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Indudablemente al hombre no le bastó con contar con el séptimo día, que originariamente y según el precepto bíblico estaba destinado a adorar a Dios y hacer las paces con Él y con el mundo y reconciliarse con los demás y consigo mismo.

Además sabemos de los que fueron inicialmente los “días de feria”, y las “festividades religiosas y patrióticas”, sin olvidar las “carnestolendas”… para considerase todos esos feriados, incluso los que en nuestro caso son los “fines de semana largos” y cada vez más, como un tiempo libre que cada cual podía utilizar a su modo, con olvido de sentido de festividad primigenia.

¿Qué es lo que ha pasado? Que en realidad hay cada vez menos de eso que antes se conocía como “fiesta” en cuanto celebración o conmemoración auténtica, para pasar a ser un pasatiempo de “holganza”, porque cuesta calificarlo en muchos casos como verdadero ocio.

Es así como se asiste ahora a la innovación de los “fin de semana alargados y la novedad de los “feriados móviles”.

La explicación de la situación descripta –que está llevando estos día a preguntarse si no ha llegado la hora de suprimir la mayoría de los feriados, dejando algunas fechas que todavía conservan algún sentido más o menos generalizado, como es el caso de la Navidad, el Año Nuevo, el Viernes Santo, el 25 de mayo y el 9 de julio- tendría una explicación.

La que un sociólogo francés, la ha creído encontrar en el hecho que: “la sociedad actual vive en el instante, que todo está profundamente ligado al hundimiento de la perspectiva de futuro. Hasta el comienzo de la década de 1970 y a pesar del desgaste manifiesto de los valores la sociedad se sostenía aun en representaciones del futuro con pretensiones de proyectos. Casi de golpe se descubrió que todo era papel pintado, y un instante después aún ese papel pintado se rasgó. La sociedad se descubrió carente de representación de su porvenir, carente de proyectos y esta también es una novedad histórica.” Es decir que como el alcance de nuestra mirada es corta, a la mayoría perecería interesarle poco más que “vivir el día a día”, y mejor si es posible pasarlo sin hacer nada aunque ello signifique incluso deambular aburrido, o sentarse en un sillón de esos playeros en la vereda a ver pasar antes sus ojos el espectáculo de su mundo.

Y si no le interesa el futuro, porque se cierra ante él y no lo encara casi con seguridad porque explicablemente le teme, como contrapartida y de una manera casi simétrica, se desinteresa del pasado, de ese pasado que no es precisamente historia y que se su supo plasmar en tradiciones.

Algo que se ve corroborado cuando lo que en un momento fue la visita a los sitios icónicos de nuestra historia, viene a adquirir un carácter de naturaleza turística, ya que despierta el mismo interés comer empanadas de matambre cortado al chuchillo en cualquier piringundín en Tucumán como visitar la Casa en la que se declaró la Independencia. Y no hablar a la hora de tener que elegir estando en Buenos Aires entre ir a ver La Bombonera o visitar la Catedral Metropolitana para considerarse después y cada vez más, como un tiempo libre que cada cual podía utilizar a su modo para empaparse de lo que significa el Monumento mortuorio del general José de San Martín con sus dos soldados granaderos de guardia incluidos.

Existen así quienes sostienen que a nadie le importa el día de la bandera, ni tampoco la propia bandera para considerase después y cada vez más, como un tiempo libre que cada cual podía utilizar a su modo es la misma a la que muchas veces se la ve izada sucia y a jirones en los edificios públicos. Ni el himno que al parecer su letra hemos desaprendido, a estar como se ve que se la tararea. Y mejor no hablar no ya de una perdida costumbre de colocar la bandera en el frente de la casa en ocasión de las fiestas patrias, y de lo poco que se ve en la Semana de Mayo, a la gente usando escarapela.

Es por eso que hay mucho de hipocresía, en el escándalo que han provocado, dando la impresión del levantarse una enorme y enceguecedora humareda, las poco felices, por no decir nada felices intervenciones tanto del Presidente como de la Expresidenta en su paso por Rosario el pasado jueves.

Ese es caso del presidente Macri, que independientemente del hecho que no dijera nada que no fuera cierto, debería haberse percatado que no era el lugar ni el momento adecuado para ocuparse de las tropelías del “clan Moyano”, al que le cabe una designación a cuya utilización es tan afecto el cristinismo, cual es de “complejo de grupos concentrados”, los que en su caso es necesario agregar otro, que el mismo cristinismo adoptó, cual es el de “nepótico”, por añadidura.

Ya que basta haber visto los ojos agrandados y la cara de no entender nada de los chicos que se veían obligados a escuchar una filípica, que si no sonaba a desahogo lo hacía a definición de un contrincante –no nos gusta hablar de enemigos, máxime en un país como el nuestro en el que se ve a gente empezar por decirse de todo, para terminar después a los abrazos como si nada hubiera pasado- nos hicieron acordar la cara de los chicos esta vez no rosarinos, sino jujeños, al escuchar en otra escuela al entonces presidente Menem y en la actualidad senador nacional aforado, hablarles de un cohete que no sabemos dónde cargaría pasajeros desde una plataforma ubicada explícitamente en esa provincia para un minuto después aterrizar en Tokio.

En cuanto a la Expresidenta, y flamante autora de best sellers, más le hubiera valido en la ocasión de la presentación de su texto con reminiscencias pretendidamente autobiográficas en Rosario, hacer referencia al ser una abogada exitosa y a su antepasado el arquitecto egipcio, que hacer alusión a las que tenemos por casi delirantes y por eso nada confiables fantasías amatorias con Manuel Belgrano. Por nuestra parte, no sabemos qué decir acerca de la verdadera explosión de feriados. Dejando constancia de nuestra convicción de que es posible construir un país en la medida en que se nos vea unidos -en miras al futuro- circunstancia que de hacerse realidad nos permitirá mirar con ojos de verdad y reconocer a nuestro pasado.

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