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¿De qué lado estás? ¿De qué equipo sos? ¿A quién votás? A quién defendés? ¿En qué vereda te parás? Son preguntas que se repiten todo el tiempo. Siempre de un lado o del otro, futbolizando -si es que existe la expresión- lo cotidiano. Llevando el código del tablón a la vida, alimentando la rivalidad absurda de patear cada uno para un lado. Todos lo hacemos, nadie queda exento de ello.

En frente a veces hay un arco de fútbol o simplemente un país que todos los días se fragmenta un poco más, mientras los que deben velar por nuestros intereses miran para otro lado y se refugian en su circulo íntimo de Poder.

Los recientes linchamientos que se llevaron a cabo en diferentes localidades argentinas ya son una moda cruel, sanguinaria. Pagar con la misma moneda, darle al delincuente lo que nos da a nosotros. Hacer justicia por mano propia y de la peor manera.

Las imágenes se repiten una y otra vez y circulan por televisión, Youtube, Facebook o Twitter. Son una radiografía de una Argentina herida, cruda, con las tripas afuera. Su causa es una sola: un Estado ausente.

El hecho está a la vista. Mientras el país se desangra a golpes, droga y tiros, el gobierno continúa bajando la persiana americana y refugiándose -cada vez más- en su relato. Las cadenas nacionales ahora se hacen con gabinete al lado, se presenta un nuevo billete en alusión a Malvinas y afuera sigue todo igual.

Inflación, inseguridad y desigualdad social son los condimentos con los que se cocina el guiso. Ya no interesa de que lado se está políticamente. Acá el tema nos toca a todos por igual porque salir a la calle ya es una travesía que suma experiencias negativas, producto de la desidia, la impunidad y la falta de un Estado que controle y nos cuide a todos, sin entrar en sectarismos sociales absurdos y fragmentarios.

La pantalla chica se divide en dos, depende de qué versión desees consumir. Si coincidís con la opinión del gobierno, podrás optar por canales que sólo dedican su tiempo a hacer prensa gacetillera y aduladora de los actos oficialistas. Si estás en la vereda de enfrente, hay otros medios listos para mostrar sangre y violencia, repitiéndonos que la calle es más o menos similar a Bagdad.

Lo cierto es que nadie coopera como se debe. Ni los medios, ni la gente y mucho menos el gobierno, el gran responsable de velar por los derechos de los 44 millones de argentinos. Antes, es preferible mirar para otro lado y echar culpas al vecino de enfrente, como si esto fuera un partido de tenis donde se intenta que la pelota quede en el campo contrario.

En consecuencia, mientras comemos alfajores fantoche o hacemos misa de domingo en cada cadena nacional, familias enteras quedan despedazadas desde lo más profundo de su ser, lamentando la pérdida de un familiar a raíz de la impunidad que les da a algunos la oportunidad de expropiarse de las cosas del otro o de su vida misma.

No es mi objetivo hacer bandera de la moralina aburrida y sin sentido, sólo intento abrir el juego y mirar las cosas desde otro ángulo. Esto no es fútbol y la verdad es que el problema sigue sin ser abarcado desde su raíz; sólo nos debatimos de qué lado elegimos estar, bien fragmentados, divididos y manipulados.

No tengo dudas de que es el Estado y sus instituciones, en crisis desde hace tiempo, quienes deben hacerse responsables de lo que nos pasa. Pareciera ser que estamos inmersos en un juego perverso, donde los ciudadanos somos marionetas de alguien más, sirviendo a la causa de un ajeno. Pero también creo que mucho tenemos que ver nosotros, con actitudes que revalidan lo que criticamos y queremos cambiar como sociedad.

Estamos inmersos en un mar de dudas, indignación e impotencia. Por eso creo que es hora de unificar las piezas y generar los espacios de un debate serio y con su correlato en la acción medida en el corto y largo plazo, convocando a todos los actores sociales, más allá de la coyuntura.

Hay que hacerse cargo de lo que nos sucede. Basta de demagogia de gestión. Basta de decir que se hace cuando no es así. Basta de alentar la idea de que la violencia se paga con violencia. Basta de segmentar, sectorizar y fragmentar. Basta de mirar para otro lado.

Hay que ocupar el rol que nos toca. Los gobernantes en su función de gobernar, los diputados y senadores en su función de legislar; los jueces en su función de impartir justicia; los ciudadanos en nuestra función de respetarnos unos a otros en base a nuestros derechos. Unos con más responsabilidades que otros debemos frenar la pelota y hacernos cargo de lo que nos pasa porque, en definitiva, así perdemos todos.

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