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En medio de una situación en la que vemos por todas partes brotar problemas -lo que en la jerga periodística se describe como “frentes abiertos” o “apertura de otros nuevos”- puede llegar a considerarse como una muestra de incomprensión de nuestra realidad y de sus urgencias, el ocuparse de “pérdidas” aparentemente de menor cuantía, cuales serían de “los estribos” y “la compostura”.

A decir verdad, en apariencia al menos -y tan solo así- un poco de razón asiste a quienes argumentarán de ese modo. Porque a los “estribos” -los que conocen de lo que se trata- los perdemos a diario, sin que el saber de su existencia no signifique el conocer en detalle los elementos que los componen y su forma; o que implique conocer su uso o las consecuencias que trae aparejada su pérdida. De allí que resulte explicable la ignorancia del sentido figurado con el que se hace referencia a esta última circunstancia. Y en el caso de la “compostura”, hace tanto que estamos “descompuestos” -dicho esto también en sentido figurado- que es hasta natural que nos volvamos mudos; cuando su pérdida, se trae a colación.

Es por lo mismo que no resulta ocioso volver por el significado de ambas expresiones. Comenzado por la de “la pérdida de los estribos”; la cual, según el relato incluido en un viejo texto escolar, “por lo general ves que ha perdido los nervios, se le ha acabado la paciencia y deja llevarse por sus más bajos instintos o sentimientos; mostrando una actitud impropia y fuera de todo comportamiento racional”. Completando esa explicación, aludiendo a que “el origen lo tenemos algunos siglos atrás, cuando los caballos eran el medio de transporte común y el jinete controlaba al animal mediante (entre otras cosas) los estribos, que son unas piezas de metal o cuero por lo general, que se unían a la silla de montar a través de una tira ancha de cuero y donde el jinete apoyaba los pies. Por lo tanto, si éste sacaba sin querer los pies de los estribos, existía la posibilidad de que perdiese el control sobre el caballo, evolucionando la expresión hasta el significado actual”.

Más complicado es explicar tanto lo que es “la compostura”, como su “pérdida”, ya que en este caso nos encontramos ante algo intangible. Es que la compostura, según el diccionario significa “discreción y decoro en el comportamiento”. A lo que, a guisa de comentario, se añade una referencia respecto a que habla bien de quienes la conservan o guardan “en situaciones difíciles”. E indudablemente ayuda a reforzar la idea que se tiene acerca del concepto; atender a sus sinónimos cuales son, modestia, recato, decoro, pudor, mesura, circunspección y seriedad.

Lo cual, viene a dejar sentado que ambas expresiones tienen que ver con comportamientos a los que cabe no considerar desapropiados o impertinentes; y que por ende van en contra de la necesidad de preservar una convivencia armoniosa.

Todo ello con la diferencia que, mientras la pérdida de los estribos cabe explicarlo -y hasta disimularlo- considerándolo como un “arrebato” ocasional; la de la compostura es algo mucho más grave, en parte porque viene acompañada por lo general de sentimientos reprimidos por largo tiempo -lo que hace que no quepa considerárselo como mero “exabrupto”-, y que a la vez deja aflorar todas las falencias ocultas de la personalidad social.

En tanto, el hecho que vivamos en una situación desquiciada viene a mostrar ambos tipos de pérdida. Es así como nos hemos ocupado en forma repetida -e inclusive se lo ha hecho en una de nuestras columnas de opinión- de un entredicho que tiene como protagonistas a dos vocales del Superior Tribunal de Justicia de la provincia, el que inexplicablemente se ha documentado en un acta de acuerdo de ese cuerpo y que ahora ha desembocado en una denuncia judicial. Una situación bochornosa -que parece una muestra de olvido de esa expresión de la sabiduría popular que alude a la conveniencia que “la ropa sucia se lava en casa”-, y que de esa manera viene a salpicar a los restantes miembros de nuestro máximo tribunal, ya que estos se han mostrado impotentes a la hora de mantener esa situación enojosa bajo control.

A la vez, hemos tenido también oportunidad de ocuparnos de una carta pública, dirigida al gobernador Bordet por la Sociedad Rural de Nogoyá, en la cual, con sobradas razones, se denuncia la pésima gestión de la Dirección Provincial de Vialidad, pero que incurre en lo que cabría calificar como un exabrupto, cuando propone la disolución de esa repartición.

La respuesta de quien encabeza la misma no se hizo esperar. Y, según lo que da cuenta una crónica periodista, “arremetió contra la entidad ruralista y pidió la expropiación de su predio ferial e instalaciones conexas”. Se trata de un inmueble de ocho hectáreas; una parte del mismo utilizada para la realización de remates de hacienda, y otra en la que en un sector parquizado se levanta un salón para conferencias y eventos sociales, entre los que se cuenta la anual Fiesta Provincial de la Leche, que la municipalidad de esa ciudad organiza, y para la que dispone el uso gratuito del lugar.

En tanto, una versión que queremos suponer exagerada de los dichos del funcionario referido, pero que de cualquier manera se ajusta a su manera de pensar, si se tiene en cuenta el resentimiento que aflora del resto de sus declaraciones; le hace decir que “si nos pretenden disolver, por nuestra parte los vamos a expropiar”.

Una expresión que, en el contexto en el que se dijo, y el lapso que transcurrió entre el desorbitado reclamo de los ruralistas y la réplica, no puede explicarse como una reacción de quien “ha perdido los estribos”, pero que tampoco vendría a constituir una pérdida de la compostura, dado que el conjunto de sus declaraciones, podría llevar a suponer que ese funcionario, carece de ella.

La pregunta que queda flotando en el aire, es cuál será la reacción de nuestro gobernador Bordet, quien entre sus cualidades cuenta el mostrarse siempre “tan compuesto”; dado lo cual no cabe duda que lo debe haber impactado negativamente, la falta grave de comedimiento de ese funcionario. De manera que se nos ocurre adoptará una decisión, encaminada a evitar futuros desmadres por parte de sus funcionarios.

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