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“La liberación de las personas es algo ya estudiado y pensado, es una jugada. Piensen", mensaje de un usuario de Twitter reenviado porDelcy Rodríguez, presidenta de la asamblea nacional constituyente de Venezuela.

Cuarenta presos político, según lo declarado por el Gobierno Venezolano, fueron liberados en los últimos días en Venezuela. Una cifra que algunos aplauden, mientras otros la ven como una simple búsqueda de oxígeno frente a las presiones de la comunidad internacional por parte de un estado que necesita urgentemente una mano. Falta mucho aún, el miedo a no dejarse engañar es claro y necesario.

Entre los liberados, hay varias personalidades conocidas como el diputado Gilber Caro, detenido hace 17 meses a pesar de tener inmunidad parlamentaria; Raúl Emilio Baduel, hijo del general Baduel, también en prisión, y Alexander Tirado, condenados ambos a ocho años de cárcel por manifestarse con un altavoz; Wilmer Azuje, diputado regional por Barinas, cuyo principal delito fue denunciar la corrupción de la familia Chávez; y Daniel Ceballos, ex alcalde de San Cristóbal.

Lejos está de hablarse de la liberación de uno de los presos políticos más conocidos: Leopoldo López. Todavía bajo arresto domiciliario, el que fuera una de las cabezas de la oposición venezolana, sigue aún sin derecho a la libertad.

Pequeñas señales intenta dar el gobierno de Nicolás Maduro pero emergen en un contexto donde debería ser difícil que la presión internacional ceda. La cuestionada elección presidencial del 20 de mayo no borra su mancha simplemente con una demostración de predisposición al cambio.

Tampoco logra eliminar de la foto venezolana a una de las inflaciones más altas de todo el país, ni el éxodo diario de miles de venezolanas a través de sus diversas fronteras principalmente a Colombia y al resto del mundo. La represión política mucho menos aún deja de existir por la liberación de algunos.

¡Es necesario mucho más! Y aun cuando alguien podría alegar que por algo se empieza en determinadas circunstancias no se puede hacer concesiones. Mucho menos cuando parece estarse cediendo a presiones internacionales y no a una intención real de cambio.

Sin ir muy lejos, la semana pasada el secretario general de la OEA, Luis Almagro, envió a La Haya un informe para que investiguen delitos de lesa humanidad en Venezuela, señalando a su presidente como uno de los “autores intelectuales de la represión”. Igualmente, la Organización de Estados Americanos (OEA) ha propuesto expulsar al país, además de tratar la cuestión de la legitimidad de las elecciones presidenciales.

¿Qué ha cambiado entonces en el gobierno de esta nación? No es la presión de la OEA precisamente pero si la presión internacional en su conjunto la que está obligando que den algunas señales de buena fe. Aun cuando estas están lejos de ser suficientes.

Son muchas las medidas que hacen falta para que Venezuela deje de ser vista como una nación que parecería rehén de las fuerzas armadas y de su gobernador “electo”, Nicolas Maduro.

Liberar presos siempre será bien recibido pero no hay que olvidarse del resto. No, hasta que no esté todo, las aguas no se apaciguaran. Es por todos los venezolanos que sufren la represión, el exilio y el hambre que esto no puede suceder. Y ni hablar de los que han muerto o perdido todo en estos años. Por todos ellos, es necesaria mucho más. Sí, muchísimo más.
Fuente: El Entre Ríos (Edición Impresa)

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