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Martin Wolf en La Izquierda Diario

Martin Harry Wolf es un periodista británico que se centra en la economía. En la actualidad, es el editor asociado y principal comentarista económico del Financial Times, que a su vez es una publicación periodística que se encuentra en el pináculo internacional, entre las de su género.

Por Rocinante

A su vez, La Izquierda Diario, un periódico en línea argentino, es el órgano oficial del Partido de los Trabajadores Socialistas desde el 16 de septiembre de 2015 e integra a la Red Internacional de Diarios Trotskistas, a estar a su manera de presentarse.

O sea que, desde un punto de vista ideológico, Martin Wolf y La izquierda Diario son como el aceite y el vinagre; esto en el orden que cada lector prefiera. Con lo que no decimos otra cosa, sino que se encuentran en las antípodas uno del otro, en cuanto a sus convicciones más profundas.

De allí el mérito que tiene el hecho que este diario digital haya recientemente publicado un artículo, del que el primero de los nombrados es autor, que lleva el mismo título con el que se publica la presente nota.

De esa manera los editores de la citada publicación dan cuenta de una amplitud intelectual, desacostumbrada en un país como el nuestro, en el que la cerrazón ideológica, que parece impregnarlo todo, impide hasta el conocimiento del pensamiento de los demás (no hablemos de su tolerancia). Una lamentable circunstancia que no solo explica nuestra pobreza conceptual, sino que priva a nuestra sociedad de la posibilidad de contar con todos los aportes de ideas, aunque más no sea para desecharlas.

De allí que resulta de interés, previo a la transcripción de la nota, hacer referencia a las aclaraciones que formulan al respecto los editores del diario, sobre su inusitada manera de proceder.

Es cuando indican reproducimos a continuación la traducción de un artículo de Martin Wolf, publicado en Financial Times, que puede ser de interés para nuestros lectores por su análisis, más allá de sus conclusiones, en el que anuncia una dura depresión económica y explica los paquetes de rescate a las empresas que están llevando adelante los distintos gobiernos.
El virus también es una emergencia económica
La pandemia no fue inesperada, pero la realidad siempre difiere de las expectativas. Esto no es solo una amenaza para la salud, también puede ser una amenaza económica mayor que la crisis financiera de 2008-2009. Tratarlo requerirá un liderazgo fuerte e inteligente. Los bancos centrales han tenido un buen comienzo, la responsabilidad recae ahora en los gobiernos. Ningún evento demuestra mejor por qué un Estado, dirigido por personas capaces de diferenciar expertos de charlatanes, es tan vital para el ámbito público.

Una pregunta central es qué tan profunda y larga será la emergencia de salud. Una esperanza es que el bloqueo de países (como en España) o regiones de países (como en China) eliminará el virus. Sin embargo, incluso si esto resultara ser cierto en algunos lugares, claramente no será cierto en todas partes. Un extremo opuesto es que hasta el 80 por ciento de la población mundial podría estar infectada. Con una posible tasa de mortalidad del 1 por ciento, eso podría significar 60 millones de muertes adicionales, equivalentes a la Segunda Guerra Mundial. Esta calamidad probablemente también tomaría tiempo: la “gripe española” de 1918 se produjo en tres oleadas, durante un año. Sin embargo, es más probable que esto termine en el medio: la tasa de mortalidad será menor, pero la enfermedad tampoco desaparecerá.

Si es así, el mundo podría no volver al comportamiento anterior a la crisis hasta bien entrado 2021. Las personas más jóvenes podrían volver más temprano a su comportamiento normal. Pero los mayores no lo harán. Además, incluso si algunos países eliminan la enfermedad, se mantendrán las cuarentenas en otros. En resumen, es probable que el impacto del coronavirus sea severo y prolongado. Por lo menos, los responsables políticos deben planificar sobre eso.

La pandemia ya ha exprimido tanto la oferta como la demanda. Los bloqueos detienen los suministros esenciales y una amplia gama de consumos, especialmente entretenimiento y viajes. El resultado será una fuerte caída en la actividad en el primer semestre de este año.

