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El epitafio de Huidobro
El epitafio de Huidobro
El epitafio de Huidobro
Anoche, después de escuchar al Presidente, me pregunté si alguna de las víctimas de la peste actual tendría ya su epitafio. ¿Los habrá en los cementerios chinos? Así lo espero, dada la universalidad de la costumbre, a lo largo de la historia.

Epitafio: palabras escritas sobre una tumba, que puedan ir más allá que los nombres y fechas fatídicas. Como en todo hay una gran desigualdad, un humilde artesano ostenta la devoción de los suyos, no hay ninguno en la tumba de Einstein dado que no existe esa tumba, habiendo sido las cenizas libradas al viento. Tenemos el de griegos famosos, el de Alejandro Magno: "Una tumba es suficiente para quién el universo no bastaba", muy cierto, pero la tumba desapareció y dicha inscripción sólo imaginaria, por el momento; y el de un griego común: "Yazgo aquí, sesentón, Dionisio de Tarso, soltero. ¡Ah ojalá, así lo hubiera sido mi padre también".

No siempre son palabras, en el de Arquímedes hay una esfera inscrita en un cilindro, cuyo volumen calculó; en otras hay problemas algebraicos, o una espiral logarítmica (la que observamos en las telas de araña, en los caracoles, en las galaxias) en la lápida de su descubridor Jacques Bernouilli (1654-1705) a la cual se agregó: "Aunque cambiado, resurjo". Lástima que el dibujo de la espiral está equivocado.

Se dijo que leyendo los epitafios romanos uno se educaba: "Es más digno que el hombre aprenda a morir que a matar" (Seneca) o "Mantua me ha engendrado, Calabria terminó con mis días, ahora Nápoles acoge mi cuerpo. He cantado los pastizales, a los campos de cultivo, a los caudillos" (Virgilio). Para un liberto: "Caminante cansado, que paseas ante mí, aún te es posible caminar lejos, y sin embargo este es el lugar al que debes venir".

El epitafio de Shakespeare es un ruego que a muchos resultó sospechoso y tentador: "Buen amigo, por Jesús, abstente de cavar el polvo aquí encerrado. Bendito el hombre que respete estas piedras y maldito el que remueva mis huesos". Su deseo fue respetado hasta las últimas restauraciones. El de Beethoven fue un ácido pedido: "Que los amigos aplaudan. La comedia se ha acabado".

Los hay falsos, como el atribuido a Groucho Marx: "Señora, disculpe que no me levante" o el que se dice de J S Bach "Aquí no habrá ninguna fuga", y muchos humorísticos, como el de Dorothy Parker: "Perdón por el polvo" o uno anónimo "Aquí descansa él y en casa descansamos todos" o "Aquí están nuestros huesos esperando los vuestros". O muy elocuente: "La hizo difícil" para Bette Davis.

Los poetas gozan de inscripciones acordes su genio: "Aquí yace uno cuyo nombre fue escrito en agua" (J Keats), o "Abrid la tumba, al fondo encontrareis el mar" (V Huidobro), o uno muy tierno para César Vallejo "He nevado tanto para que duermas": y "....jamás temieron" para Borges, siempre añorando el coraje, escrito en sajón antiguo y con la imagen de unos guerreros enarbolando hachas.

Mi epitafio favorito es el de nuestro WH Hudson. "Amó los pájaros, los espacios verdes, el viento en los matorrales y vio el brillo de la aureola de Dios", y me gusta el que Turgot dedicó a Benjamín Franklin "Arrebató el rayo a los cielos y el cetro a los reyes", y es doloroso lo ocurrido al gran Galileo, a quien después pasado un siglo le dieron cristiana sepultura con un epitafio escrito en latín, para quien había escrito todos sus tratados en lengua vulgar, una humillación más.

A principios del siglo pasado, un oscuro abogado de un pequeño pueblo de las praderas norteamericanas, concibió entrelazar 244 poemas -epitafios alusivos a otros tantos habitantes de una pequeña ciudad, parcialmente imaginaria. A parte de que los poemas son muy bellos, leyéndolos uno va configurando historias en la relación que hubo entre unos y otros. Su poemario se llama "La antología del río Spoon", su autor E L Master. Tuvo un éxito fulminante y prolongado, y agotó la imaginación de su creador. Es como la "Commedia" de un pueblo común. Algunos habitantes del pueblo natal de Masters se ofendieron, incluso su madre. Hubo traducción al castellano, ediciones Fausto, una noble editorial que como tantas cosas nobles desapareció, sin epitafios.

Y temo que habrá más, pero ya estamos todos cansados.
Fuente: El Entre Ríos

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