Atención

Esta imágen puede herir
su sensibilidad

Ver foto

Compartir imagen

Agrandar imagen
Producción de litio en la provincia de Salta
Producción de litio en la provincia de Salta
Producción de litio en la provincia de Salta
Argentina marcha a contramano de la historia. No es una frase tendiente a generar grietas, sino el mero resultado de una observación objetiva. Si “por sus frutos los conocerás”, salta a la vista que los frutos de estos dos siglos de historia argentina son bastante más mediocres que los de algunos de nuestros vecinos sudamericanos.

Es posible que la histórica inclinación de nuestros gobiernos por meterse en las cosas privadas, y la de ciudadanos y empresas por buscar amparo y protección en los gobiernos, no sea ajena a la mediocridad de los frutos. Quizás sea la abundancia de recursos naturales, esa que nos hizo creer que somos un país rico, y que permite sostener la mediocridad sin provocar estallidos, la que haya permitido que el paternalismo estatal fuera dominante.

El asunto es que el estado nunca pudo hacer mucho más que poner o sacar impuestos, o poner y sacar restricciones a la exportación de los productos agropecuarios, por cuanto la propiedad de esos recursos comprende a una multitud de productores. Más allá de afectar su rentabilidad, no logró alterar la propiedad de la producción, ni sus precios, estrechamente vinculados con los del mercado internacional.

Distinto es el caso de los recursos mineros o los hidrocarburos. Su propiedad es estatal; el sector privado explota concesiones durante un plazo determinado. Estrategias sectoriales nunca bien diseñadas, más el afán estatal por participar en la producción, hicieron que nuestra producción de hidrocarburos fuera menos fructífera que en nuestros países vecinos. La explotación de hidrocarburos creció mucho más en Brasil, y la minera en Chile, con quien compartimos el recurso andino.

No se trata de propiedad estatal o privada. No es una cuestión de ideología. Petrobras, en Brasil, y Codelco, en Chile, son estatales. Es, más bien, una cuestión de inteligencia estratégica, una cualidad que nuestros gobiernos no han demostrado tener.

Del valor de nuestros recursos y de la riqueza nacional que a partir de ellos podría crearse dan cuenta dos noticias recientes, aparentemente contradictorias, que involucran inversiones de capital chino en ellos.

Por un lado, se conoció hace poco más de un mes que Sinopec, una empresa petrolera estatal china, se retiraba de Argentina al vender sus activos a Compañía General de Combustibles por un precio no revelado. En 2011, Sinopec había adquirido estos activos a Occidental Petroleum, una petrolera privada estadounidense, por US$ 2450 millones. Al parecer, se retira a cambio de una fracción mínima de aquel precio.

Que los chinos se retiren de un negocio es una rareza y una mala señal. ¿Por qué lo hicieron? No se sabe a ciencia cierta, pero indicios hay varios. Por un lado, sus principales concesiones, en la provincia de Santa Cruz, vencen dentro de un año y se desconoce cómo venían las negociaciones para renovarlas. Por otro lado, los aprietes sindicales fueron tan fuertes y frecuentes que probablemente los hayan agotado. Por último, no hay dudas de que las regulaciones que fijaron precios arbitrarios hayan hecho de la explotación un mal negocio, que los llevó a subinvertir en los últimos años, y ahora a retirarse.

A la par que Sinopec se retiraba, otra empresa china, Ganfeng Lithium, anunciaba la adquisición de la compañía canadiense Millenial Lithium por US$ 353 millones. ¿En qué nos importa? En que el único activo relevante de Millenial es su proyecto de litio Pastos Grandes, en la provincia de Salta. Según el Estudio de Factibilidad de 2019, desarrollar el proyecto demandará una inversión de US$448 millones, que se suman al precio pagado, para empezar a producir en 2023.

Ganfeng ya tiene inversiones en litio en la provincia de Jujuy a través de Lithium Americas y de su subsidiaria Minera Exar, donde comenzará a producir en 2022. Antes, ya había anunciado otra inversión de US$ 580 millones en Salta, para consolidarse como el primer proyecto del mundo que se abastecerá únicamente con energía solar. En mayo de este año, Ganfeng había firmado un memorando de entendimiento con el ministro Kulfas y el gobernador jujeño Morales para instalar una fábrica de baterías de litio en la provincia norteña. Son indicios claros de que no todo está perdido en Argentina.

Parece ser que lidiar con Santa Cruz no es lo mismo que lidiar con Jujuy, incluso para los chinos. No deja de ser un detalle anecdótico, curioso, que la empresa que se retira sea estatal, y la que aumenta su exposición sea privada. Parece que hasta los chinos, ese ideal de gobierno de algunas mentes brillantes del Gobierno, son más capitalistas de lo que quieren ver.

El tema del litio debe ser seguido de cerca. Explotado en regiones remotas de provincias bastante relegadas, pasa bastante desapercibido para una parte grande de la población argentina. Pero tiene gran relevancia geopolítica. La carrera por reducir las emisiones de gases de efecto invernadero se ha convertido en una carrera por atraer inversiones en todo el mundo. Europa acaba de pasar nuevas normas para reducir la emisión de gases, incluido el adelantamiento en cinco años (de 2040 a 2035) del plazo para que el 100% de los autos tengan cero emisiones. Una noticia muy auspiciosa para la producción de litio, componente esencial de las baterías de los autos eléctricos. La consolidación de las inversiones financieras en empresas “verdes”, que crecen sin pausa en el mundo desarrollado, es muy beneficiosa para el sector. Argentina y Chile producen el 40% del litio a nivel mundial.

El potencial extractivo y de exportación (y generación de divisas) es grande, tanto en hidrocarburos como en minería, área en que el litio ha tomado la delantera. No pasa desapercibido para los grandes productores del globo, como Ganfeng. Ni tampoco para Carlos Heller y otros diputados filo-comunistas del Frente de Todos, que incuban un proyecto de nacionalización de la industria del litio. Hay que tener cuidado con aquellos que rompen todo lo que tocan.

El potencial de Vaca Muerta es grande, pero el tiempo es ahora. Autos eléctricos y petróleo parecen ir en direcciones opuestas. El timing es vital: no sabemos si en algunos años el petróleo perderá relevancia económica y geopolítica. Argentina no puede darse el lujo de permitir que los tiempos del litio se manejen tan mal como se manejan los tiempos de Vaca Muerta.
Fuente: El Entre Ríos

Enviá tu comentario