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Siempre soñé con tener un sillón. Y cuando digo tener un sillón digo para mí sólo. Para que no se dé el caso que cuando se me ocurra ir a ocuparlo, me encuentre con que lo haya hecho otro. Alguien al que puedo querer mucho, pero que con su apoltronamiento no me dejará de molestar.

Y no solo quiero un sillón para mí. Sino que lo quiero perfecto. Como los describen esas propagandas que, se supone, ayudan a no meter la pata a la hora de comprar.

No sé si me entienden. Hay que tener mucho cuidado, para empezar con la superficie del lugar donde lo quiero ubicar. Lo quiero tapizado de cuero, pero a la vez con funda desmontable, por si...

Tengo que fijarme en las patas, ya que para que sean realmente fuertes deben ser una prolongación de la estructura del sillón, la que debe ser de madera buena y no de esa de cartón vegetal que es el pinocurado que vemos por aquí.

Espero el momento de comprarlo, sentarme bien, apoyando los pies en el suelo, mientras mi espalda descansa en el respaldo. Me imagino ya repantigado y consciente de que mis caderas y rodillas queden a la misma altura, según me han recomendado.

En fin, un sillón digno de Sampaoli, a quien se me ocurre que ahora le sobrará tiempo para usarlo, le dije a mi tío. Quien me miró y me contestó que no estuviera tan seguro que ese sea el sillón que a él le sirva. Sobre todo, agregó, cuando nuestro querido técnico ha dicho “minga, eso de dar un paso al costado”. Lo que me llevó a percatarme que en realidad lo que Sampaoli necesita es un sillón con un listón que se atornille en los dos brazos del mismo, de manera que pueda evitar caerse o que pretendan sacarlo de él cuando esté sentado.

Se lo dije a mi tío, y no entendí por qué me contestó, que si esa era mi idea, mejor que piense Sampaoli en comprar tres sillones de ese tipo, uno para él, otro para Tapia, y el otro tenía un apellido que no entendí bien porque se lo notaba enojado farfullando y solo pude escuchar que su apellido terminaba en “...yano”. Después de lo cual se fue y se volvió en seguida para decirme por qué no me encargo de fabricarlos en serie, porque son muchos a los que les interesa estar en un sillón atornillado.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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