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Entre tantas cosas que parecen tirarnos para atrás, siempre es dable encontrar otras que alimentan la esperanza, en cuanto significan la apertura de nuevas perspectivas.

Fascinados como estamos en revolver la basura de lo peor de nuestro pasado, al mismo tiempo que excitados, tal cual nos vemos en nuestro presente. Y además empeñados en volverlo cada vez más encarajinado, ya que no les prestamos atención a las posibilidades de plasmar un futuro mejor para todos, la atención que merecen.

De allí que no es de extrañar que mientras “vemos pasar los trenes”, sin demostrar interés auténtico de subirnos a cualquiera de ellos, se hace presente nuestra gravísima dificultad en elaborar e implementar estrategias que nos permitan pegar el gran salto hacia adelante. Hasta suena a chiste el señalar como nota positiva el que hayamos dejado de pensar “en la canalización del río Bermejo” como un gran proyecto de envergadura nacional, luego de más de un siglo largo que estuvimos hablando del mismo.

No es por eso de extrañar que en lugar de elaborar o ejecutar una política energética coherente y a la vez de una eficiencia eficaz, nos empeñados en esa materia en un deambular errático, en el que las fallas y aun los escándalos han sido frecuentes, hasta que en la última administración asistiéramos a una verdadero acabose, musicalizada en forma triunfal.

Del relato contenido en un reciente informe periodístico elaborado en el viejo continente queda en claro que nuestro futuro no reside en esa “lámpara de Aladino” que vemos en Vaca Muerta - un enorme yacimiento de petróleo y sobre todo gas, cuya importancia no cabe minimizar- ni tampoco la construcción de nuevas represas como aquellas que están en sus inicios en territorio santacruceño, si se tiene en cuenta que Costa Rica ha desistido de encarar un importante proyecto hidroeléctrico ante la situación verdaderamente revolucionaria que se ha producido en el campo de las fuentes de energía renovables en los últimos tiempos.

Es así como en dicho informe se comienza por señalar que Latinoamérica lleva décadas teniendo una matriz eléctrica más verde que el resto del mundo, pero, hasta ahora, esto había sido así única y exclusivamente por el auge de las centrales hidroeléctricas, sobre todo en Brasil, donde el 70% de la electricidad que consume procede de saltos de agua.

Se continúa advirtiendo que la mala noticia hoy es que la hidroeléctrica, que propició esa primera revolución renovable, no atraviesa sus mejores días: su impacto ambiental y los episodios de sequía severa —que no harán sino incrementar su decadencia y potencia con el calentamiento global—, han puesto en tela de juicio su capacidad de crecimiento.

Es así como los molinos eólicos y paneles fotovoltaicos han pasado, en pocos años –se explica- de ser una rareza en los paisajes de la región a no llamar la atención a medida que ganaban, poco a poco, peso en el mix.

Las cifras son todavía modestas, pero no dejan de aumentar: en la última década la capacidad instalada ha crecido un 8%, por encima de la media global, y la inversión se ha disparado hasta los 54.000 millones de dólares en los tres últimos años.
Y, lo que es más importante, se dispone de un potencial sin límites, más que suficiente como para convertir a la región en la nueva meca renovable a escala mundial.

Luego de ponerse de relieve que Chile y Uruguay ganaron la carrera de las renovables a Argentina, se advierte que nuestro país ha emprendido ahora un acelerado proceso de inversiones para recuperar el terreno perdido. Si la apuesta por las renovables fue una cuestión de supervivencia para Chile y Uruguay, Argentina siempre consideró a las energías limpias como un camino alternativo hacia el autoabastecimiento.

En nuestro país solo entre el 2% y el 3% de la energía eléctrica que se consume procede de fuentes renovables, pero la meta ambiciosa fijada por el actual gobierno es que trepe al 25 % para el 2025, algo que no aparece como imposible de lograr si se tiene en cuenta la cantidad de inversiones ya efectuadas en la materia, y las proyectadas, a las que le han pegado un fuerte envión las negociaciones paralelas a la reunión del G 20 en Buenos Aires.

En un lenguaje casi poético, en el informe se hace referencia al hecho que en nuestros recursos naturales sobran: viento constante en la Patagonia y sol abrasador en el norte.

En los últimos 12 meses, la generación renovable creció un 35% sin que el desarrollo de Vaca Muerta, una verdadera aspiradora de inversiones, supusiese, al menos por ahora, un límite. Algo explicable ya que se trata de dos líneas de acción complementarias, ya que de ninguna manera se presentan como excluyentes.

Claro está que existe una circunstancia que abre un interrogante, y en la que todos los analistas internacionales coinciden: “la Argentina tiene que volver a ser un país confiable para el mercado internacional. Si no, será difícil acceder al financiamiento y como mínimo todo será más caro y dificultoso".

Quiere ello decir que transitemos por el camino que sea, siempre en algún momento siempre se hace presente la misma piedra. El hecho que con nuestros comportamientos damos la impresión de que no solo no somos un país de maneras vandálicas sino que, para colmo de males, provocamos una persistente desconfianza, no solo por la temeraria irresponsabilidad de que algunas veces damos muestra, sino por una manera de razonar en la que parece estar dados vuelta los criterios, en los que el sentido común, la sensatez y la prudencia se hacen presentes.

Escrito lo cual, todas las palabras sobran.

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