Y si hacemos esta referencia, es como una manera de sumarnos al reclamo de las poblaciones turísticas de la costa del Uruguay, en estos tiempos que no son solo de pandemias, sino de gobernantes que cabe caracterizarlos por una obsesiva estrategia de posponer todo, pateando la pelota hacia adelante; no se terminan de decidir, acerca del cuándo -un ingrediente que siempre habla de postergación, según se ha visto, y posiblemente no pueda ser de otro modo- podrán llegar a nuestra comarca los turistas que se atrevan a hacerlo. Y que, en cuanto a los protocolos que se deberán respetar, en las vacaciones no se sabe siquiera si los mismos están, al menos en sus pautas generales, ya delineados.
Todo ello en la medida que en la materia que a todos los niveles los funcionarios estatales parecen estar participando del juego del “Gran Bonete” y da la impresión que al respecto se los escucha entrecruzarse los “¿yo señor?” y los “no, señor”. Algo que por otra parte es comprensible que así sea, dada la falta de certeza que los que arriben para disfrutar de nuestras playas, tengan verdadera conciencia que ellos son los principales responsables de su cuidado, y a la vez del cuidado de todos, igualmente importante.
Sobre todo, luego de poder ver a través de las distintas formas de anoticiarse que existen en la actualidad, el “amuchamiento” de comprovincianos nuestros en las playas de Villa Urquiza, en las proximidades de la ciudad de Paraná. Una demostración de la permanente tentación, a la vez generalmente consumada, de comportarnos como “nenes grandes”. Con el agravante que con respecto a ellos, las fuerzas de seguridad deben cumplir el papel de niñeros o niñeras, sin estar lo suficientemente preparados para hacerlo.
De cualquier manera, solo resta mantener la esperanza que en nuestro caso, Godot muestre su cara…