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Con trayectorias existenciales diferentes y hasta contrapuestas, con maneras de pensar contrastantes y buscando llamar la atención en distinta forma, existen en la actualidad diversas mujeres que con su presencia en la primera fila del escenario político nacional, vienen a poner en duda la necesidad de establecer por ley la paridad de género en las candidaturas a cargos electivos.

Es difícil conformar entre ellas una escala fundada en el peso político y la atención que le presta la opinión pública – como así de no incurrir en una injusta omisión involuntaria al confeccionarla- pero no hay duda que los lugares más expectables lo ocupan la señora de Kirchner y Elisa Carrió.

La vemos por un carril separado moverse a María Eugenia Vidal, mientras se mantienen o se han incorporado a la primera fila Margarita Stolbizer, Graciela Ocaña, Graciela Camaño, Patricia Bullrich, Carolina Stanley, en una ristra de nombres que aquí cortamos de una manera tan abrupta como injusta.

Es que lo que aquí se pretende es intentar bucear en las profundidades de los rasgos que definen la personalidad de Elisa Carrió, conocida en este mundillo tan extraño en que vivimos por su sobrenombre, Lilita. Lo que se vuelve en gran medida enigmática es su irrupción estruendosa y sus salidas sorpresivas, a pesar de las cuales mantiene inalterable su línea de pensamiento y comportamiento, algo que viene a hablar de una íntima consistencia y coherencia, la que de esa manera no debería ponerse en duda por aquellas irrupciones que pueden sonar a exabruptos.

De efectuarse una imposible comparación con la personalidad de Cristina Fernández –sin que en lo manifestado exista ningún juicio de valor- en lo único que podemos encontrar coincidencia es en la capacidad histriónica puesta de manifiesto en ambas, aunque no de la misma manera.

En tanto de lo que estamos seguros es que Carrió no es la reencarnación de ninguna arquitecta egipcia, como alguna vez la señora de Kirchner expresó su pretensión, o mejor dicho su anhelo de agradarle así hubiera acaecido, ni una abogada exitosa que explicaba su fortuna, como lo hizo en la Universidad de Harvard en una suerte de rueda de prensa ante alumnos que la interrogaban.

Dejando de lado las comparaciones, casi siempre problemáticas y siempre odiosas, quizás la pregunta acerca de cómo Carrió se siente, se muestra y le gusta que así la vean es como Fiscal de la República. Desempeñando el papel de tábano que humildemente aspiraba a ocupar Sócrates respecto a la ciudad-estado de Atenas; el del senador romano Catón cuando en Roma machacaba acerca de la necesidad de destruir a Cartago; o la del escritor francés Emile Zola con su “Yo acuso” en el caso Dreyfus. Entre nosotros es conocido que se le atribuyó ese rol a Lisandro de Latorre; el que pasó desapercibido fue el caso de nuestro comprovinciano Silvano Santander acerca de la presencia y amparo a alemanes nazi en el primer peronismo.

Papel que Carrió ha venido ejercitando sin claudicaciones y con logros significativos, entremezclados con frustrantes fracasos, desde la reinstauración de las instituciones republicanas en 1983.

Pero existen ocasiones, en las que posiblemente por una peligrosa sobre-estima, se la ve asumir un rol de pitonisa. Y a ese respecto, no está demás que recordar que, como se ha enseñado, el oráculo de Delfos recibía la constante visita de los griegos que deseaban realizar consultas a las divinidades para conocer su futuro. Los gobernantes de la época, de hecho, basaban sus decisiones más importantes en las respuestas que percibían de este oráculo.

Y que era precisamente una mujer, la que se encargaba de recibir las inquietudes y trasladárselas a los dioses para luego responder en su nombre y que recibía el nombre de pitonisa. Hoy, por extensión, se conocen como pitonisas a aquellas mujeres que se atribuyen ciertos poderes sobrenaturales. Una pitonisa puede ser una bruja, una adivina o una maga.

Dejémosle a Carrió como pitonisa el carácter de adivina. Y queremos creer que en esa condición fue que al borde de la última festividad pascual lanzó su primer spot de campaña: ““Miren, no vuelvan al faraón. No crean que el pasado fue mejor, porque el pasado es la esclavitud y la mentira”. Antes había dicho que “Nosotros construimos entre todos, ustedes y nosotros, un milagro que es salir de un gobierno autoritario que iba a ser Venezuela, y donde íbamos a padecer hambre, corrupción, inseguridad, por vía de elecciones y pacíficamente”. Afirmaciones que remató señalando que “estamos pasando el momento más difícil de esta historia de salida. Porque cuando uno sale a la libertad, la libertad es un trabajo. Yo soy consciente que estamos pagando enormes costos por todo lo que nos robaron, pero no hay otra salida”.

Frases que pueden parecer enigmáticas, que fueron propaladas en forma coincidente con la celebración de Pascua, como se ha indicado, momento que, tanto en el calendario cristiano como el judío, recuerda el pasaje del pueblo judío que vivía como esclavo sometido al Faraón egipcio y que en esa ocasión, acaudillado por Moisés, cruzó con ayuda divina el Mar Rojo, cuyas aguas se abrían a su paso, para permitirle llegar a la otra orilla, al mismo tiempo que daba no por tierra sino por agua, la persecución del ejército del faraón.

De esa manera dieron el primer “paso” o hicieron “el pasaje” en dirección a la Tierra Prometida a la que llegaron luego de marchar por muchísimos años sin rumbo, hasta encontrarla.

Pero lo que omitió agregar Carrió, vaya a saber porqué, es que en ese fatigoso peregrinar sin aparente rumbo cierto, que según el Antiguo Testamento (Éxodo Capitulo 12 versiculos14:11 y 14:12) los judíos cansados de sus tribulaciones dijeron a Moisés “¿No había sepulcros en Egipto, que nos has sacado para que muramos en el desierto? ¿Por qué has hecho así con nosotros, que nos has sacado de Egipto? ¿No es esto lo que te hablamos en Egipto, diciendo: Déjanos servir a los egipcios? Porque mejor nos fuera servir a los egipcios, que morir nosotros en el desierto”.

Nuestro problema es, mientras tanto, que Elisa Carrió no es en realidad pitonisa, más allá de los sentimientos de amor y de odio que provoque. Que Macri no es Moisés. Que Dios calla. Y que nosotros nos parecemos a los judíos y lo que hubiera sido de ellos sin Moisés.

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