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La sigla que se incluye en el encabezamiento, está referida a un nuevo ente estatal, cuya creación propone un senador nacional que integra ese Cuerpo, como representante de nuestra provincia.

El organismo en cuestión, de aprobarse la iniciativa, no sería otro que la Agencia Nacional de Sustitución de Importaciones, Valor Agregado, Tecnificación y Exportaciones.

ANSI, para decirlo y escribirlo más rápido, ya que, como en una muestra de sentido práctico, se incluye como designación alternativa en el proyecto a la sigla precedente.

Antes de entrar en materia, nos parece de interés, efectuar algunas consideraciones que consideramos pertinentes.

Ellas tienen que ver, primero; con la proliferación de todo tipo de organismos públicos a todos los niveles –comenzando por el caso de los ministerios- los que dado su indicado crecimiento, no puede menos que de pie a la posibilidad de que algún mal pensado; ponga en duda la necesidad de estas expansiones burocráticas, en las que llega inclusive a verse un pretexto prolijamente adornado, para hacer posible la creación de un grueso manojo de nuevos cargos públicos.

A lo que se agrega, la circunstancia que los nombres con los cuales se los designa, resultan cada vez más imaginativos. Algo que lleva a pensar que la causa principal que ello ocurra, reside cada vez en mayor medida en que a una Estado mastodóntico y por lo mismo hipertrofiado; le cuesta cada vez más prestar la atención debida a cuestiones específicas que – según el criterio de quienes nos gobiernan- resultan de suma importancia.

Es dentro de ese contexto, donde debe comenzar por encuadrarse el cometido del organismo propuesto.

Es que nos encontramos, y conviene reiterarlo, ante la creación un organismo “descentralizado del sector público nacional, con autarquía económica y financiera, y personería jurídica propia”.

Entre cuyos objetivos estaría lograr “la sustitución de importaciones en base al desarrollo de la industria nacional; la incorporación de valor agregado, la tecnificación, la formación de recursos humanos; y la exportación, exclusivamente de contenidos de procesos de planificación de mediano y largo plazo que contemplan los tres niveles de producción en forma articulada”.

A lo que se agregaría la de “fomentar la producción nacional, promoviendo la creación, desarrollo y consolidación de empresas nacionales y puestos de trabajo, sustituir bienes importados de capital e intermedios por los nacionales, afianzando la estructura de distribución de renta, de eficiencia en los precios, de valor agregado y de la competitividad”.

Y como se esto fuera poco el mismo contaría con un “Observatorio Nacional de Seguimiento y Control para la Sustitución de Importaciones”, cuya función sería la “de monitorear, relevar y sistematizar en forma permanente, la totalidad de los productos importados, empresas importadoras, estructura de costos de los éstos, calidad, cantidad, precios, componente impositivo y toda otra consideración que permita desarrollar un análisis minucioso y permanente de los componentes importados”.

Nos hemos detenido en la reiteración de los objetivos mencionados, a pesar de ya haber tomado estado público con anterioridad, dado que se nos ocurre que no existe conciencia clara en la opinión pública de la verdadera dimensión que tendría la concreción de un proyecto de este tipo.

Es que para comenzar cabría señalar, que son escasos los ministerios cuya atribuciones y competencias, no se vean hasta cierto punto al menos, superpuestas parcialmente -o lisa y llanamente duplicadas- con el nuevo organismo.

Es que este se mostraría de prosperar su creación, como un “ente multiterreno”, de manera que quede abierta la posibilidad de que se presenten conflictos de competencia. Ello sin dejar de lado, ya que ni siquiera queremos pensar en ello, las dificultades de naturaleza casi insuperables que tendrán que enfrentar nuestros empresarios en su intento de efectuar transacciones con sus iguales de otros países.

Aunque, de cualquier manera, no podemos dejar de apuntar a una circunstancia vinculada con esos mayores obstáculos; por lo demás ya existentes.

Se trata del hecho de que su trasfondo, cabe considerar que asistimos a algo más que una insinuación de una “política de naturaleza gubernamental”, la que no debe confundirse con las políticas de estado”.- Ya que por su dimensión y trascendencia, en el caso de pretender avanzarse en ese derrotero,ello exige previamente un amplio debate en la opinión pública.

Es que lo que cabría que se definiera, es si se quiere –empezando por el gobierno, y siguiendo por la población- la instauración de una “economía cerrada, en manos de un Estado dirigista”, como deja entrever – independientemente de cuáles sean las intenciones de su autor- esa iniciativa.

Al respecto y para hacerse una idea de la complejidad del tema, tenemos que comenzar por señalar las dificultades de vincular a esa política conjetural, con alguna de las doctrinas económicas del pasado.

La primera asociación imposible, que sin embargo se nos viene “in mente”- es con la antiquísima doctrina económica del “mercantilismo”.

De la que cabe encontrar reminiscencias en su caracterización a políticas ya presentes entre nosotros, solo sustituyendo “la acumulación de metales preciosos” que era en el siglo XVI el objetivo propugnado con sus partidarios, por otra acorde con nuestros tiempos.

Es que basta sustituir a los metales preciosos objeto de acumulación; por el objetivo de lograr dejar de atrás “la situación de asfixia económica que vivimos, por la posición negativa en materia de tenencia de divisas fuertes por parte del Banco Central de nuestro país”, mediante la concentración de la riqueza en manos estatales,para que se haga presente el accionar que se pretende por parte de nuestro gobierno.

Hecha esa salvedad, pasamos a señalar la manera con la cual un autor caracteriza al “mercantilismo”, cuando precisa que el mismo se basa en tres ideas fundamentales.

La acumulación de riqueza (principalmente metales preciosos) es esencial para el desarrollo económico de un país. A mayor acumulación de riqueza, mayor prosperidad y poder político.

El Estado tiene el rol de utilizar e imponer todos los mecanismos que sean necesarios para lograr el objetivo de acumulación de riqueza (controles, restricciones, subsidios, etc.) Su intervención tendrá un carácter proteccionista, incentivando la producción local al mismo tiempo que la protege de la competencia de productores extranjeros.

El comercio a nivel global es inalterable. Para que el comercio ayude a la acumulación de riqueza se deben controlar los flujos de entrada y salida de modo de mantener una balanza de pagos positiva (exportaciones superan a las importaciones).

Hemos sabido de intentos de instalar mecanismos como los indicados a lo largo de décadas de nuestro tiempo, con siglos de distancia, y con las diferencias apuntadas, en muchos países incluidos el nuestro, con resultados que están a la vista.

Aunque debemos reconocer, que al menos en nuestro caso, cualquiera sea el plan y cualesquiera sean sus objetivos, las posibilidades de éxito seguirán siendo problemáticas, de no producirse un cambio cultural decisivo entre nosotros.

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