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¿No hay un caballero blanco...?
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¿No hay un caballero blanco sobre un ardiente corcel? / Necesito un héroe / Estoy esperando un héroe hasta el fin de la noche (Bonnie Tyler, I need a hero)

Los poco más de 200 años de historia argentina comprenden muchísimos momentos de desencuentros, egoísmos y crisis, y unos pocos momentos luminosos, durante los cuales se tomó al toro de los problemas por las astas, se sacudieron las estructuras y se pudo recomenzar, aunque no fuera más que hasta que el buen andar de las cosas relajara la disciplina y los vicios reemergieran.

Para que esos momentos luminosos ocurriesen, fueron necesarios los héroes ocasionales. Aquellos a los que ni la memoria popular ni los libros de texto asignan un lugar preponderante en la historia, pero que fueron quienes se ocuparon de poner la casa en orden con medidas tan necesarias como impopulares, que acabaron por costarles el pescuezo. En algunos casos, fueron sucedidos por algún ministro-estrella que se llevó los laureles recogidos sobre la tierra arrasada por el trabajo sucio de sus predecesores. En otros, la política no soportó la resistencia popular a las medidas, les soltó la mano y, al hacerlo, cavó su propia fosa.

Rodrigo, Sourrouille, Erman González o Remes Lenicov fueron algunos de los que intentaron ordenar la economía con medidas drásticas. Todos enfrentaron las situaciones preexistentes, de extrema gravedad económica y social, con medidas ortodoxas tomadas cuando ya no había otra opción. A los líderes políticos del momento les costó dar soporte, en el tiempo, a las medidas de Rodrigo y Sourrouille. Las de González y Remes Lenicov fueron la base sólida para que sus sucesores (Cavallo y Lavagna, respectivamente) se llevaran los lauros.

Hoy nos están faltando héroes. Sobran los postulantes para el cargo de Ministro de Economía “del día después”. ¿Después de qué? Del cataclismo que esos mismos postulantes pronostican como necesario (¿ineludible?) para salir del círculo vicioso en que se encuentra la economía argentina. Eso sí: prefieren esperar a que otro, quizás el mercado, quizás la ciudadanía, haga el trabajo sucio.

Estamos a un mes de las elecciones PASO, y a tres de las elecciones generales de noviembre. Gobierno y oposición están enfrascados en el asunto, al que se subordina toda la gestión. Gestión que puede ser resumida en eso de poner dinero en la calle. Hay cero creatividad y cero intento de encontrar un remedio duradero; se busca cien por ciento de efectividad inmediata.

Entre julio y agosto, el Banco Central lleva transferidos al Tesoro alrededor de $400.000 millones. Estas transferencias, contracara del déficit fiscal preelectoral, preludian que habrá mucho dinero en circulación y que ese dinero acabará, tarde o temprano, por impactar en el tipo de cambio paralelo, o en la inflación, o en ambos. Las restricciones del Banco Central para operar contado con liquidación, o los precios máximos y el congelamiento tarifario han demostrado múltiples veces ser apenas medidas transitorias, no soluciones.

Los problemas de la política pasan por las elecciones, no por resolver los problemas de la gente. ¿Por qué funciona, o creemos que funciona, eso de poner dinero en la calle antes de ir a votar? Funciona por la cantidad de pobres que hay en nuestro país. ¿Alguien se detuvo a pensar en que con los gobiernos más asistencialistas de Sudamérica somos el único país de la región (excepto Venezuela) en el que en los últimos 20 años aumentó el número de pobres? Debemos ser uno de los pocos en el mundo en los que ello ocurrió.

Para quien no sabe si mañana podrá comer, el largo plazo y la planificación son entelequias. Estamos volviendo al hombre recolector: de reciclables, de residuos, de dádivas gubernamentales. Tenemos cada vez más pobres, y la política no tiene interés en cambiarlo. Atiende el tema con las mismas medidas que lo agrandaron.

Perón, Alfonsín, Menem, fueron líderes carismáticos, con mayor o menor visión estratégica, que consiguieron que existieran aquellos héroes que se inmolaron por ellos. Hoy no tenemos héroes, ni líderes por los cuales inmolarse. Los líderes buscan sobrevivir mientras se agota lo poco que va quedando. Quienes podrían hacerse cargo sólo quieren venir después. Saben algo que la gente de a pie ignora, y son más egoístas que héroes.

Cuando pensamos en lo que hay que hacer, por derecha o por izquierda, parece evidente. Elijamos el modelo estadounidense, el europeo, el chino, el ruso o el sudamericano (de los otros países de Sudamérica), pero no sigamos con el modelo argentino. Es un modelo de fracaso. Hasta que no haya una idea, no habrá un héroe.
Fuente: El Entre Ríos

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