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En el templete, había una estatua
En el templete, había una estatua
En el templete, había una estatua
Algunas consideraciones acerca del significado e importancia de “lo público”

Acabamos de enterarnos, que en la ciudad de Buenos Aires existen nueve valiosas estatuas a las cuales se había sometido a un exitoso y a la vez costoso proceso de restauración, dado el daño deliberado que las mismas habían sufrido. Pero lo que en principio es una buena noticia, de inmediato deja de serlo, dado que ella también explica que aquéllas no podrán volverse a colocar en su pedestal –permaneciendo guardadas en un depósito, el que como se sabe en su caso es una especie de limbo- por un temor bien fundamentado, que de hacerlo vuelvan a ser maltratadas.

Este tipo de comportamientos no deberían de cualquier manera extrañarnos –aunque siempre deben ser motivo de reprobación y de condena- ya que contamos con un novedoso y creciente historial en este tipo de hechos, sino que se asiste al fenómeno de su generalización en todas partes del mundo, habiéndose asistido, inclusive en el Oriente Medio, a la destrucción deliberada de estatuas y estructuras antiquísimas y de un valor inapreciable por parte de fundamentalistas religiosos.

En tanto, ante este tipo de hechos surge sin esfuerzo, como forma de englobarlos en una misma denominación, la palabra “vandalismo”, con la que viene a describirse ese espíritu de destrucción, objeto de estudio por la piscología de las muchedumbres, que hace que éstas no se detengan en su actuar con ensañamiento, ante el respeto que, según el Diccionario de la Lengua, son merecedores todas las cosas ya sean profanas o sagradas.

Una palabra que como se sabe hace referencia a la acción devastadora de los antiguos vándalos, un pueblo de los conocidos como bárbaros que luego de llegar al sur de España, donde le dio su nombre deformado a Andalucía, siguió en sus correrías en el norte de África.

Mientras tanto quisiéramos detenernos por un momento en esa clase de vandalismo que consiste en la “destrucción de la cosa pública” –la de las cosas sagradas entra dentro de la categoría de la
“profanación” dada su notoria gravedad-
ya que el menosprecio de lo público que ello implica no es otra cosa que un atentado “a lo que es común a todos”. Inclusive de quien actúa contra ellos. Sin advertir que este tipo de acciones constituye además un comportamiento delictivo merecedor de condena judicial. Lo que haría necesario que se fuera más allá, por cuanto el que así actúa debería hacérsele entender que de esa manera se auto-margina, dado lo cual debe considerárselo y tratarlo como un paria social.

Dicho esto, con un énfasis que de verdad nunca se corresponderá con la realidad, dado que siempre es bueno que la misericordia se haga presente –más allá de que la ley deba cumplirse-, todo ello en razón que no puede dejar de contemplarse el contexto en el que se hace presente este tipo de comportamiento.

Ya que, si bien no es el caso de incurrir en un acto de auto masoquismo, cada uno de nosotros debería inquirir hasta qué punto atendemos al cuidado de lo público, o sea de aquello que es de todos y a la vez de ninguno. Y aquí es dable preservar un conjunto de comportamientos transgresores, de los nimios como es de tirar a la vereda un trozo de goma de mascar ya desechado, pasando por algo menos nimio como es el no recoger las “suciedades” del perro que se saca a pasear, o lo que es ya más grave cual es el rayar con saña la madera del banco de una plaza, o usar un aerosol para pintarrajear paredes, hasta la negligencia del funcionario que no cuidan de las cosas a su cargo.

Todo lo cual nos está mostrando falencias en muestra educación, que tiene su principal causa en las escasas muestras de comportamientos ejemplares o la desgracia aun mayor de ser incapaz de percibirlos como tales. A lo que en el ámbito de la enseñanza escolarizada no poner todo el acento debido para que los educandos internalicen el valor de “lo público” y la necesidad de atender a su cuidado.

No se puede por otra parte dejar de advertir que el vandalismo y el “saqueo” son dos cosas distintas, aunque el pillaje o el apoderamiento ilegítimo e indiscriminado de bienes ajenos se da con preferencia en el caso de que se viva una situación vandálica que es aprovechada por quienes sucumben ante la oportunidad del pillaje.

Aunque resulta evidente que cuando el pillaje se transforma en un accionar sistemático e impune del saqueo de los bienes públicos, se viene a producir la situación inversa, dado que el pillaje se convierte en vandalismo.

Este es el mundo en que nos toca vivir, en el que se asiste a una contradicción fundamental, ya que por una parte es indudable que en ciertos ámbitos se hace evidente al avance indudable en el proceso civilizatorio como es la toma de conciencia y los logros que son su consecuencia en materias como los derechos humanos, la igualdad de sexos o la necesidad de preservar el medio ambiente y bregar contra el cambio climático.

Pero no puede dejar de advertirse que simultáneamente se asiste a un proceso inverso, contra el que es necesario enfrentarse hasta derrotarlo, el que por sus características aparece como un peligroso retroceso, y que cabría calificarlo como un intento de “re-barbarización”, entendiéndose por ello que “todo vale” para quiénes, como detentadores del poder, tienen la oportunidad de hacerlo valer.

Y aquí, al respecto se hace necesario evitar otra confusión en la que se suele incurrir, cual es que la requerida es una acción épica, propia de los cruzados. Ya que el éxito, por otra parte, siempre relativo frente a aquella amenaza, reside en una infinidad de pequeñas acciones encaminadas a defensa y preservación “de lo público” al que debe verse como algo más que un espacio territorial, ya que en definitiva vale también por el respeto de los años que además representa. No es otra cosa que la mejor manera de coincidir.

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