Atención

Esta imágen puede herir
su sensibilidad

Ver foto

Compartir imagen

Agrandar imagen
No sabemos cuán conocida en profundidad es la obra poética de Ernesto Cardenal. Aunque haya mayor posibilidad de que se lo tenga presente no ya por su labor como poeta, escritor, traductor y escultor en el que se despliega su accionar, sino por el hecho que volcado en las postrimerías del régimen autoritario de los Somoza en Nicaragua, a luchar contra él, lo hizo hasta más allá de lograr su caída.

Algo que hizo integrando las filas de la resistencia sandinista, o sea las del Frente Sandinista de Liberación Nacional, en el que veía al promotor de una "revolución desprovista de venganza".

Miembro del gobierno sandinista hasta mediados de los ochenta del siglo pasado, colaboró como Ministro de Cultura cuando el sandinismo tomó el poder, en la primera “etapa gubernamental de Daniel Ortega”. Lo hizo hasta que se apartó del mismo por quedarle en claro el bastardeo del sandinismo por quien era su cabeza.

Se trataba del mismo Daniel Ortega que en la actualidad, y desde largo tiempo atrás, nuevamente en la presidencia de su país, es junto con su mujer la cabeza de un régimen de rasgos autoritarios que rozan con el totalitarismo, que guarda un menguado parecido con el actual régimen de Nicolás Maduro, que como se sabe no cesa en su intención de acabar con los venezolanos y también con Venezuela.

Sacerdote católico, fue uno de los más destacados propulsores de la teología de la liberación en América Latina, y en esa condición fue el fundador de una comunidad cristiana, casi monástica, en una de las islas de un archipiélago de ese país.

Viene al caso, como detalle que ahora puede sonar como anecdótico, el hecho que en ocasión de la visita a Nicaragua en 1983 del papa Juan Pablo II, en la recepción ofrecida por el gobierno nicaragüense, Ernesto Cardenal lo recibió arrodillado. Fue entonces cuando el Papa, con gesto duro y el dedo índice señalándole, lo reprendió públicamente por formar parte del Gobierno Sandinista. La cosa no terminó allí, ya que un año después el mismo Papa lo suspendió a divinis del ejercicio del sacerdocio, situación en la que se mantuvo hasta el año 2019.

Su recorrido por nuestro continente lo llevó a visitar en Chile al entonces presidente Salvador Allende, y al ahora en silencio subcomandante Marcos que en 2007 encabezaba en el estado mejicano de Chiapas, un originalísimo movimiento de insurrección popular.

Para concluir esta deshilvanada reseña previa al objeto último de esta nota, debe destacarse que Cardenal había sido ingresado en el hospital managüense de Managua el 4 de febrero pasado debido a fallos renales y cardíacos, donde recibió el alta. Falleció en Managua un mes después, el 1 de marzo del 2020, a los noventa y cinco años.

Lo que nos resta por señalar es en verdad el verdadero objeto de esta nota, cual es lo que aconteció ya fallecido. Ya que relata la crónica periodística que “simpatizantes del Gobierno nicaragüense de Daniel Ortega invadieron este martes el funeral del poeta Ernesto Cardenal, en la Catedral Metropolitana de Managua. Más de un centenar de mujeres y hombres uniformados con pañuelos rojos y negros (los colores del Frente Sandinista) llamaron “traidor” al difunto y a quienes lo acompañaron, y luego acosaron a personalidades presentes y amigos con los que Cardenal contaba en diversos sectores de la comunidad.

Abundando en la descripción, se señala que “fue una jornada tensa en la catedral. Los simpatizantes gubernamentales –conocidos popularmente como turbas– llegaron al templo antes que el féretro. Cuando el ataúd de Cardenal ingresó, las turbas gritaron consignas: “Queremos la paz” y “no pudieron ni podrán”; esta última en referencia a los ciudadanos y opositores que protagonizaron las protestas sociales de 2018 y a quienes el régimen acusa de una intentona golpista frustrada.”

No puede dejar de señalarse, que otra fuente alude al hecho que en paralelo a la misa, la maquinaria del Gobierno titulaba en sus medios: “Nicaragüenses rinden homenaje al poeta y sacerdote Ernesto Cardenal”, en lo que ella al comentar esta circunstancia considera “un ejemplo claro de la disociación del discurso oficial al hecho. La propaganda mostraba una foto de las turbas uniformadas con el pañuelo, las que supuestamente asistieron a la misa “por admiración al ejemplo” del sacerdote trapense.”

Un “doble discurso”, en el que la realidad no corre por la misma vía que el relato y que no deja de resultar también a nosotros familiar. El cual es por lo demás archiconocido por los nicaragüenses, que no pueden dejar de recordar, que hace de esto escaso tiempo, mientras Daniel Ortega y alguno de sus secuaces de reunía con referentes opositores, entre los que no faltaban sacerdotes católicos, para “hablar de paz”; en forma simultánea grupos de paramilitares orteguianos se encargaban de ejercer todo tipo de violencias, de manifestantes que en la calle reclamaban precisamente paz.

La misma información disponible provoca un rechazo nada exento de indignación, cuando viene a dar cuenta que “el féretro del poeta Cardenal era resguardado por familiares y amigos cercanos, por el temor puesto de manifiesto, que llevadas las cosas al extremo el ataúd fuera profanado”.

Para terminar se señala que “la policía militarizó la funeraria donde se realizó su velatorio por miedo a una protesta ciudadana, y este martes al finalizar la misa, los familiares decidieron sacar lo antes posible de la iglesia el ataúd del poeta ante el aumento de la tensión”.

Se sigue relatando que “no pudieron hacerlo por la puerta principal. Tuvieron que sacarlo por una lateral de Catedral, bajo el griterío de las turbas”. No era para menos, ya que incluso se afirma que “cinco periodistas fueron asaltados y vapuleados, entre ellos reporteros de La Prensa y otros portales, y uno de ellos, que intentó refugiarse en la casa cural de la catedral, acabó en un hospital de Managua vomitando sangre, aunque luego fue estabilizado por los médicos”.

Nos hemos extendido en la transcripción de trozos entresacados fragmentariamente de crónicas periodísticas diversas, las que por otra parte vienen a ser convergentes en lo principal, ya que se debe crear conciencia acerca de la necesidad de inmunizarnos -o sea de algo así como de vacunarnos” contra este tipo de comportamientos tan desarreglados como desenfrenados. Los cuales pueden llegar a desatarse, y traducirse en una total falta de respeto al otro, aunque ya se haya vuelto difunto.

Algo que ignoramos, si es o no más grave, pero que es de cualquier manera repudiable. Sobre todo cuando esos comportamientos –como es el caso de Nicaragua- se contrasta con la proclamación de unión y paz, que contradictoriamente se escuchan al mismo tiempo.

Enviá tu comentario