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Ataque en Villa Mascardi
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La palabreja “incivilización”, hasta hace muy poco un arcaísmo, era, por lo mismo, muy poco utilizada. Más común era hablar de civilización como una meta a aspirar o ya alcanzada por un grupo social.

En ese sentido, es de recordar el interés que despertó, hace cien años, un libro fundamental y ya casi olvidado del sociólogo alemán Norbet Elías, titulado precisamente “El proceso de la civilización”.

Es que durante una etapa reciente de la historia de la humanidad se asistió a algo que representaba casi una deificación de la idea de “progreso”, con el agravante que se asistía a la versión más extrema de este concepto, la de un proceso de “progreso lineal y permanente” de las sucesivas sociedades humanas.

Y ese concepto de progreso, era asociado al concepto de “civilización”, entendido como “un sistema de vida cada vez más factible, o lo que es lo mismo una relación cada vez más apropiada entre los hombres, y de éstos con la naturaleza”.

De donde combinando ambos conceptos, se podría llegar, de una manera gráfica que no guarda el estilo, como, también hace un siglo, lo decía desde las tribunas el político cordobés Aguirre Cámara, que “los pueblos no reculan”, haciéndolo con toda convicción.

Mientras tanto, el mundo actual, y nuestro país concretamente, son un ejemplo claro de que las cosas no suceden de esa manera, al menos en una forma lineal siempre ascendente; es por eso que aparece como más realista y por lo mismo más esperanzadora, la idea del historiador inglés Arnold Toynbee que indica que la trayectoria de la historia humana, si bien no es lineal y ascendente, lo es “ascendente y en espiral”.

De ser así y eso debería ser a la vez nuestro consuelo y esperanza, que tanto el mundo como nuestra sociedad estarían atravesando “etapa de retroceso” a la que numerosos analistas de la realidad designan como proceso de incivilización. O sea que, remedando a Sarmiento, luego de pasar de “la barbarie a la civilización”, estaríamos ahora “en tránsito de la civilización hacia otro tipo de barbarie”.

El temor de que las cosas sean de ese modo muestra, entre nosotros, una infinidad de señales, las que no son solo de ahora, pero a las que vemos agudizar estas últimas semanas. Al mismo tiempo que, si se debe reconocer que estos síntomas no se han hecho presentes recién en la actualidad, lo que los vuelve alarmantes es asistir a una convergencia que los hace aparecer a todos ellos en forma simultánea.

No puede dejar de advertirse, por otra parte, que esos síntomas tienen como telón de fondo, una situación socioeconómica que es por sí misma la manifestación de un trágico retroceso, que no nos toca como sociedad y a la vez como personas, con la profundidad que merece. Una circunstancia que inclusive se ve agravada por el hecho que tantos de nosotros, parecieran mirarla sin ningún cargo de conciencia.

En tanto, ese síntoma mayúsculo del retroceso que engloba a todos los síntomas de incivilización creciente, es que hayamos convertido a la “tierra de los ganados y de las mieles” en otra en la que se hacen presentes el hambre y la miseria, en proporciones que en el siglo pasado se tenían por nosotros como inconcebibles.

Los otros síntomas son conocidos y los mencionaremos escuetamente, sin respetar un orden cronológico ni teniendo en cuenta la medida de su importancia.

Prescindiremos en ese recuento de mencionar la propagación del veneno de la droga y la situación de inseguridad colectiva, las que como se saben figuran en primer lugar en las encuestas. A la vez que hacerlo con una labor de “demolición de las instituciones”, en la que parecen empeñados en acometer, precisamente algunos de los encargados de preservarlas.

Es así, como comenzaremos por hacer referencia a “la toma de las escuelas secundarias”. Las que son llevadas a cabo, por ahora, en la ciudad de Buenos Aires, por un grupo de alumnos, y lo que es más inaudito todavía, con no sólo la anuencia sino ¡con apoyo de los padres! Todo ello en función de un argumento sofístico –el que no es de extrañar se lo utilice en la actualidad- que las mismas cuentan con el apoyo mayoritario de los estudiantes del establecimiento tomado, como si se pudieran convalidar decisiones ilegales, por el hecho de haber sido votadas favorablemente…

Seguimos con la mención a nuevas modalidades que se observan en materia de reivindicaciones sindicales. Ya no parece, en ese sentido, contar con la huelga como una medida de acción directa elevada constitucionalmente a la categoría de derecho.

Ahora, no solo se recurre a los bloqueos de los lugares donde las empresas desarrollan sus actividades, en lo que puede llegar a ser una extorsión exitosa, o terminar de ser la misma fallida a medias, por llevar finalmente a la ruina de sus dueños. A lo que se agrega otra novedad, sin consecuencia para sus autores, cual es el caso de la reciente toma de un piso del edificio del ministerio laboral, apropiado temporariamente por un grupo de airados sindicalistas.

Para concluir, pareciera que no es una cuestión de gobierno la creación de un verdadero “estado mapuche” en parte del territorio nacional, cuando se los ve a supuestos miembros de ese pueblo aborigen “correr” a gendarmes y pobladores, apropiándose de tierras ajenas, incendiando viviendas y sembrando el temor a diestra y siniestra.

A modo de explicación, cabría afirmar que no solo se trata de un Estado ausente, sino de la desaparición de la ley. Algo que es un paso atrás, o sea un retroceso en dirección a la anarquía. También, como hemos visto, apodada de “incivilización”. Algo que supimos mencionar como la instauración en nuestra sociedad, de la “cultura de las barras bravas”.

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