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Guzmán con la titular del FMI
Guzmán con la titular del FMI
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El gobierno nacional logró cerrar una exitosa reestructuración de la deuda; todavía quedan por delante ciertos pasos formales por cumplir que no deberían ser obstáculo, pero los desafíos que le quedan siguen siendo de gran escala y compleja dificultad.

Además de superar con éxito la cuarentena, las calificaciones que la administración nacional recibe siguen bajando en la medida que los días de cuarentena suben a la par de los casos de infectados por el coronavirus, el gobierno de Alberto tiene que solucionar el tema de la deuda con el FMI y recuperar la economía del peor golpazo de su historia.

La inflación sigue siendo alta, esto a pesar de que menos de la mitad de los precios son libres y estamos viviendo una depresión económica, y junto con el gigantesco déficit fiscal producen un desajuste macro enorme que requiere de una disciplina prusiana para poderse solucionar.

Como la disciplina no caracteriza precisamente a los conductores del Frente de Todos, el gobierno tiene que lidiar además con expectativas altamente desfavorables, esto en un escenario de altísima desocupación, bajísima inversión, y con un sector privado que tambalea resultado de un parate que ya lleva 150 días y promete extenderse semanas sino meses más.

En ese contexto de baja confianza y de escasísimas herramientas de política fiscal, la emisión monetaria parece ser hoy la piedra fundamental del gobierno de los Fernández, recaudando mayormente a través de un impuesto inflacionario que perjudica fundamentalmente a los sectores más postergados.

En la jerga de la city porteña este plan de los ministros Guzmán y Kulfas, apadrinado por Alberto, ya es conocido como el plan siga siga. Básicamente consiste en seguir haciendo como hasta ahora y siguiendo la misma línea del último gobierno kirchnerista, tratando de que el inevitable momento de colisión con el FMI llegue recién después de las elecciones de medio término en 2021.

Es que es un secreto a voces que el Fondo le va a pedir a Argentina un plan de ajuste, mal que nos pese tal vez la única y dolorosa forma de superar este trago amargo de hoy, y eso obviamente le quitaría toda chance electoral a un gobierno que preferiría dejar ese momento para después de los comicios.

La idea del actual gobierno, hoy casi sin dólares como fue también el caso durante los tiempos de Cristina, es entonces rascar todas las ollas posibles comenzando por las exiguas reservas en dólares que nos quedan hasta dejarlas en rojo. Seguramente al mega cepo de estos días le sumen muy pronto terminar con la posibilidad de que el público pueda seguir comprando 200 dólares por mes. Es que se calcula que para agosto el Banco Central terminará vendiendo casi mil millones de dólares a los pequeños ahorristas, alimentando lo que al kirchnerismo duro le gusta llamar fuga de divisas.

Para poner las cosas en contexto, hoy las reservas netas estimadas del Banco Central están en los 6 mil o 7 mil millones de dólares y el stress del sistema se percibe fácilmente, como cuando a las empresas se les niega la posibilidad de comprar dólares para pagar deudas que vencen en el exterior. Este tipo de casos se repite casi a diario durante estos días.

El plan siga siga, además de seguir goteando reservas aun con mega cepo y con un control más estricto del comercio exterior, incluye también continuar con la ya mencionada y masiva emisión monetaria, esto con los riesgos de un fogonazo inflacionario más a finales de este año, mayores controles de precios, y mayores regulaciones en casi todos los ámbitos de la actividad económica.

Obviamente las tarifas seguirán congeladas, lo que ayudaría a reprimir temporalmente la inflación, y el gobierno privilegiará cualquier política que impulse el consumo y la demanda sin perder esa mirada estado-céntrica que lo caracteriza. Esa idea de ver a un estado fundido y sin financiamiento como el principal motor de la economía seguirá garantizándonos una inflación importante al tiempo que deja deprimida la inversión, particularmente la más productiva, y conspira contra la generación del empleo de mayor calidad, el único que tiene un correlato con la generación de divisas.

La gran incógnita entonces es si el gobierno, aun con la lengua afuera, logrará llegar a las elecciones sin haberse sentado a conversar con el FMI. Y si eso no fuera posible, si se avendrá a llegar a un acuerdo con aquel en términos que no son precisamente los suyos mientras realiza el ajuste que la realidad le impone.

Más allá de lo coyuntural, tanto a este gobierno como a los que le puedan seguir después, les queda y les quedará la asignatura pendiente de iniciar una reforma estructural que sea la que nos permita abandonar esa curva descendente que la Argentina recorre desde hace más de 50 años. Pero eso es tema de discusión para otro día.
Fuente: El Entre Ríos

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