Sobre todo, una depresión es una amenaza. Es probable que muchos hogares y empresas se queden sin dinero pronto. Incluso en los países ricos, una gran proporción de la población casi no cuenta con ahorros. El sector privado, sobre todo el sector corporativo no financiero, también se ha visto atracado con el endeudamiento.

La demanda del consumidor se debilitará aún más. Las empresas irán a la quiebra. Las personas se negarán a venderle a empresas que se consideren en quiebra, a menos que puedan ofrecer el pago por adelantado. Volverán a surgir dudas sobre la salud del sistema financiero. Existe el riesgo de un colapso de la demanda y la actividad económica que va mucho más allá del impacto directo de la emergencia de salud.

También será particularmente difícil contener la propagación de la enfermedad en países con seguro social limitado y control social débil. Esto afectará sobre todo a los Estados Unidos: muchas personas enfermas se negarán a ir al hospital y también se verán obligadas a trabajar. El seguro social es eficiente.

Como prestamistas de último recurso, los bancos centrales deben garantizar la liquidez manteniendo bajos los costos de los préstamos y financiando la oferta de crédito, tanto directa como indirectamente. Pero los bancos centrales no pueden ofrecer solvencia. No pueden apuntalar los ingresos de los hogares ni asegurar a las empresas contra este colapso de la demanda. Como prestamistas y gastadores de último recurso, los gobiernos pueden y deben hacerlo.

La deuda pública a largo plazo es tan barata que tampoco necesitan sentir temor de hacerlo: Alemania, Japón, Francia y el Reino Unido ahora pueden pedir préstamos durante 30 años a una tasa nominal de menos del 1 por ciento, Canadá a 1.3 por ciento y los Estados Unidos en 1.4 por ciento.

Entonces, esto es una crisis de tiempo limitado, con consecuencias económicas y para la salud que los gobiernos deben manejar. A nivel nacional, el mínimo básico es una generosa paga por enfermedad y seguro de desempleo, incluso para trabajadores independientes, durante el período de crisis. Si esto es demasiado difícil, los gobiernos pueden enviar un cheque a todos.

Sin embargo, incluso esto no será suficiente para evitar los costos de la bancarrota masiva y la depresión. Emmanuel Sáez y Gabriel Zucman de Berkeley sostienen: “La forma más directa de proveer… el seguro es hacer que el gobierno actúe como comprador de último recurso. Si el gobierno reemplaza completamente la demanda que se evapora, cada negocio puede seguir pagando a sus trabajadores y mantener su capital social, como si estuviera operando… normalmente." Anatole Kaletsky de Gavekal ha recomendado una respuesta similar.

Brindar este alivio no creará un riesgo moral. Ser ayudado durante una pandemia que ocurre “una vez en un siglo” difícilmente fomentará la irresponsabilidad atroz. Si las empresas han pedido prestado demasiado, de todos modos irán a la bancarrota.

Este plan es mucho mejor que los préstamos y las garantías de préstamos, según lo propuesto por el gobierno alemán. Las empresas tomarán préstamos solo para asegurar su supervivencia durante la crisis, no necesariamente para pagar a sus trabajadores. Además, los préstamos deberán pagarse, creando una carga cuando termine la pandemia. Sin embargo, en este programa propuesto, los pagos pueden estar condicionados a mantener a los trabajadores. El programa también terminará naturalmente, con la pandemia en sí. Los gobiernos pueden imponer impuestos adicionales para recuperar sus desembolsos.

Es esencial mantener los ingresos y minimizar los costos a largo plazo del colapso de las empresas. Además, dentro de la eurozona será esencial ayudar a los gobiernos cuya capacidad de endeudamiento es limitada. A nivel mundial, los países emergentes vulnerables también necesitarán ayuda para gestionar las crisis sanitarias y económicas. También será vital revertir el nacionalismo de suma cero de las políticas actuales, lo que dificultará la reconstrucción de un orden global cooperativo y saludable.

Esto también pasará, pero no será mañana. La pandemia corre el riesgo de crear una depresión. Salus rei publicae suprema lex (la seguridad de la república es la ley suprema). En la guerra, los gobiernos gastan libremente. Ahora, también, deben movilizar sus recursos para prevenir un desastre. Piensa en grande, actúa ahora. Juntos.
Fuente: El Entre Ríos

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