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Oí rezongar a una vieja. Dicho esto con todo respeto, con el mismo que de esa forma me dirijo cariñosamente a mi madre. Claro está, que en ese caso diciéndole “vieja querida”, que por otra parte es el trato que se merece. Oí rezongar a una vieja, repito. Porque ahora -decía- las “fiestas mayas” no son las de antes. Como pasa con los carnavales y los corsos -esta vez fui yo el que me dije- con los que pasa lo mismo, por más que algunos se vuelvan calco de los brasileños y a otros les quede grande el mote de “tradicionales”.

Fue en ese momento en que no pude menos que preguntarme, si hoy en día hay alguien que, aunque no sabe bien por donde viene la cosa, ha escuchado a otro o a otra mencionar las “fiestas mayas”.

Por mi parte, he escuchado decir que en las épocas de mis bisabuelos, por una de esas inexplicables casualidades, las fiestas mayas coincidían con la “semana de mayo”, o sea esos siete días seguidos, en los que en las escuelas se enseñaba y los chicos aprendían de lo que había pasado en Buenos Aires en 1810 día por día. De lo que hoy queda poco y nada, más que la imagen de un cabildo y un montón de gente amontonada a su frente protegidos de paraguas.

¿Es que sabe bien alguien qué ocurrió allí y entonces el 22 de mayo y quiénes fueron los actores, y por qué habló Juan José Paso de la “hermana mayor” y sus deberes, y es capaz de mencionar de corrido los nombres de quienes fueron nombrados el 25 para formar el primer gobierno patrio?

Durante mucho tiempo, no solo en la escuela sino en las casas y en las calles, todo el mundo hablaba de esas cosas, se veían repetidas banderas en los frentes de las casas, y eran contados los que en su pecho y sobre el corazón, dejaban de mostrar una enorme escarapela.

¿Qué nos ha pasado desde ese entonces a este ahora? ¿Habrá algún despistado que, sin decirlo, opine que hemos renegado de la Patria? En ese caso que Dios le dé un tirón de orejas por ese amargo sentimiento con sonido a blasfemia.

Por mi parte, lo que opino es que las cosas no son así, que lo que pasa es que parecemos estar enojados con la Patria. Con mucha bronca. Un sentimiento enormemente equivocado que para lo único que sirve es para envenenar el alma.

Ya que en realidad lo que sucede es que da la impresión de que nos hemos olvidado de la Patria. De tanto mirarnos el ombligo y de rascarnos para adentro.

Y estoy seguro que las cosan van a volver a ser mejores, pero con mucho parecido a como fueron antes. Y volveremos a vivir como fiesta la Semana de Mayo.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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