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Todavía me cuesta recordar cómo era el nombre de la profesora de Filosofía, que me dió clases de Introducción a la Filosofía justamente, en la Universidad; pero sí recuerdo el libro que usaba, se llama Una historia de la razón, de Châtelet, François. Luego en el mismo curso tomamos contacto con otro libro que para mí fue muy importante el Mundo de Sofía del Noruego JosteinGaarder cuya obra lleva 27 años de vida. Tan importante fue esa obra, que por la Filosofía y esa obra en particular mi hija más chica se llama como no podía ser de otra forma “Sofía”.

La Filosofía me impactó, y desde esa primera asignatura en la facultad no la he abandonado nunca, metiéndome en los laberintos de ese saber sin supuesto, el de las causas primeras, el que se pregunta por el ser de las cosas, y por sobre todo, pone en duda absolutamente todo dogma que ande por ahí. Permitiéndose cuestionar aquellas verdades que en más de una ocasión nos son impuestas.

La libertad de pensamiento no tiene precio, y más aún cuando no tenemos la necesidad de quedar bien con nadie, e incluso siendo parte de un sistema nos podemos dar el gusto de patear el tablero como se dice habitualmente. Porque creemos que el rol de los intelectuales no es ser serviles del poder, o de la billetera de turno, y resulta sumamente lastimoso ver como muchos van cercenando sus libertadores, poniéndose un grillete más grande que el otro por la necesidad de pagar las cuentas, o acostumbrarse determinado nivel de vida.

Creo que debemos ayudar a pensar, a mirar más allá, preguntar los que otros no pueden, pero por sobre todo lograr generar las condiciones para la libertad, porque no se trata de generar adeptos, seguidores, o fieles, todo lo contrario, se trata de poner en crisis aquellos que no lo está, para de esta forma empezar a pensar desde otro enfoque.

Tal vez muchos deberían ver el capítulo de la serie de Netflix Merlí, en especial el capítulo de los Sofistas, porque muchos seudo intelectuales terminan siendo eso, expertos en el arte de la palabra y la argumentación, pero dispuestos a entregar sus frías frases al poder de turno, sin importar la esencia de las ideas, tan sólo acomodarse, buceando en un mar de contradicciones, que en realidad es una espejo de la hipocresía que nos invade.

No sólo les recomiendo ver la serie, sino al mismo tiempo leer la excelente entrevista al Filósofo e intelectual Habermas del diario el país (https://elpais.com/elpais/2018/04/25/eps/1524679056_056165.html),donde dejaba en claro de que no era lo ideal que los filósofos se transformen en gobernantes, viendo desde ya la gestión del presidente de Francia el filósofo Macron. Pero esto no significa que los intelectuales no tengan un rol protagónico.

Por eso es que celebramos que existan espacios donde nos podamos expresar, y es el camino que decidimos transitar, siempre valorando a todos aquellos que nos dan libertad, porque se atreven a no tener un grupo de cortesanos, sino seres críticos, que no temen en decir lo que piensan.

El rol de los intelectuales es importante, pero debe haber un contenido ético en esta labor, y permanentemente nos estamos observando, porque no partimos de una falsa objetividad, por el contrario de una profunda subjetividad, siempre en la misma lucha de los primeros pensadores, siempre lo mismo, siempre detrás dela verdad.
Fuente: El Entre Ríos.

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