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Cuando leí el titular, hace unos días, recordé el cuadro del pintor uruguayo Juan Manuel Blanes, muchas veces reproducido entre nosotros y cuyo original está en el Uruguay. Una mujer yacente, sin vida dada su actitud, un niño de pocos meses junto al seno descubierto, se atisba el tórax de un hombre sobre un baúl, y tres hombres de pié enmarcados por la puerta. Son ellos un muchacho, quizá hijo de la pareja y dos señores de negro. El del medio, con manos apretadas, es el abogado Roque Pérez, a su lado descubriéndose, en lo que parece un conmovido saludo, el médico Adolfo Argerich, ambos acongojados ante esa escena. El cuadro data de 1871; tanto Roque Pérez como Adolfo Argerich morían esos días, Francisco Muñiz se le sumaría junto a otros.

¿Cómo era la Buenos Aires de esa época? Contaba con 195.000 habitantes, la potabilidad del agua era dudosa, no había cloacas ni manejo de residuos. La epidemia tuvo su foco en el barrio sur, 145.000 personas abandonaron la ciudad al igual que 100 médicos de los 160 que había registrados, 60 de ellos murieron al igual que 30 sacerdotes, 5 farmacéuticos y 22 integrantes de comisiones de voluntarios. Entre los que la abandonaron, figuran el entonces Presidente de la Nación, Domingo Faustino Sarmiento y su vice, Adolfo Alsina. El general Bartolomé Mitre permaneció en Buenos Aires, enfermo (el diario La Nación no dejó de publicarse un solo día).

Al comienzo hubo una gran incertidumbre sobre la causa de lo que parecía una tragedia (y lo fue). Se atribuyó al cólera que hubieran traído los soldados después de la guerra con el Paraguay, o a los inmigrantes que ya eran muchos y vivían en conventillos; se miraba con desconfianza a dos de ellos que eran propiedad de Pedro Esnaola. Fue Eduardo Wilde quien el 23 de febrero hizo el diagnóstico preciso de fiebre amarilla.

Alrededor de 535 muertes ocurrieron en un solo día, un total de 14.000 habitantes murieron, la mitad niños. No alcanzaron los coches ni las fosas. Entre los que ayudaron estaba el padre O´Gorman, hermano de Camila; entre los que murieron Lucio Mansilla, el de "La vuelta de Obligado" y supuesto traidor de Pancho Ramírez. Vale la pena recordar que en la guerra con el Paraguay, en la sangrienta batalla de Curupaití fallecieron 995 soldados y 12 médicos. Comparación que mide la magnitud de la epidemia.

La fiebre amarilla, originada en África, fue una enfermedad restringida en los países de origen que presentaban cierta resistencia a la enfermedad. Muchas veces se trata, como con el dengue, de una ligera gripe.

Una de las primeras epidemias registradas fue en Barbados en 1647, fue la causa del triunfo de la revolución en Haití en 1802, cuando mató a la mitad de las tropas francesas que llegaron a sofocarla. Filadelfia en 1793 (mató al 10% de la población) y Barcelona 1821, precedieron a la nuestra de 1871.

Diez años más tarde, en 1881, C Finlay descubrió al portador del aciago virus: el mosquito. En 1931 Max Theiler, de la Fundación Rockefeller, desarrolló una vacuna.

Y un recuerdo para lectores nostálgicos: el verdadero Robinson Crusoe-Alejandro Selkirk- murió víctima de ella, adquirida en la costa occidental de África en 1721. Un final que no imaginamos quienes leímos ese libro. Como nos cuesta imaginar que todo esto pasó aquí.

Nota: debo gran parte de esta información a Omar López Matos, de su artículo publicado en internet.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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