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Cuando se trata de problemas como es el del hambre y otros que padecen los que conocemos con el eufemismo de “sectores vulnerables” de la sociedad es frecuente que la economía se desnaturalice - no hay que olvidar de que etimológicamente la palabra economía proviene del griego “oikonomos”, que significa administración del hogar. “Oikos” significa hogar y “nemein”, administración- y lo que pareciera que cada vez más se debe asemejar a una “economía humana”, hoy se presenta como una actividad que se acerca a la econometría y se traduce en el manejo de estadísticas. Es decir, de números fríos.

No es de extrañar entonces que a los fines estadísticos, se elabore y se disponga a efectos prácticos de lo que se conoce como “índices de precios” de los productos que conforman “la canasta básica”, y más específicamente de la “canasta básica alimentaria”, índice éste de una importancia social trágica, en la medida que sirve para medir a quienes se encuentran por debajo de la “línea de indigencia”, es decir de aquellos que no son pobres sino que viven en la miseria.

En tanto, la diferencia entre la “canasta básica” y lo que se entiende por “canasta básica alimentaria”, residiría según algunos entendidos en la materia, en el hecho que el primer concepto a atender “en el terreno de la economía sirve para nombrar a un conjunto de productos y servicios que se consideran esenciales para la subsistencia y el bienestar de los integrantes de una familia”. Tal el caso de la alimentación, la salud, la educación y la cultura- mientras el de canasta básica alimentaria resulta uno más acotado.

Ello así en la medida en que la canasta básica alimentaria se trata de un concepto que se limita a prestar atención únicamente a la alimentación. Es por eso que dentro de ese contexto, se hace referencia a “un grupo de productos que se consideran mínimos para satisfacer las necesidades nutricionales de un individuo adulto.”

En estos días ha adquirido notoriedad en los medios un cuestionamiento, no al concepto de canasta básica alimentaria, sino a la forma como se procede al momento de elaborarla. Es decir que lo que se ha puesto en cuestión, y que por ende queda de esa manera sometido a esa discusión, es cuáles son los productos y su proporción, que deben considerarse para realizar el Proyecto Czekalinsky, el cual según se ha informado lleva esa abstrusa denominación según se dice, por la manera en que surgió.

Es que el mismo se asegura está inspirado en la tapa de una vieja y ya casi olvidada revista estadounidense, a lo que hace de esto casi tres cuartos de siglo se le prestaba mucha atención sobre todo por la manera profusa con la que estaba fotográficamente ilustrada.

Más precisamente, se inspira en la tapa de la revista estadounidense, correspondiente a la edición del 19 de noviembre de 1951, cuando una familia con ese apellido apareció en una foto con todos los alimentos que comerían en un año (una tonelada y media de comida). Así se apuntaba a representar el bienestar de pertenecer a una economía capitalista, en contraposición a la opción comunista.

A la vez, el proyecto así calificado, de una manera que nos suena a inexplicable, es impulsado por un grupo de científicos mendocinos, y en él participaron como voluntarios un grupo de vecinos.

Es así, como lo relatan sus promotores y lo han recogido muchos medios: durante un lapso de seis meses un grupo de voluntarios de la ciudad se alimentará solo con los productos de la canasta básica del Indec; otro lo hará con los de las Guías Alimentarias para la Población Argentina (GAPA), propuesta por la Secretaría de Salud de la Nación; y otro seguirá los mismos hábitos alimentarios que ya lleva en su vida cotidiana. La experiencia incluye controles médicos y nutricionales.

Se destaca que es la primera vez que en nuestro país se lleva a cabo una experiencia de este tipo, ya que se hace necesario poner de relieve algo que debe ser destacado, cuál es su “rigurosidad científica”, algo infrecuente entre nosotros, acostumbrados a hacer las cosas al “tuntún”, valiéndonos en tantas ocasiones tan solo de un “ojímetro”.

Por otra parte los impulsores del proyecto abundan en las explicaciones al señalar que “los dieciocho voluntarios que integran los tres grupos fueron sometidos a controles médicos previos les hará un seguimiento durante dure la experiencia y se realizarán evaluaciones finales. Es aquí donde se aclarar de una pequeña “trampa”, ya que se reconoce que son dos de los voluntarios quienes solo comerán productos de la canasta básica.

Se aclara que ninguno de los participantes tiene una condición alimentaria particular, como diabetes, celiaquía o alergias, ni son veganos ni vegetarianos. Además, hacen actividad física moderada. La elección se realizó sobre la base de la equivalencia de las canastas (la básica del Indec establece 2700 calorías para un hombre de entre 30 y 59 años con actividad física moderada y 2000 para una mujer).

Al mismo tiempo que se destaca que la canasta básica alimentaria elaborada por la mencionada GAPA, a diferencia de la canasta elaborada por el Indec , es una guía de orientación para comer de manera saludable, creada en 2000 y actualizada en 2014. Incluye más frutas y verduras que la propuesta del Indec, y también legumbres, frutos secos y carnes de mejor calidad.

Vuelven a recalcar después que hasta el momento nadie se ocupó de hacer una experiencia en la que nunca nadie comió solo los productos de la canasta, que es poca cantidad y de mala calidad, ni tampoco nunca se estudió científicamente el impacto en la condición nutricional. Es por eso que con esa experiencia se pondrá a prueba la hipótesis que quienes solo usen sus alimentos desmejorarán su condición, a la inversa de lo que ocurriría con los que coman conforme a la GAPA. El grupo de control no debería tener cambios”.

Sin desmerecer el esfuerzo, a la vez que nos preguntamos a dónde miraban estadígrafos y nutricionistas, pareciera que recién nos apercibiéramos de una situación merecedora de un juicio del Viejo Vizcacha, cual sería que “así como no se puede confundir gordura con hinchazón; no es lo mismo estar siempre con la panza llena, que encontrarse bien alimentado”.

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