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Hace menos de un mes, el oficialismo maquinaba la maldad de suprimir las elecciones PASO, suponiendo que tal jugada representaría una zancadilla para la oposición, necesitada de tal instancia para dirimir sus candidatos para las elecciones generales de 2023.

Sin embargo, llegó el 17 de octubre en que la “lealtad dejó al desnudo las diferencias. Ahora, las PASO quizás ya no sean sólo necesarias en la oposición. La fractura del peronismo está a la vista de quien la quiera ver. El Presidente, el kirchnerismo y los gremios de izquierda, los movimientos sociales, los gobernadores, y el sindicalismo de los gordos organizaron sus propios eventos, separados entre sí. La Vicepresidente y el Ministro de Economía prefirieron esconderse.

Hay un latiguillo, aplicado a las empresas familiares, que reza que “la primera generación la funda, la segunda la expande y la tercera la funde”. En eso parece estar Máximo Kirchner, el sucesor de Néstor (primera generación) y Cristina (segunda), cuyo nervioso afán de protagonismo destila el nerviosismo de quien percibe cómo la fortuna (política) familiar se le escapa. Que su discurso se agota y la habilidad camaleónica de sus progenitores no le fue dada en herencia.

Máximo se abraza a los personajes más detestados por la sociedad; a quienes jamás lograron traducir su poder de movilización en votos. Va camino de desmantelar el núcleo duro de apoyo, que supo ser del 30%, y que ahora quizás sea del 20%. Máximo parece querer confinarlo al 5% histórico de la izquierda. Parece dispuesto a fundir la empresa (política) familiar.

El comunicado de prensa que el 17 de octubre pasado emitieron el kirchnerismo, Camioneros y la CTA durante el aquelarre de Plaza de Mayo se siente como una mala remake del Manifiesto Comunista de Marx y Engels. Claro que sin la prosa prodigiosa del original. Salió un mamarracho incomprensible, que mezcla la ley de medios con la nacionalización de la banca, la reforma judicial con un nuevo sistema impositivo, e insiste con la infantilidad de que, si hay una marcha de repudio, corresponde una absolución en las cortes (de la madre de Máximo, se entiende).

Es curioso el billar a varias bandas que juega el peronismo. Un billar en el que varios de los jugadores del equipo “Frente de Todos” fingen no ser parte de oficialismo. En el acto de Plaza de Mayo, Máximo Kirchner y Pablo Moyano fustigaron la política económica de Sergio Massa. Política que avanza a paso firme por senderos que lucían infranqueables, porque, como el Ministro hace saber a quien lo quiera escuchar, cuenta con el todopoderoso aval de la Vicepresidente. Lo cual pone moño a la pantomima de Máximo: fustiga lo que su propia madre, a quien dice representar y relanzar a la Presidencia, avala.

Más risueña (para no llorar) fue la demostración del Presidente durante su mini acto en Cañuelas: reclamó al Ministerio de Economía un mayor paquete social para contener el descontento de la CGT y las organizaciones sociales. En otras palabras, Fernández se quiso despegar de su propio gobierno. Debe tratarse de alguna jugada magistral, al margen de los conocimientos básicos de la gente de a pie.

En definitiva, el 17 de octubre prestó a la oposición un servicio invaluable: le permitió hacer silencio sobre sus propias diferencias, para dejar que, entre palabras necias y gesticulaciones exageradas, se desnudaran las ajenas.

¿Cuánto tiempo se puede sostener la farsa de simular ser oposición desde la Casa Rosada, mientras se avala un ajuste que se dice denostar? Para quienes viven mucho del discurso y poco de la sustancia, quizás el tiempo sea largo. Para quien está jugando su partido día a día en el trabajo, el negocio o la calle, la farsa es irritante. ¡Ay!, las terceras generaciones.

Con todo, la discusión del Presupuesto de 2023 sugiere que habrá que pasar de la declamación a la acción en los próximos días. ¿Estará el kirchnerismo dispuesto a votar el Presupuesto, diseñado según el programa del FMI, o se negará a hacerlo, como hizo con el acuerdo? Sabemos que, en política, mantenerse coherente en la incoherencia no es imposible. Con todo, habrá que estar atentos a la reacción de Massa ante un eventual quite de colaboración.

En el peronismo, el abanico de opciones para 2023 parece abierto como no lo ha estado desde 2003. Varios sienten que les llegó el momento.
El Presidente juega a ser su propio opositor y repite que quiere estar en la contienda. La Vicepresidente fustiga el ajuste y amenaza al Ministro, cuyas medida avala en secreto, a través de su hijo, que lidera el operativo clamor para “Cristina Presidente”. ¿Y el Ministro? También juega a ser candidato y cuenta con un as en la manga: su renuncia, que podría provocar un caos económico que los hunda a todos. Que la Vicepresidente apruebe el ajuste, aunque sea a regañadientes, parece reconocer el riesgo, aunque si la cuerda se tensa mucho, podría cambiar de parecer.

En fin, lo que parecía una jugada magistral, eliminar las PASO para jorobar a la oposición, de repente podría redundar en un golpe mortal para el oficialismo que, así como está, parece más encaminado hacia un 2023 con múltiples listas que a lograr conformar una lista de unidad.
Fuente: El Entre Ríos

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