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En nuestra edición digital apareció una nota gráfica mostrando a los intendentes entrerrianos “del vecinalismo” que expresan su apoyo a Cambiemos, mostrándose en una foto rodeando al ministro del Interior de la Nación, Rogelio Frigerio. Esa nota dio pie al comentario de un lector, que aparece transcripta al pie de aquella. Su reflexión se centra en el hecho de considerar “curioso, como los dirigentes que se consideran vecinalistas, adhieren a listas provinciales o nacionales”. Para seguir señalando que “el espíritu del vecinalismo es todo lo contrario, la transversalidad del buen uso de la política. Eso es lo que diferencia a los vecinalistas de los partidos tradicionales. Es feo ver como dirigentes que se consideran parte de ese movimiento terminan adheridos al PRO, o al radicalismo o al mismo peronismo, según la altura de la marea. Las convicciones son las que no deben de negociarse y el poner límites a los contaminados partidos, está en sus manos... bueno, al menos estaba... Después se quejan del que estuvo con tal y tal, para luego juntarse con tal otro”.

Compartimos totalmente esas expresiones. Y precisamente por ello resulta paradójico que el impulsor primigenio del vecinalismo entrerriano, hombre ejemplar en todos los sentidos, como fue su trayectoria como médico, como también por haber hecho escuela con sus gestiones al frente de la Municipalidad de Cerrito, que mostraron cuál es la manera correcta de conducir un municipio, desarrollándolo en forma integral y brindando la posibilidad de una vida amigable y hasta plena para el vecindario, como se sabe que nadie es perfecto, sentó un mal precedente.

Se trató de un comportamiento de “ejemplaridad negativa” -en una persona de la calidad de Carlino, dada su vocación de servicio indiscutible, su generosidad y desprendimiento inclaudicable no puede hablarse de “un mal ejemplo”-, cual es haber aceptado integrar la lista de diputados provinciales del radicalismo que acompañara a Sergio Montiel en una de sus dos gobernaciones. Es que ello ha servido de argumento para que de allí en más permitiera que se mezclara la “transversalidad de la política vecinalista” con el ingreso al ruedo de la política a la que se supone y designa como mayor, a la que se han catapultado dirigentes vecinalistas, sin tener clara conciencia que con ese paso habían dejado de serlo, para ingresar en otro escalón de la política, tan respetable como el del acatadamente circunscripto que significa el vecinal; paso del que por lo demás, debería tenerse por irreversible. A eso ha seguido la formación de mal autoproclamadas “uniones vecinales”, como las conformadas por grupos de peronistas que se colocan fuera de la estructura partidaria, y a los que se los ha visto inclusive “confederarse”, en una “liga” como ese triste personaje de Santa Elena, Domingo Rossi. Confusiones y ambiciones que no le hacen bien al vecinalismo como concepción política de características propias, que por eso exige un esclarecimiento reflexivo que impida se siga avanzando en el camino de su desnaturalización, que es el mismo que ha llevado a la degradación de la política mayor.

Dado lo cual en ambos casos, y por idénticas razones, se hace necesario un proceso de reversión.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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