era casi imposible que se llegara al invierno de 2023 con la obra terminada. Entonces, al parecer resulta mejor no regalar al próximo gobierno una solución, cuando el plan es justamente el contrario: heredarle el problema. El señor Pronsato no entendió el juego.

Como éstos, hay otros indicios de que el Gobierno dio por perdidas las elecciones de 2023 y apenas aspira a llegar dejando la mayor cantidad posible de problemas sin resolver. Cada tanto aparecen algunos límites a la procrastinación, y se deben tomar medidas: un acuerdito con el FMI, algún aumentito de tarifas, pero no un arreglo de los contratos caídos, o una suba de tasas pour la gallerie. Pero son todos parches: al parecer, está prohibido cualquier intento de encarrilar la economía en serio.

El “plan llegar y heredar” parece de sencilla implementación. Apenas se trata de dejar que la inercia haga su trabajo. Sin embargo, no está exento de riesgos: la realidad nos juega una mala pasada. Se frena la economía, suben sin control los precios, aumenta la pobreza, el Banco Central no logra acumular reservas, no baja el déficit fiscal, y el mercado financiero empieza a estar menos dispuesto a financiar esta aventura con final incierto. Para colmo, algunos pícaros en la oposición empiezan a poner palos en la rueda, sugiriendo que la bola de deuda en pesos que piensan dejar Alberto y Guzmán se va a tener que reestructurar. Es una forma cínica de forzar la reestructuración, porque nadie querrá comprar bonos con vencimiento en una fecha en la que, en lugar de los buenos de Alberto y Guzmán, estén otros malos que no quieran pagar. Este cinismo podría poner en riesgo eso de “llegar”.

El otro riesgo del plan tiene más que ver con eso de “heredar”. ¿Y si el cambio de gobierno viene acompañado de un cambio de expectativas? Es lo que le pasó a Macri, aunque él dilapidó esas expectativas porque también él eligió procrastinar. Ahora, la falta de soluciones y la necesidad imperiosa de cambiar de rumbo se están haciendo carne en la gente. El gobierno tiene un plan: se llama “llegar y heredar”. Puede fallar, diría Tu Sam.
Fuente: El Entre Ríos

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