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En el diario Clarín, edición del 23/04/2020, hay una breve nota dedicada a declaraciones de la señora Adriana Puiggrós, actual secretaria de Educación, referidas a la actual epidemia: "El coronavirus infectó a las sociedades humanas enfermas de neoliberalismo. La destrucción ambiental liberó el virus. El irrefrenable impulso de los dueños del capital produce una espiral que se retuerce engullendo a la sociedad". Lo llamativo de esta afirmación está en el hecho que el origen del virus parece haber sido China, ajena a toda política neoliberal, país muy comprometido en el origen de la pandemia, y la causa posible en una costumbre ancestral como es el consumir sopa de murciélagos.

No voy a defender las medidas agresivas contra el medioambiente por parte de los liberales, neos o no, pero los países socialistas no le van en zaga. De hecho el mayor emisor de CO2 es China a razón de 1064 kilotones, duplicando la emisión de los Estados Unidos que llega a 5,17 kilotones (un kilotón es una unidad de medida equivalente a 1000 toneladas). En cuanto a la emisión de metano los principales en orden decreciente son China, India, Rusia, Estados Unidos y Brasil pisándole los talones. La enfermedad no parece provocada por el neoliberalismo, sino por los valores errados de gran parte de la humanidad. Me parece que la señora secretaria está mal informada, lo que para un cargo como el suyo no deja de ser lamentable.

Siglos atrás se hubiera visto en la actual epidemia un castigo divino. La Biblia suministra variados ejemplos y advertencias. "La ira ha salido de parte del Señor, la plaga ha comenzado" (Números 16:46-48). En las plagas estaban mezclados los enjambres de enormes moscas, con ranas, saltamontes, langostas, codornices, serpientes ardientes, alternado con ríos de sangre, granizo, cenizas, y obscuridad total. O una particularmente desagradable: se pudrirá su carne estando ellos aún de pie, y se pudrirán los ojos en sus cuencas, y la lengua se pudrirá en la boca. Así será la plaga del caballo, del mulo, del camello, del asno y de todos los animales que haya en aquellos campos"(Zacarías 14: 12-15). Ya más civilizados, los animales que nos agreden son minúsculos o invisibles, si bien algunos como las langostas pueden estar regresando. ¿Se duda si el coronavirus ataca los perros, sería sensible el gato, pueden los árboles llegar a ser sus víctimas? Una señal era, en tiempos idos, la escarcha en los sicomoros.

En el libro de Samuel se cuenta que una vez el rey David decidió hacer un censo de los israelitas. Eso desagradó a Jehová (sabemos que es un Dios celoso), pero le concedió a David el perdón si elegía uno de estos tres castigos: "Un hambre de tres años para tu país, o que tengas que huir tres veces ante tu enemigo, o que haya tres días de peste en tu pueblo”. Con gran angustia, David dijo: “Echémonos en manos de Dios, porque grande es su misericordia, antes que caer en manos de los hombres” y eligió la peste. “Y en el tiempo de la siega del trigo, Jehová envió la peste desde la mañana y murieron 70 mil hombres del pueblo, hasta que el Señor se arrepintió y cesó la matanza". Entre nosotros, la misericordia de Jehová no parece tanta, o nos falta entendimiento.

¿El hecho que no veamos en esta tragedia un castigo se debe a que nuestra fe es más débil, o razonable o inexistente? El papa Francisco nos trajo el recuerdo de los apóstoles aturdidos de miedo durante la tormenta marina, mientras Jesús dormía. Al despertar, los amonestó: "¿Por qué tenéis miedo? ¿No tenéis fe?" (Marcos 4: 39-41). Miedo y fe... ¡tantas veces mezcladas! Pero Francisco nos urgió a reparar la injusticia económica y social que mina la salud de toda la humanidad, y nos alecciona a mirar la naturaleza. Como cualquier documental sobre la vida salvaje nos muestra, no es en la naturaleza en donde encontraremos lecciones de justicia. Ahí el fuerte y el grande se come al pequeño sin miramiento alguno y de ella surgen las terribles plagas que nos han asolado en el presente y en el pasado. Antes se nos decía que todo ese mal era fruto del pecado original, ahora, de las desigualdades económicas; ciertamente puede no haber incompatibilidad entre ambas. Muchos revolucionarios del pasado habrán sonreído escuchando estas afirmaciones del "hacedor de puentes", si estas llegan al más allá.

"Les infligiré justos castigos: la espada, el hambre, las bestias feroces y la peste" (Ezq. 14-21), todas conjugadas para la muerte, son los cuatro jinetes del apocalipsis. Dos de ellos ya cabalgan, y el del hambre, dicen que está pronto.
Fuente: El Entre Ríos

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