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La economía ha influido más de lo pensado sobre las encuestas

Los estrategas políticos del oficialismo repetían que el resultado de las elecciones nacionales de 2019 no sería determinado por factores vinculados con la economía sino por factores cualitativos: estilo de gestión, corrupción, etc. En otras palabras, por los factores que conforman la grieta.

Quizás por repetición, o quizás porque esa idea de grieta se metió en la cabeza incluso de aquellos cuyas posiciones no eran tan extremas, nos creímos el cuento durante un tiempo.

Sin embargo, cuando después de varios meses de calma el tipo de cambio comenzó a dispararse a mediados de febrero y siguió en alza hasta abril, la imagen del presidente Macri se desplomó y la teoría del voto cualitativo tambaleó. La recesión calaba hondo, las tarifas de servicios públicos subían y las negociaciones salariales aún no se habían cerrado.

Todos los factores del malhumor se producían en simultáneo y golpeaban al Gobierno, retroalimentando el mal humor. Las encuestas daban a Macri como perdedor en un balotaje contra Cristina Fernández, lo que generaba otra escalada del dólar, llevaba al riesgo-país a nuevos máximos y desplomaba las cotizaciones de las acciones.

El oficialismo pensó que el resultado de las elecciones nacionales no estaría determinado por la economía

Lo que cortó con aquel ciclo negativo en abril fue la lluvia de dólares. Entre la mejor cosecha de soja en 25 años, un nuevo desembolso del FMI y la nueva política cambiaria del Banco Central, que fijó las bandas de la zona de no intervención y comenzó a intervenir en el mercado de futuros de dólar, el ciclo alcista del tipo de cambio frenó. Y, con eso, se torcieron las previsiones agoreras respecto de la inflación, el nivel de actividad y, a su turno, la imagen del Gobierno.

Por sí sola, la estabilización cambiaria no sería capaz de fomentar una recuperación de la economía. Pero es condición necesaria para que otras variables funcionen. El Gobierno hizo su parte, poniendo pimienta donde más se necesitaba: en el consumo. Las negociaciones salariales se cerraron en casi todos los sectores con recuperación del salario real, hubo aumentos para los jubilados, se congelaron las tarifas de servicios públicos, se extendió el acuerdo de precios y se instrumentaron varios programas para vigorizar el consumo.

Los datos de producción industrial, comercio exterior, recaudación impositiva y otros dan señales claras de que la economía ha salido del fondo, aunque se mantiene en una zona de fragilidad. También parece haber sido desactivada la espiral de precios: los índices de inflación llevan tres meses en baja.

Estos factores económicos, que habían provocado malhumor, ahora comenzaron a traer un mayor relajamiento. No sorprende, entonces, que el Índice de Confianza en el Gobierno (ICG) de la Universidad Torcuato di Tella trepara 15% en junio y que las encuestas hayan vuelto a hablar de empate. El riesgo-país lleva dos meses de mejora y las acciones recuperaron el terreno que habían perdido.

Los vaivenes de Macri en las encuestas demuestran que no todos los argentinos están agrietados

El oficialismo supuso que el resultado de las elecciones nacionales no estaría determinado por la economía sino por cuestiones más de fondo; cuestiones en las que sólo se puede estar de un lado o del otro. Esa creencia demostró ser una simplificación exagerada. Los vaivenes de Macri en las encuestas demuestran que no todos los argentinos están tan agrietados y que, para quienes no lo están, la economía importa y provoca muchos cambios de humor. En apenas cuatro meses, la confianza en el Gobierno bajó y subió 15%.

Gran parte de la reciente recuperación provino de un mejor clima internacional – baja de las tasas de interés y debilitamiento del dólar. Es muy arduo predecir cómo responderán los inversores locales y extranjeros si el clima externo cambia. Y, por extensión, cómo variará la intención de votos en ese caso.

Lo que sin dudas cambió es que el Gobierno ya no deja todo librado a la grieta. Muchas de sus políticas recientes podrían haberlas aplicado sus opositores. Es que aunque no fuera parte del plan, la coyuntura económica y la imagen del Gobierno demostraron estar muy relacionadas. Ambas variables mejoran o empeoran juntas, realimentándose la una a la otra, en un círculo que fue vicioso y ahora parece ser virtuoso.

Las elecciones PASO han tomado gran trascendencia: representan la próxima gran encuesta, y el próximo gatillo político para la economía. Apenas falta un mes.
Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa