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Existen frases y diálogos que siempre se traen a colación, cuando la ocasión provoca el chispazo. Cansados estamos de escuchar, en tono de pulla rencorosa, la frase aquella de Eduardo Duhalde de que “los argentinos estamos condenados al éxito”. Todavía quedan memoriosos que recuerdan que, a pocos días de la asunción de Lorenzo Sigaut como ministro de Economía en la presidencia del general Viola, el sucesor de Videla; y ante una de las recurrentes huidas al dólar, de esas a las que parecemos estar condenados, se lo escuchó afirmar con igual acierto que Duhalde, que “el que apuesta al dólar pierde”, con las consecuencias consabidas.

En cuanto a diálogos, existe uno desde un primer intercambio atribuido a George Bernard Shaw, un polifacético escritor irlandés, con Isadora Duncan, una bailarina y coreógrafa estadounidense, la que según relata una crónica, una tarde de septiembre de 1927 decidió tomarse un respiro y dar un paseo en su Bugatti. Fue así como durante un paseo parisino “su largo chal rojo, se enredó en los radios de una de las ruedas posteriores del automóvil; Isadora no pudo liberarse del abrazo homicida y murió estrangulada”. En tanto, se cuenta de la existencia la propuesta de esta a Shaw de concebir juntos un hijo, con el argumento de que el potencial resultado de esa concepción sería un prodigio, si se tenía en cuenta la belleza de la madre y la inteligencia del padre. La negativa con la que el irlandés respondió a la propuesta se explicaba expresando su temor de que naciera con su fealdad reconocida y la inteligencia de la madre. Desde entonces, la anécdota continua viva, aunque se asiste a atribuirla a distintos hombres y mujeres que tienen esas contrastantes cualidades.

Por nuestra parte, no sabemos dónde ubicar el incalificable esperpento en que se tradujo el diálogo entre un periodista televisivo y un funcionario del ámbito del medio ambiente municipal de Colón, del que nos hemos ocupado en una pasada edición, y que gira en torno a la, por lo menos insólita, ubicación del Barrio San Francisco de Colón. El mismo no pudo seguramente ser escuchado primero y en su caso luego leído casi con espanto.

Algo que no era para menos, según resulta de la transcripción de parte de la entrevista, sobre la que ahora insistimos:

Periodista: -¿Cómo se entiende esto?

Funcionario: -Se ha postergado la obra del traslado de las piletas.

P.: -¿Por qué se hizo el barrio antes del traslado de las piletas?

F.: -Porque estaba pensado trasladarlas y por la necesidad habitacional que había. Son obras financiadas por Nación, que para el municipio no tenían costo. Eran los terrenos que estaban disponibles. Se están haciendo todos los pasos para el traslado de ambas cosas (por las piletas de oxidación y el basural).

P: -Pero mientras tanto la gente se enferma…

F.: -Sí, yo te entiendo. La gente ya sabía que esto era así.


P: -¿Vos vivirías acá? ¿Si tenés a tus hijos y vienen a jugar acá? (por el basural).

F.: -Es un barrio difícil, sí. Quizá yo a mi hijo no lo dejaría jugar acá.

De donde cabría reciclar el diálogo y resumirlo en lo que cabría considerarse como un claro punto de vista expresado del siguiente modo:

-Si la gente se enferma por venir a vivir a este barrio, no es cosa de la municipalidad, sino de la gente que ya sabía que esto era así, pero de cualquier manera vino a vivir aquí.

¿Un caso de “realismo mágico”? De ninguna manera, ya que mejor sería calificarlo de “realismo ingenuo o cínicamente siniestro”. Dándole al funcionario esa alternativa.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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