Atención

Esta imágen puede herir
su sensibilidad

Ver foto

Compartir imagen

Agrandar imagen
Cuba y Argentina, ¿en caminos opuestos?
Cuba y Argentina, ¿en caminos opuestos?
Cuba y Argentina, ¿en caminos opuestos?
Está por verse si Argentina y Cuba están recorriendo caminos inversos

Se ha dicho que lo fantástico se hace presente cuando, utilizando la imaginación, logramos que aparezca frente a nosotros algo que viola las normas de la realidad. Lo que no se dice en cambio, y resulta difícil encontrarle respuesta, es cómo definir, o encontrar la palabra justa para describir lo que sucede cuando se da un estado de cosas inverso; cual es que, viviendo en un mundo de fantasía, es nuestro deseo avanzar a otro; sea éste como sea pero que, por ser fundamentalmente predecible, se nos aparezca como normal.

En su momento jugamos con ideas de este tipo, en editoriales de nuestra edición de papel, cuando fantaseábamos con ideas locas que hasta cierto punto se volvieron proféticas –debemos a fuer de ser honestos, que se pueden encontrar infinidad de ejemplos que dicen de nuestra ausencia de originalidad- al momento en que, aquello que en nuestro entorno por fantasioso, podía inclusive llegar a tenerse por disparatado, lo vimos cada vez más semejante a una realidad en la que nos internábamos de una manera sinuosa, pero sin que nos permitiera escapar.

Es que en un primer momento se nos ocurrió fantasear acerca de que nuestro país, al que cometiendo un error más que conceptual, pretenciosamente considerábamos poco menos que un “trozo de la sociedad europea, trasplantado a estos lares”, creíamos verlo “latinoamericándose”.

Una forma de fantasear que exige una explicación, ya que al expresarnos de ese modo, lejos estábamos de manifestar un sentimiento de menosprecio hacia el resto de América Latina, en lo que respecta tanto a su población, como a muchos de sus incomparables valores –los que hasta cierto punto eran y son los nuestros como resultado de un fructífero mestizaje- sino haciendo referencia a sus carencias materiales y un desarrollo diferente en materia de formación intelectual, que se podía traducir en los resultados de una comparación de indicadores socioeconómicos.

Claro está, que teniendo en cuenta el hecho que en la actualidad en nuestro país más de seis de cada diez de los menores de edad son pobres, esa fantasía ha devenido en castigo, y se ha convertido, también aquí, en una brutal realidad.

Debemos todavía añadir, que a medida que pasaban los años y se convertían en décadas, al constatar que esa primera fantasía que iba dejando de ser tal, nos animamos a mostrarnos como agoreros de una mayor envergadura. Fue así como comenzamos, esta vez, a fantasear acerca de una conjetural “africanización” de nuestra sociedad.

A la vez corresponde advertir que al momento de ese fantasear no se nos había ocurrido jamás pensar que alguna vez se iba a escuchar hablar de que “vamos camino de convertirnos en otra Venezuela” –la que en aquel momento gozaba de una desigual prosperidad- y ni siquiera en Haití, la que actualmente sigue exhibiendo esa situación de que “nunca peor se puede estar”.

En tanto, en una nota periodística reciente en un primer párrafo encontramos se pedía a sus lectores imaginarse “un país cuyo principal socio comercial lleva cinco años en caída libre. Que imaginen que la nación más poderosa del mundo, con la que había logrado una tregua tras décadas de tensiones, vuelve a restringir el envío de dinero y turistas. Imagine ahora que una pandemia reduce aún más las remesas y cierra sus fronteras al turismo, dos de las tres principales fuentes de divisas del país. Y, por último, imaginen que a diferencia de otros países, el suyo no puede acudir a los mercados financieros para suavizar el golpe”.

Fue ese el momento en que nos preguntamos si en ese artículo estaban hablando del nuestro. La respuesta fue inmediata ya que ese análisis estaba referido a la situación cubana. Y que el socio “en caída libre” era Venezuela, y los Estados Unidos de Trump era el que había interrumpido una tregua que permitía el envío de dinero por parte de los cubanos exiliados, y sus familiares que se habían quedado, al mismo tiempo que el arribo de turistas.

Pero, a renglón seguido nos encontramos con otra sorpresa. No estaba la misma en el hecho de que se señalara que con “un descenso del PBI en 2020, el Gobierno cubano estimó en el 11% el aumento, con artículos de consumo básico multiplicando su precio hasta por cinco, y con colas de horas para adquirirlos”.

Ni en el hecho que “la isla vive lo más parecido que hay en economía a una tormenta perfecta”. Ni tampoco en ver destacado que “cuando nadie te da crédito —Cuba incumplió en 2020 el segundo pago de intereses por los 30 millones de euros que debe a los acreedores del Club de París— una caída en las fuentes de ingresos implica casi automáticamente una caída del consumo”.

Sino porque en la nota se incluía una información que anunciaba para esa isla un gigantesco “reordenamiento” de la economía que “el Gobierno cubano llevaba retrasando desde 2006”. La que contempla “la retirada paulatina de subsidios a empresas estatales y servicios públicos, fin de la doble moneda, y más espacio para el cuentapropismo, como se llama en la isla a la actividad privada”.

Para luego pasar a señalarse que “a muy grandes rasgos, así podrían resumirse los tres pilares con que los mandatarios locales están tratando de levantar, a base de mejoras en la oferta, un rompeolas que enfrente el temporal.”

Es por eso que se recuerda que en “mercados oligopólicos y monopólicos las empresas sobreviven aunque se incurra en grandes ineficiencias y resulten del mismo modo deficitarias”; como consecuencia de lo cual, para superar la situación, “el gobierno tiene que aceptar tener un sector de empresas estatales mucho menor y llegar a admitir la llegada de competencia privada.”

Agregando el articulista, refiriéndose esta vez a la necesidad de “evitar espirales inflacionarias como las de Argentina y Venezuela, que la aplicación de una política de precios máximos, tiene como consecuencias esperables: una ampliación del mercado negro y del desabastecimiento. De modo que recuerda a las peores épocas del período especial en los años noventa, cuando la disolución del bloque soviético sobre el que descansaba la economía caribeña provocó la pérdida de una tercera parte del PIB.”

Todo lo cual lleva, en la misma nota, a hacer referencia a la opinión de un economista cubano, actualmente profesor en una universidad de los Estados Unidos, quien señala que las medidas que se están proyectando en Cuba, van en la dirección correcta, pero debían haber llegado antes y no durante “una crisis tan aguda como la actual”.

Punto de vista, al que se añade que “lo que sí habría que hacer cuánto antes es una reforma agrícola ´al estilo de la de Vietnam´, dando más libertad a los agricultores para elegir qué plantar y a quién vender la cosecha. Eso les aliviaría del corsé de un sistema de acopio estatal que no está generando los alimentos suficientes y multiplicaría la tan necesaria producción local (entre el 70% y el 80% de los alimentos que se consumen hoy en Cuba son importados)”.

Una lectura, la así resumida, que nos lleva a preguntarnos si es verdad que Cuba comienza a transitar un camino inverso, a aquél que nuestro gobierno muestra su tentación de profundizar. Claro está que se hace necesario ver si en Cuba se efectúa ese tránsito. Pero gran cosa es que al menos se piense en él, cuando menos fisurando la caparazón ideológica que lo constriñe.

Enviá tu comentario