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Una nota periodística que en fecha reciente publicó el diario La Nación, ha venido de una manera que debería provocar el reconocimiento generalizado, a poner en evidencia su mal estado actual. El que es calificado detallando que “fue copada por los grafitis y la humedad, entre el desinterés oficial y los desencuentros de los descendientes”.

A esa situación se ha llegado por una manera de comportarse muy nuestra, la que invariablemente termina resultando que “las palabras son muchas, y pocas las nueces”. A ese respecto, gracias a esa información, es posible establecer que la residencia del mencionado hombre público de sobresaliente nota, fallecido en 1981, fue declarada Monumento Histórico Nacional en el año 1993, durante la presidencia de Carlos Saúl Menem. Ello significó, según lo destaca la misma fuente, que la casa quedó “bajo la tutela de la Comisión Nacional de Monumentos”. A la que corresponde agregar que su conservación –al menos desde un punto de vista teórico- pasó a estar a cargo de dicha Comisión.

Se señala que para la misma época sus descendientes, movidos por esa declaración conformaron una fundación bajo la denominación de “Casa de Ricardo Balbín” con la idea –señala la nota que glosamos- “de generar actividades que sirvieran para mantener vivo el recuerdo de la vida y trayectoria política” de su antepasado, pero que su actividad en ese sentido tuvo corta vida, ya que habilitado el lugar con ese objeto en el año 1998, funcionó de manera efectiva tan solo por un año. El rosario de intentos fallidos encaminado a que se cumpla el objetivo de convertir a esa casa en un verdadero Monumento Histórico prosigue con la inclusión, por parte de la Municipalidad de La Plata, donde se remarca que es la jurisdicción en que ella está ubicada, en un listado de bienes patrimoniales a preservar, donde fue incluida dentro de la categoría “protección integral”, es decir la mayor de todas, en una escala que solo integran 40 edificaciones emblemáticas de la ciudad, como la Catedral, el Palacio Municipal, El Pasaje Dardo Rocha, el Colegio Nacional o el Museo de Ciencias Naturales.

A ello siguieron varios proyectos de ley presentados en la Legislatura bonaerense ente los que se encontraba el de un legislador que disponía la expropiación del inmueble con el fin de transformarlo en un museo y espacio cultural; y el de otro legislador por el que se incorporaría el inmueble al Patrimonio Cultural de la provincia de Buenos Aires. Existió otro proyecto a nivel municipal, esta vez de un concejal, con el mismo objetivo; al que siguió el interés puesto de manifiesto por el entonces gobernador Scioli, con idéntica finalidad. Ahora, luego de todo ese trajinar, al que hemos efectuado lo que es tan solo un ligero repaso, se ha llegado al punto que los herederos de Balbín han puesto en venta la casa, o mejor dicho sus ruinas. Quede en claro que no es nuestra intención –por otra parte, no tenemos ningún derecho a hacerlo- efectuar críticas o reproche alguno a nadie por la situación descripta y la ausencia del necesario y hasta obligado empeño en dar una respuesta a este estado de cosas. Aunque sí, no podemos dejar de señalar el contraste que existe en lo hasta aquí referido, con el esmerado cuidado de una modesta casilla en la que Arturo Frondizi, en una época que se extendió más allá de su mocedad, había construido y en la que pasaba parte de los veranos, en lo que era un virtual balcón frente al océano.

No se puede dejar de señalar que la figura de Balbín, ha quedado en cierta forma opacada por la de Raúl Alfonsín. No queremos ni debemos entrar en comparaciones que resultan, como se suele decir con justeza, siempre odiosas. Ni tampoco entrar en un repaso de sus trabajos y sus días. Basta con señalar que sus esfuerzos, no siempre cabalmente valorados y en más de una ocasión motivo de inmerecidos castigos – sin olvidar el hecho que llegó a poder reclamar, aunque por modestia y generosidad no lo hizo- su condición de “preso político” que en algún momento tuvo que soportar; sus esfuerzos, repetimos, en favor de las instituciones de la República y la conciliación fraterna entre todos los argentinos, hace que, hasta cierto punto, de no corregirse la situación descripta, sería una forma de hacerlo morir de nuevo.

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