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Nuestro viejo dilema “Civilización y barbarie” asomó una vez más, esta vez con la foto en que vemos al ministro de Salud de la Nación y un conjunto de admiradores, “celebrar” el protocolo sobre el aborto. Parecía la foto del final de un concurso de baile, una fiesta de la primavera con el veterano y sabio profesor y sus entusiastas alumnas.

El siglo pasado nos ha enseñado que una simple fotografía enseña mucho. Que puede ser un ícono de toda una época. Más allá de las razones que existen para defender el aborto, que existen lamentablemente, no debe soslayarse que se trata de un tema muy doloroso.

Una vida se pierde, en consecuencia no hay que celebrar, sí mucho que meditar. El ministro aduce que es un problema de salud pública, no político ni religioso. Pero no negará que algunos lo han hecho político, otros religioso, cuando por sobre todo quizás se trate principalmente de un problema moral. Y todo ese júbilo, es una afrenta a los que piensan distinto, totalmente innecesaria.

Una medida así, recalcando lo doloroso y serio del problema y prometiendo intensificar las acciones para evitar embarazos no deseados, hubiera sido una llaga más que deberíamos soportar como parte de la condición humana. Pero esas celebraciones y jubilosas adhesiones me trajeron el recuerdo de la Junta Militar celebrando el final de un partido del Mundial de Fútbol, aquel que preferiría no recordar, cuando detrás de tanta algarabía estaba la silenciosa masacre. Es cierto que en la foto reciente no tratan de esconder nada, su sinceridad es descarnada. Y que la soberbia debilita las mejores razones.

Por otra parte, no puedo menos que lamentar la actitud también silenciosa, a veces complaciente, de la Iglesia Católica ante los graves atropellos a la ética que cometieron gobernantes pasados y presentes.

En las tablas de la ley, si bien recuerdo, hay solo dos mandamientos principales, los dos primeros. Los que siguen son prohibiciones de igual valía: robar, mentir, matar, levantar falso testimonio no tienen jerarquía: son igualmente malos, porque la mentira o el robo traen también directa o indirectamente la muerte.

El aborto debe ser motivo de escándalo o gran pena para un cristiano, pero también lo es el enriquecimiento de los gobernantes en forma deshonesta, y ahí los feligreses se han quedado solos, esperando...; entre nosotros robar es también un problema de salud pública, político y moral. Es la vida entera la que debe ser limpia.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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