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Hubo una época en la cual se escuchaba machacar con insistencia acerca de que en la Argentina de Perón, los únicos privilegiados son los niños. Y debe reconocerse que, más allá de cuál hubiera sido la intención, en el caso que la hubiera detrás de esa afirmación, resultó claro que en el “primer peronismo" se exteriorizó una especial atención respecto a ellos.

Se trata la indicada de una regla casi universal y no solo en el caso de los seres humanos, sino también de la mayoría de los animales, que está incluso por encima de lo que se conoce como "justicia social".

Ya que el “cuidado de las crías" tiene que ver con otra ley que por pasar desapercibida comúnmente no siempre se la respeta, no solo en el caso de nuestra propia descendencia, sino en la ajena, e inclusive en la manera abusiva y despiadada que tantas veces de una manera directa o indirecta, venimos a tratar a los animales de las más diversas especies y categorías de nuestro entorno.

Una ley natural, la señalada, que impone el “cuidado de las crías" en la que aparece claro su fundamento, ya que se explica por sí mismo, sin necesidad de entrar en mayores abundamientos. Ello así porque esa es la única manera de asegurar la perpetuación de las especies, y en el caso de los seres humanos, el futuro de la humanidad toda.

Cierto es que podemos despreocuparnos de esa circunstancia, ya por considerarla obvia o por falta de interés en ese clase de cuestiones, pero de la que tenemos la prueba más acabada de su existencia, en la conmoción de los padres ante el nacimiento de una criatura, y esa reacción intuitiva de complacencia y hasta de guarda, que genera la presencia de un niño a nuestro frente.

Es que el cuidado de las crías, no tiene que verse como natural, tan solo a partir de su nacimiento e incluye también el periodo de su gestación. De allí que puedan explicarse las reacciones que provoca en tantos de nosotros -es sabido que existen quienes ven las cosas de otro modo- la mala nueva que significa esa insistencia, ahora aparentemente renacida en nuestra sociedad, de autorizar el aborto en forma universal y gratuita, aunque no afortunadamente en forma "obligatoria", como sucede en el caso de las "paso".

Una paradoja más, que viene a darse en nuestro caso, cuando el accionar de quienes buscan la habilitación del aborto - el que es no otra cosa que el "homicidio de un nonato"- se da en forma simultánea con la presencia de parejas obsesionadas emocionalmente por la desesperación de no poder concebir un descendiente, unida a la dificultad de encontrar y lograr convertirse en padres de un niño, de los tantos que por las motivaciones más diversas no quiere – o “no tiene más remedio”- al menos su madre conservarlo a su lado para criarlo.
Esa es nuestra manera de ver las cosas, sin desconocer y respetar lo que la ven de otra manera, aunque tenemos la convicción que esa es la manera verdadera de reconocer la situación de “privilegio de los niños", de entrada no más, o sea desde el momento mismo de su concepción.

En tanto así como encontramos una relación entre la habilitación para el aborto y entre nosotros un incipiente bien mirar a la eutanasia, en el caso de las personas mayores. Debemos reconocer que no encontramos relación alguna, inclusive puede darse el caso que no exista, entre el aborto como práctica socialmente aceptada, y el tratamiento que en nuestra sociedad damos a los niños -en la medida que le asignemos el rango de "un colectivo"- si se atiende a la circunstancia que en la actualidad de cada dos niños, existe otro —y un "cachito más- que viven en la pobreza, cuando no en condiciones de pobreza extrema, o sea lisa y llanamente en la indigencia.

De donde pareciera haber dejado de ser, al menos una meta esperanzadora y realizable, no la de que entre nosotros los niños sean los "únicos" privilegiados, sino que se los dote de eso que en realidad no es un privilegio, sino la forma de responder a la necesidad de cuidado que ellos necesitan.

Viene a darse de esa manera una segunda paradoja, cual es que daría la impresión de que los niños no puede gozar, aún antes de nacer, no de un privilegio sino del derecho a la guarda y el cuidado, mientras nuestra sociedad está llena de personas notoriamente privilegiadas dada su pertenencia a determinadas corporaciones.

Una pregunta que fluye sin esfuerzo, de que entonces, la situación de nuestra niñez es causada porque contamos con "una manta corta", dado lo cual no alcanza para hacer posible el cuidado de los niños, al ser utilizada para abrigar a los privilegiados.

A la vez, y con ello concluimos, circunscribiéndonos a una situación concreta en que ellos resultan las víctimas, quisiéramos que alguien fuera capaz de explicarnos la razón por la cual nuestros niños no encuentran abiertas las puertas de sus escuelas y pueden acceder a ellas con los cuidados especiales que exige la pandemia, cuando en países de otros continentes que viven la misma o peor situación, ellos han seguido concurriendo a clase en el marco de esta "nueva normalidad”.

Es que por lo que se intuye y hasta por lo que se puede llegar a saber, como sociedad estamos dando por “esa privación", a nuestros niños, un trato de consecuencias gravísimas, tanto en su desarrollo personal, como en las consecuencias funestas para la sociedad del futuro en que ellos alcanzarán su madurez, y en relación a la cual, como sociedad, la responsabilidad no asumida es nuestra.

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