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¿Hacia una recesión de proporciones bíblicas?
¿Hacia una recesión de proporciones bíblicas?
¿Hacia una recesión de proporciones bíblicas?
No falta mucho para que lo que era considerado un buen manejo de la emergencia sea visto como un grave error de manejo

Esta quisiera ser una nota optimista. Una nota que exaltara la primacía del sentido común por sobre el miedo político, se privilegiara la razonabilidad en la búsqueda de soluciones por sobre la intransigencia académica y se buscaran soluciones para ayudar a quienes tienen la posibilidad de crear o conservar puestos de trabajo por sobre el diseño de métodos intricados que tardan mucho en llegar a destino.

Esta quisiera ser una nota optimista, que relatara con alegría cómo el presidente Fernández, cansado ya de premoniciones erróneas, diera por terminada la cuarentena, sugiriera a la población mantener conductas cuidadosas en materia de distanciamiento social, aislamiento e higiene personal, pero a la vez invitara a las fábricas a volver a producir, a los comerciantes a reabrir sus locales, a los restaurantes a volver a recibir comensales con las restricciones pertinentes y a las personas que ocupadas en diversos oficios a volver a ofrecerlos, mientras que permitiera a la población de riesgo permanecer en sus hogares sin que sus empleos pudieran correr peligro a causa de ello.

Tomaría esta decisión con base en la evidencia científica irrefutable: al cabo de 60 días, hay 4428 contagiados (el 0,01% de la población), 220 muertes (el 0,0005% de los argentinos) y, aunque se han duplicado los testeos diarios, crece apenas marginalmente la cantidad de casos diarios y tenemos menos del 2% de las camas de terapia intensiva ocupadas por pacientes con Covid-19 y, al ritmo actual de ocupación (3 camas en los últimos 10 días), necesitaríamos cuatro años de contagios para ocupar todas las camas disponibles. Y lo haría sobre la base de la evidencia que ofrecen otros países en los cuales la enfermedad (¿cabe llamar pandemia a una enfermedad que contagió al 0,04% de la población mundial y mató a 0,003% de ella?) comenzó antes y, más allá de la repercusión mediática, no diezmó poblaciones en ningún lugar.

Esta quisiera ser una nota optimista, que celebrara la flexibilidad del ministro Guzmán para abandonar su obstinación, actuando en pro de los más conveniente para el país y comenzando a negociar en serio con los acreedores externos en busca de un acuerdo que a todas luces es imprescindible para evitar sumar un tiro de gracia a los daños ya irreparables provocados por la cuarentena.

Un acuerdo que no nos pondría en una posición genuflexa, sino firme pero sensata para negociar. Un acuerdo le permitiría, a la vez, impulsar el acceso al financiamiento interno, que ahora pretende forzar con medidas heterodoxas para dirigir el crédito bancario y los ahorros del sector privado, provocando escozor y desconfianza en ahorristas y depositantes, que temen ver evaporados sus ahorros si invierten en los títulos del país o si imponen depósitos en pesos que se emiten a mansalva.

Esta quisiera ser una nota optimista, que elogiara la prontitud de reflejos del Gobierno para atender las angustias de los pequeños y grandes empresarios y de sus empleados, de los monotributistas y de otros argentinos que el propio Gobierno mantiene alejados de sus puestos de trabajo. Esa nota reconocería que la respuesta oficial no terminó con el auxilio a las urgentes necesidades de los más carenciados (¿estarán entre ellos los empleados del Congreso, que nunca perdieron sus salarios y, sin embargo, ahora reciben un aumento por decreto?), sino que buscó dar soluciones sencillas a problemas evidentes. Permitiendo que quien no pueda trabajar no deba pagar impuestos hasta que regrese a la actividad. ¿No sería más directo que forzarlo a llenar formularios para pedir un crédito que no sabe si podrá devolver?

Esta quisiera ser una nota optimista. Pero no lo es. Fernández se enamoró de la cuarentena y ya no sabe cómo salir de la trampa en que se metió. Porque los problemas políticos, económicos y sociales, son reales aunque la cuarentena venga demorando su estallido. Lo esperan a la salida.

Esta quisiera ser una nota optimista. Pero no lo es. Martín Guzmán no habla con los acreedores, y éstos ya no quieren hablar con él. Su invitación a videoconferencias fue rechazada por muchos bonistas. El desaire representa un mal augurio para la resolución del asunto. Pero Guzmán sigue en la suya. El próximo martes dará una entrevista a Jeffrey Sachs, organizada por la Universidad de Columbia. Sachs acaba de felicitar a Guzmán por su oferta y, desde la comodidad de su despacho universitario, invita al default que ni para él ni para Guzmán tiene costo alguno.

Esta quisiera ser una nota optimista. Pero no lo es. El Gobierno no supo evitar lo inevitable: una recesión que será de proporciones bíblicas. La cuarentena puso a miles de empresas al borde de la quiebra y a cientos de miles de puestos de trabajo en riesgo para defendernos de un virus para el cual nuestra probabilidad de supervivencia es de 99,99%. Y, aunque le encante meterse donde no lo llaman, a estas empresas y trabajadores los ha dejado a la deriva.

Esta quisiera ser una nota optimista. Pero no lo es.
Fuente: El Entre Ríos

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