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Muchos fueron los que escucharon de un acontecimiento que se supone ocurrió en épocas tan remotas, que aunque pudiéramos ubicarlas con precisión en una serie cronológica de la historia natural de nuestro planeta, no la volveríamos por eso más interesante, ya que ello no resulta necesario en nuestro caso.

El hecho a que aludimos se ha visto desdibujado en sus detalles, a la vez que lo completamos con otros frutos de la imaginación.

Pudo haber sucedido más o menos de esta manera: en algún lugar de nuestro planeta y en un tiempo impreciso que para el caso no importa, cayó un meteoro de un tamaño tal que al chocar sobre la tierra, levantó una polvareda en la que se entremezclaba humo, polvo y un número indeterminado de ingredientes.

Una nube espesa cubrió la tierra entera, impidiendo el paso de los rayos del sol y sumiéndola en la obscuridad plena.

Destacamos que, al describir lo supuestamente ocurrido, no lo hacemos como un intento de reconstruir los hechos reales, sino tratar de mostrar una leyenda remendada con la que se los habría vestido, dado lo cual ni importa, ni vienen al caso, tratar de desentrañar detalles de lo que habría ocurrido.

Tal el caso del origen, tamaño y naturaleza del meteoro, el lugar donde cayó, la composición de la nube que habría envuelto al planeta y el tiempo preciso que pasó hasta que se viera nuevamente salir el sol.

Ni tampoco si es cierto, como alguna vez se ha podido escuchar, que entre las consecuencias de lo acontecido se encuentra la extinción de los dinosaurios.

El relato precedente se nos ocurre adecuado para, sino asociarlo, dado que se trata de hechos con causas y magnitudes distintas, por lo menos para vincularlo, poniéndolo como telón de fondo que nos permita comprender mejor un acontecimiento de menor escala, cual es lo ocurrido hoy en Brasil.

Incendio de grandes extensiones de su selva amazónica, estado de cosas ampliamente conocido por la atención a nivel mundial que el mismo ha provocado y que nos exime de, también en este caso, entrar en detalles.

En cambio, algo que se impone es efectuar algunas puntualizaciones que sobre todo de una manera tangencial atienden a este nuevo episodio de un gran desastre, persistente y continuado en cuanto ininterrumpido y de consecuencia catastróficas.

El hecho es la desforestación de lo que ha dado en llamarse Amazonia o Amazonía, a lo que debe agregarse que se asiste a la presencia de un conjunto de acciones humanas deliberadas que, aunque no sean partes de un plan coordinado, provoca los mismo efectos, que debieran ser estremecedores.

Al respecto, lo que primero nos ha llamado la atención es la aparente desinformación, no ya de “opinólogos” de distinta clase, sino de aseveraciones, como la de algún presidente europeo, señalando que con esa devastación no se hace otra cosa que efectuar una suerte de extirpación del pulmón que permite oxigenar al mundo.

Una explicación que sería equivocada a estar a lo que señalan fuentes de formación científica reconocida, las que sin poner en cuestión la magnitud negativa del fenómeno, señalan que en realidad el “pulmón de oxígeno” del planeta son los océanos, mientras que lo que es en realidad ese sector boscoso del planeta, dadas sus características peculiares, es la mayor “fuente generadora de vapor de agua”, con la que cuenta la tierra.

Las consecuencias más temibles de lo que está sucediendo tiene que ver con ominosas y más que probables cambios profundos en el régimen de lluvias con su incidencia en la extensión temporal y territorial de las sequías, y en el abastecimiento de agua para todo tipo de consumos.

Son las mismas fuentes las que desechan la posibilidad de que la deforestación sea seguida por la desertificación –ellas hablan de que lo más probable es que esos territorios hasta ahora selváticos se conviertan en grandes sabanas, situación que de cualquier manera es preocupante, ya que la deforestación en la región está llegando a un “punto de quiebre”, como consecuencia de lo cual la extinción de la selva en ese área se convertiría en un algo irreversible.

Por otra parte se alude a la presencia de una insaciable codicia en los deforestadores, frente a la cual deberían reaccionar con firmeza los gobiernos, ya que todos los países del área cuentan con una superficie de tierras suficientes para ser destinada a la actividad agropecuaria, sobre todo en el caso de que ellas fueran correctamente trabajadas.

Por otra parte fuentes que miran la cuestión desde una perspectiva más cercana a la del análisis socio político, después de sorprenderse por el hecho que según ellos en la opinión pública mundial ha impactado emocionalmente en mayor medida el incendio de la parisina Catedral de Notre Dame, que esta miríadas de focos de incendio en el territorio brasileño, se ocupan de señalar dos tipos de circunstancias diferentes.

Es así como comienzan por marcar que, independientemente de la dimensión de la culpa que pueda darse al comportamiento del presidente Bolsonaro en lo ocurrido –en lo que se cree ver más un “dejar hacer”, que una acción propia en esa dirección-, ha jugado en la escena mundial las antipatías que en amplios sectores de opinión despierta.

Sobre todo aquellos grupos que se destacan por su permanente movilización avivan su populismo neofascista, a lo que se agregan las simpatías que todavía sigue estimulando la figura de Lula, a pesar de todos los escándalos que, independientemente del caso de los delitos por los que fue juzgado y condenado han tenido como protagonistas a personas de su entorno, circunstancia que Lula no pudo desconocer.

De cualquier manera no puede dejarse la oportunidad que hace que el tema desarrollado hasta aquí venga a ser un apropiado pretexto para que señalemos la hipocresía y la incoherencia que se hace presente en la postura de nosotros a todos los niveles, desde los gobernantes hasta el vecino de la esquina –todo ello con honrosas y sobre todo valorables y alentadoras excepciones- en temas como el cambio climático y la preservación del ecosistema.

Porque cuando en relación al cambio climático no se niega su existencia –es el caso por ejemplo de Trump, de Putin y el mismo Bolsonaro- se va muy poco más allá de declaraciones ampulosas pero ineficaces.

Mientras que los hombres de a pie no comprendemos cabalmente que avanzar en metas de este tipo exige que comencemos por atender a lo que nos rodea, a lo que no dejamos de contaminar de mil maneras.

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