En remera y en patas suelen andar los chicos pobres de Entre Ríos.

Hablo de los "gurises" entrerrianos porque los conozco. Aunque los hay correntinos, misioneros, chaqueños, etc., en similar situación. En fin, argentinos. O sea, la Patria.

No andan en remera y en patas porque pretendan desobedecer los consejos del Presidente Mauricio Macri.

Obedecen al destino, que les ha jugado una mala pasada: nacieron pobres y excluidos.

No por designio divino ni por una catástrofe natural, sino por "obra y omisión" humanas.

Si ellos pudieran poner en palabras cómo sienten su realidad, tal vez elegirían una frase de "Latinoamérica", de Calle 13: "Soy toda la sobra de lo que se robaron".

Ellos no calefaccionan sus casas con gas natural, no porque quieran ahorrar sino por dos motivos elementales:

1) No tienen casa sino casillas precarias, de latas o cachetes de eucaliptos.

2) No tienen gas natural sino que, cuando pueden, compran las garrafas, cuyo costo es mucho más elevado que el gas de red.

Es evidente que la desafortunada frase de Macri no tuvo a estos niños por destinatarios. Lástima que no aclaró a quiénes les hablaba.

Probablemente sus palabras apuntaron a las clases media y alta de la capital, que durante más de una década han pagado precios ridículos por la energía, mientras en el interior del país los valores ya eran sustancialmente superiores.

Habría sido un acto de genuina justicia que, en una primera etapa al menos, se les aplicaran aumentos de tarifas sólo a esos que disfrutaron de un privilegio absolutamente injusto, otorgado irracionalmente por el kirchnerismo "nacional y popular".

Pero no fue así. Otra vez, no hay equidad en el reparto de las cargas.

Argentina necesita de gobernantes que no sólo pretendan "pobreza cero".

Es imprescindible que se esfuercen por entender y escuchar a los más pobres, que los tengan especialmente en cuenta toda vez que hablen y mucho más aún cuando diseñen sus políticas, que los valoren, que sientan -si es posible pedir tanto- un genuino afecto por ellos.

Porque, de no ser así, el combate a la pobreza puede degenerar en combate a los pobres.

¡Y no es lo mismo!

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