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Archivo: Macri en el cumpleaños de Mirtha Legrand.
Archivo: Macri en el cumpleaños de Mirtha Legrand.
Archivo: Macri en el cumpleaños de Mirtha Legrand.
En el accionar del actual gobierno nacional se da, como no podía ser de otra manera, la existencia de aciertos y de errores. Afortunadamente hasta ahora los primeros son muchos más valorables por el hecho que la alternativa hubiera sido que rumbeáramos en dirección a Venezuela.

A la vez, a la hora de ocuparse de los errores, se hace necesario distinguir entre errores “provocados por acción u omisión” y no provocados. Cosa que para hacerla más sencilla, habría que aludir al ejemplo de un automóvil que se va a la banquina, un caso por imprudencia en el manejo de su conductor y en el otro por ser embestido por un vehículo cuyo control pierde un automovilista alcoholizado. Y que se aclara aún más, aludiendo a la diferencia de quien “mete la pata” sin que haya nadie que incida en ese error, y a quien le “hacen meter la pata” como consecuencia de la artimaña de un tercero.

En todos los casos es mayor el sentimiento que genera el error no provocado por la acción u omisión de un tercero, porque al desconsuelo se suma una gran dosis de rabia por la propia torpeza.

Es por eso que llama la atención la despreocupación con que el actual gobierno suele tomar los errores que comete “por cuenta propia”, circunstancia que provoca una sensación en la que se mezcla una impresión de ligereza en la forma en que se actúa, con el mérito que tiene el reconocer los errores cometidos.

Dejemos de lado un error persistente, como es que el presidente mantenga a su lado, sobre todo de una manera que le permite presentarse como “influyente” a una persona con la imagen pública que tiene -y no solo entre los no boquenses- Daniel Angelici, al que no se saca de encima el presidente, a pesar de los consejos -por otra parte generalmente acertados- que al respecto le da la política “Lilita” Carrió.

En cambio, en la ocasión queremos referirnos a lo que consideramos otro error no provocado, cual es la invitación que a una cena en la residencia presidencial de Olivos hizo a un número reducido de figuras reconocidas como influyentes en el mundo del espectáculo televisivo. Respecto a la cual lo único que viene a aligerar la carga de la reprobación que ese invite merece, es que no se hayan ni efectuado, ni difundido, fotografías del transcurso del encuentro.

Es que la seriedad de un gobierno se encuentra en una medida mucho mayor de lo que se supone, de la distancia que mantenga con todo lo que tenga tufillo de “farandulismo”, por más que se trata de los que en apariencia se muestran como los exponentes más serios de ese mundillo.

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