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Mateo estaba contento porque había logrado una de las figuritas que le faltaba, en esta locura mundialista que todo lo invade o invadía tras la salida de Argentina.

La verdad yo no le daba mucho crédito a esa pasión que estaba en su máxima expresión, pero debo reconocer que no pude sentirme ajeno luego de leer la excelente columna de Guillermo Acosta- que les recomiendo ttps://www.elentrerios.com/opinion/la-tarde-en-que-messi-cambi-figuritas-en-la-plaza-de-mi-ciudad.htm-, y comencé a mirar con otros ojos a ese álbum arrugado, que ha perdido alguna que otra hoja, y se va completando día a día.

Mi rol era únicamente de proveedor de figuritas, recorriendo kioscos y más kioscos, ya que no hay casi vendedores y existen negocios que venden a 25 cada paquete, cuando se pueden conseguir a 15. Cada papá y mamá sabe de la inversión que implica la locura mundialista y las figuritas.

Es así que Mateo con su alegría me muestra las últimas conquistas, recordando la columna antes mencionada, le digo a su mamá que se podían ir a cambiar figuritas, ya que en casa hay cientos de figuritas repetidas, y mi primogénito no entiende cómo funciona el sistema de intercambio, se terminan regalando las figuritas, en un trueque un tanto extraño.

En síntesis le digo a Mateo que traiga sus figuritas repetidas para ver de ir a cambiarlas el próximo fin de semana, comienza a buscar en el bolsillo izquierdo externo de la mochila, sí esa que es más grande que él, pero que tanto pidió durante todo el verano.

Lo miro preocupado, luego busca en el derecho, en el del medio, “no está” me dice con su voz temblorosa, le digo que busque adentro, entre sus cosas, sigue buscando, vuelve a repetir el procedimiento, nada. Le digo que busque entre sus cosas para ver sí la chica que lo cuida no lo guardó, y nada.

Le pregunto y le repregunto, pero su respuesta es una, me la habrán sacado, y ante mi insistencia, la respuesta sigue siendo la misma. Trato de explicarle a Mateo que semejante cantidad de figuritas tienen un valor económico, porque hablamos de más de una centena de figuritas al punto que en su pequeña mano casi no cabían, pero él me miraba con esos ojos que me enamoraron un 12 de mayo.

Ante esta situación lo primero que pensé es que el debía hablar con su maestra, para que pregunte si alguien equivocadamente se llevó las figuritas, y en todo caso ir a hablar yo, pero Mateo no quiso, le pregunté por qué, y su silencio me hizo recordar a aquella columna veraniega https://www.elentrerios.com/opinion/algo-esta-mal.htm, sobre la mirada pesimista que tiene Mateo sobre el sistema.

En esta sociedad liquida, Mateo está entre la falta de malicia y la desconfianza o duda sobre la verdad o eficacia del sistema, y esto lo digo porque él no se enojó, es más creo que no terminó de entender que les sacaron las cosas, pero al mismo tiempo mi bebé es escéptico y esa mezcla con la ingenuidad lo hacen alguien a quien quiero cuidar pero al mismo tiempo debo soltar para que se prepare para el mundo que lo espera.

Pero quizás lo más grave, que surgió de charlar con alguien que respeto y aprecio mucho, y con quien fue el único que hable de esto, justamente mientras escribía estas líneas es si no debería hablar igual con la maestra, más que nada para que les puedan explicar a los compañeritos de que está mal sacar lo ajeno, o incluso aclarar el malentendido.

Empecé la columna hablando que Mateo está “Entre la ingenuidad y el escepticismo”, pero termino la misma diciendo que tal vez quien está cada vez más escéptico no sea mi hijo, sino quien escribe estas líneas, y esto implica que debo empezar a pensar desde otro lugar, porque nada bueno se construye desde ahí.

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