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Alberto Fernández con la titular del FMI
Alberto Fernández con la titular del FMI
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Los titulares de los principales medios de comunicación se hicieron eco de versiones anónimas que sugieren que el país estaría encaminado a un arreglo con el FMI y el Club de París. Los mercados financieros y los medios de prensa locales celebraron las novedades con el optimismo de quien, luego de tantos traspiés, necesita empezar a ver el vaso medio lleno.

Argentina debe pagar a al Club de París US$ 2400 millones a fin de mes. Con el FMI, la cuestión es más espinosa: los pagos trimestrales de capital del préstamo tomado en 2018 comienzan en septiembre de este año. Sólo en lo que resta de 2021, entre capital e interés Argentina debe pagar unos US$ 5200 millones. El año que viene, con vencimientos por US$ 21200 millones, presenta una montaña que no admite no ser reestructurada.

La urgencia por no caer en default, al contrario de lo que algunos economistas alineados con el Gobierno quieren ver, está del lado argentino. Del otro lado de la mesa, un default argentino podría resultar incómodo, pero el tamaño del préstamo, y la naturaleza del prestamista, no lo conmueve. Es una gota de agua dentro del tamaño de los países miembros. No tenemos la fuerza para descarrilarlos. No significa que los países centrales no quieran ayudar a Argentina, como lo hicieron al financiarla en momentos de zozobra. Pero no se despeinarán si Argentina entra en mora por no aceptar las reglas que todos los países aceptan al pedir dinero prestado.

Eso es exactamente lo que se lee en los pocos y escuetos comunicados oficiales emitidos por nuestras contrapartes. El comunicado de la Directora Gerente del FMI, Kristalina Georgieva, dice que “nos comprometimos a continuar trabajando juntos en un programa respaldado por el FMI…”, y que “tomé nota de la solicitud del presidente Fernández de reformar la política de sobrecargos del FMI”, asunto sobre el que deberá consultar con los miembros del FMI. Miembros que, nada casualmente, se superponen bastante con los del Club de París. Los presidentes europeos visitados por Fernández dijeron, palabras más, palabras menos, exactamente lo mismo.

¿Qué dice el comunicado de Georgieva? Que Argentina pide no pagar y que no le cobren intereses punitorios por ello, y que los acreedores le piden que por lo menos diga cómo piensa pagar, antes de pedir algo. No hubo comunicado oficial del Club de París, pero no hace falta que lo haya: su página de Internet informa que sólo negocia reestructuraciones con países que implementen reformas para restaurar su situación económica y fiscal y tengan una historia demostrada de implementar reformas bajo un programa del FMI. Más claro, imposible.

Esto no significa que el Club de París o el FMI intenten empujar a la Argentina al default. Todo lo contrario: se reúnen con nuestros emisarios una y otra vez para encontrar una solución al problema de la incapacidad de pagar, que reconocen.

El problema es de Argentina, cuya incapacidad de pago responde a una imposibilidad política para diseñar un “programa” económico que restaure su situación económica y fiscal. Una imposibilidad que nace del absurdo de suponer que el mundo está tan pendiente de las próximas elecciones legislativas como lo está nuestra clase política. Cómo es que un hecho tan irrelevante mantiene a toda nuestra economía pendiendo de un hilo es algo que algún día deberemos (psico) analizar. No son esas la democracia y la política que sirven al país y a su gente.

Todo indica que, más allá de las palabras, hasta esa fecha no podremos llegar a un acuerdo, porque no podremos diseñar un programa aceptable para el FMI. Este organismo jamás aceptará como programa un sistema de recurrente déficit fiscal, tarifas congeladas, tipo de cambio atrasado, control de capitales sin plan de salida, que no acumula reservas ni accede al mercado voluntario de deuda, y otros ítems que conforman el ADN kirchnerista. ¿Por qué? Porque es un acreedor privilegiado y necesita estabilidad fiscal y cambiaria para poder pensar en cobrar. No porque busquen el “hambre del pueblo” y tantas otras sandeces que huecamente se repiten, sino porque son las políticas actuales las que generan esa consecuencia.

Toda la algazara en el mercado financiero y los medios parece haber nacido de los dichos de “tres personas con conocimiento directo de las negociaciones”. ¿Serán parte de la delegación argentina? No se trata de ver siempre el vaso medio vacío, sino de tener algo de objetividad. No hay una sola declaración del FMI, del Club de París, o de los presidentes visitados, que no diga que “los apoyamos”, pero “cumplan con las condiciones”. Lo que vendría a significar que, antes de pedir, tenemos que hacer los deberes. Hasta tanto eso no ocurra, será difícil que el vaso se llene en serio.
Fuente: El Entre Ríos

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