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Así cargan ataúd de víctima en Nicaragua. (AP)
Así cargan ataúd de víctima en Nicaragua. (AP)
Así cargan ataúd de víctima en Nicaragua. (AP)
Según el diccionario la imparcialidad es la “falta de inclinación en favor o en contra de personas o cosas”. O sea algo idéntico a la ecuanimidad y lo contrario al favoritismo o predisposición anímica en un determinado sentido.

Dicho de una manera menos acartonada se la ve presente en la falta de prevención en favor o en contra de personas o cosas. O lo que es lo mismo está libre de prejuicios.

No queremos entrar en la discusión acerca de su naturaleza –actitud positiva o virtud- pero lo cierto es que el que se califica como el filósofo político más importante del siglo pasado, el estadounidense J. Rawls, la considera como el basamento imprescindible de la equidad y sobre todo de la justicia.

En tanto, el haber hecho lo que aparenta ser no otra cosa que una breve disquisición a la que cabría calificar lo menos parecido a lo substancial de periodismo, tiene su explicación en el hecho, todo ese desarrollo nos sirve como manera de mostrar el contraste entre esa actitud así descripta, con otras encarnadas en el mundo y que en gran medida lo explican en su enferma dimensión.

Para dar una muestra de ello – y por supuesto los casos son tan abundantes que se tornan abrumadores- basta con hacer referencia a la monstruosa carnicería humana, que se vive en estos días en Nicaragua. Referencia que es doble y hasta triplemente valorable ya que por una parte no está demás un recordatorio permanente de la situación que allí se vive, a la vez que permite no solo expresar nuestra condena, al mismo tiempo que exhibirla como muestra peligrosa de imparcialidad social.

Es que aquí, como en otros casos en que las valoraciones ocurren en sentido inverso se da, junto a los iracundos y por otra parte justificados reclamos de quienes se manifiestan válidamente como desafectos a la perversidad de Daniel Ortega, el silencio de infinidad de estados, organizaciones de todo tipo que son sensibles al extremo cuando son otros los carniceros.

En tanto, la imparcialidad debería servir para comprender que no se puede hacer distinciones entre los muertos, ya que la muerte en cierta manera nos iguala a todos.

Algo que lleva a suponer que mientras no nos bañemos en grandes dosis de objetividad auténtica, seguiremos transformando hasta el más insignificante aspecto de una vida, que por si es problemática, en un infeliz estado de cosas donde no solo se toman decisiones equivocadas con respecto la presencia de prejuicios que impiden ver las soluciones, al mismo tiempo que mostremos sabiduría al momento de tener que enfrentar y aceptar lo irremediable.

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