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Taleb habla con el procurador García
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Raúl Abraham Taleb es un vecino de Diamante, con un título universitario en Ciencias Políticas e Internacionales, militante justicialista de toda la vida, algo que lo llevó a ser embajador de nuestro país en Cuba, y ex legislador provincial.

Hace muy poco de esto un tribunal provincial penal, luego de un proceso que se extendió por quince años, le aplicó una condena de tres años de prisión condicional, por encontrarlo incurso en el delito de enriquecimiento ilícito.

Taleb había sido denunciado penalmente por un copoblano, el dirigente radical y ex diputado nacional Rodolfo Parente y en el transcurso de juicio fue condenado, aunque no cuenta con sentencia firme.

Como defensa contra la imputación de la que había sido objeto, sostuvo que la adquisición de los bienes cuya titularidad revestía habían sido adquiridos como consecuencia de dos “golpes de suerte”, cuales fueron haber ahorrado la mayor parte de las remuneraciones que percibía en dólares, y que recién utilizó, luego de la debacle que nuestro país sufrió con “el fin de la convertibilidad”; a lo que se agrega la circunstancia de haber sido, o ser, un consecuente y exitoso jugador de quiniela.

Y si nos hemos detenido en hacer referencia a Taleb, no es por las circunstancias que surgen del relato, sino por habernos sorprendido algunas expresiones suyas en un programa televisivo de un canal paranaense.

Fue cuando en el trascurso de esa entrevista admitió su arrepentimiento por “haber hecho la conferencia de prensa informando mi patrimonio”. Agregando que “si no lo hubiera hecho no pasaba nada, si acá no investiga nadie. Si no hay una denuncia concreta, nadie investiga, es una realidad”. Remarcó que “se me hizo la denuncia en Diamante por una conferencia de prensa que dicté para hablar públicamente de mi patrimonio, cosa que no hizo ningún político en la provincia”.

Reconoció que habló “con mucha gente que creía que tenía cierto contacto con la Justicia, aunque no para que influenciaran. Me encargué de fotocopiar el expediente y entregárselo al entonces gobernador de la provincia, Sergio Urribarri; al vicegobernador (José Cáceres); a algunos miembros del STJ para que me dieran su opinión; al intendente de Concepción del Uruguay (José Lauritto); hablé con (el fiscal de Estado) Julio Rodríguez Signes que es un hombre avezado en derecho; porque cuando uno lo da vuelta al expediente y cuando está en una situación como la mía empieza a especializarse en el tema, y en cuanto al enriquecimiento el Código Penal dice que tiene que ser desmedido.”

Antes de proseguir corresponde abrir un paréntesis, para remarcar la inadmisible duración del proceso que enfrenta Taleb, que todavía no se ha cerrado, y que supera los tres quinquenios. Lo destacamos no ya con la intención de repetir las viejas cantinelas –por otra parte correctas, aunque no en todos los casos- de que “la justicia tardía no es justicia” o que “la justicia pisa las causas y descansa hasta que el gobierno cambia de color político”, sino ante una cuestión de carácter institucional.

Es que es hora de preguntarnos si de una vez todas no habría que poner en cuestión las responsabilidades de los magistrados que las mantienen durante periodos tan largo abiertas y a los procesados en una suerte de limbo, que si para ellos es un alivio ante su convicción de que es culpable, resulta de por sí algo más cruel que una condena, en el caso resultara absuelto.

Más allá de ello, esos dichos de Taleb dan pie para preguntarse si el mismo es ingenuo o trata de presentarse como tal. Ya que la ingenuidad en algún momento se entrecruza con la inocencia primigenia. Y la pregunta es válida por cuanto comienza por arrepentirse al haber errado por manifestar en forma pública la cuantía de sus bienes, ya que de “meter violín en bolsa” nada le hubiera sucedido, porque el nuestro es el país de las investigaciones inexistentes, torpes, o fallidas por falseadas.

También lo es en cuanto para él, y estar a sus dichos, el quedarse un funcionario con algo que es de todos no sería delito cuando se tratara “de monedas”, o sea de apenas un dinerillo. Sin olvidar la remanida alusión “a la plata del juego”, como defensa.

Pero entre tantas afirmaciones que no tienen desperdicio, existe una que a todas las supera. Es la confesión de haberle entregado una copia de la causa al gobernador, y efectuado “consultas” a miembros de nuestro máximo tribunal provincial. Con lo que se embarduna él y embarduna a los demás. Dado que dentro del marco de una institucionalidad que suponemos vigente, no tiene sentido dejar insinuado que con el gobernador que menciona hubiera intentado un tráfico de influencias. Además hace mal a los magistrados al atribuirle su disposición para ser consultados acerca de una situación sobre la que eventualmente iban a terminar analizando y resolviendo como jueces de la causa.

Lo único que no puede atribuirse a Taleb es que este se haya sumado a la teoría que gana cada día más adeptos en ciertos sectores, no solo de nuestra dirigencia sino de la sociedad, cual es que “el baño en el fervor popular, sirve para limpiar de toda culpa a los funcionarios que han delinquido victimizando al Estado”.

Es que al respecto Taleb solo se limita en la entrevista a la que nos estamos refiriendo a señalar, como al pasar, que “yo declaré (mi patrimonio) públicamente antes de una elección y la gente me respaldó y gané el departamento Diamante por 6.800 votos, es decir que no tuve condena social porque me pusieron la denuncia para la campaña electoral”. Lo cual quiere dar a entender que la ausencia de la condena social, es sino prueba de inocencia, una suerte de “bill de indemnidad”.

Cuando bien sabemos que la justicia del tribunal de la opinión pública, puede ser tanto o más falible que la de los tribunales estatales, y la condena social ha demostrado ser en muchas ocasiones, mucho más prejuiciosa y cruel que cualquier otra.

A la vez, y retomando una expresión frecuente, en películas en cuya trama intervienen mafiosos, debemos señalar, que la larga relación efectuada en torno al diamantino, “no es nada personal”, sino que resulta ilustrativa de la situación en que vivimos y de la que resulta imperioso salir total e irreversiblemente.

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