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Para el mercado financiero, siempre proclive a la superstición, la foto de Milei en la tapa de la revista Time podría no marcar el comienzo de una era de prosperidad, sino el comienzo del fin de la suba que vienen gozando los bonos y acciones del país. Veteranos del mercado aún recuerdan una famosa tapa de la revista The Economist, del año 2009, que celebraba el despegue del país vecino. Esa tapa coincidió con los valores máximos, en dólares, de las acciones brasileñas, que acumulan 15 años sin siquiera aproximarse a aquellos valores.

La superstición no es exclusiva del mercado financiero. Las formas con que se conducen la política y la economía del país dan pie para imaginar que también en la administración abundan los fetiches. El Presidente tiene fe ciega en las que llama fuerzas del cielo. Esas fuerzas son la razón por la cual la luna de miel del Presidente con la ciudadanía parecería no resquebrajarse. Gracias a ellas puede hacerles frente a las mucho más numerosas fuerzas terrenales de la casta.

Una segunda luna de miel, la del Presidente y el Ministro de Economía con el mercado financiero, también parece continuar, aunque esta semana tuvo un severo tropiezo. El que parecía un camino sin baches hacia mayores cotizaciones de bonos y acciones, y hacia la estabilidad del dólar, enfrentó un freno inesperado.

Ambas lunas de miel, con contrapartes distintas, están unidas por una sutil conexión. La popularidad presidencial está sostenida por la esperanza de un futuro mejor. Y esa esperanza, por su parte, se sostiene, o al menos el Gobierno permite que eso piensa, en indicadores tan simples como la caída de la inflación mes a mes, y la estabilidad del dólar. Indicadores cuya importancia política los ha elevado a la categoría de fetiches.

Sin embargo, la importancia terrenal de estos indicadores, y de la popularidad presidencial, no permite encomendar estos indicadores a las fuerzas del cielo, lo que sería propio del discurso libertario, sino que se los ayuda con vicios bien terrenales. El salto del dólar paralelo gatilló respuestas que contuvieron dosis variadas del más puro massismo: sospechas de que hubo ventas de manos amigas, rumores de cambio en el blend 80-20 para la liquidación de exportaciones (a 70-30), presión sobre los bancos para que aumenten la tasa que ofrecen por depósitos a plazo fijo. El relajamiento del cepo quedó postergado. Si está mal cuando lo hacen otros, también está mal ahora. Al mismo tiempo, la necesidad que debería ser económica, pero que hoy es predominantemente política, de que baje la inflación, derivó en la suspensión de ajustes acordados sólo un mes atrás para el sector energético, que a la vez había sufrido la extorsión de Hacienda para aceptar cobrar más o menos la mitad de lo que el Tesoro le debía. Si está mal cuando lo hacen otros, también está mal ahora.

Las contradicciones entre discurso y medidas reales son toleradas en tanto la esperanza de mejoras exista. Esta semana, esa esperanza sufrió un traspié. Para el mercado financiero, la falta de avances con la Ley Bases fue una señal de alerta para que una suba feliz se truncara. No es un detalle menor: la sostenibilidad de la deuda argentina depende de que los bonos suban hasta un valor en que pueden ser canjeados por nuevos bonos. Si siguen bajando, el dólar no quedará indemne, ni el IPC, ni la popularidad presidencial.

La herencia recibida en diciembre era una bomba de tiempo. El gobierno logró desactivarla y ganarse la confianza popular y del mercado. Ambos toleraron las contradicciones entre discurso y método. Pero la tolerancia tiene un límite. En los próximos días veremos si el mercado considera que los fracasos parlamentarios son ese límite. El Gobierno parece haber tomado nota, y los cambios en el Gabinete parecen inminentes.

La tapa de Time coincide con el estancamiento de la Ley Bases en el Senado, con datos de actividad de marzo que nadie sabe si marcaron un piso o una tendencia, con la caída de precios de bonos y acciones, con la suba del dólar, y con este runrún en el Gabinete. Las fuerzas del cielo hicieron lo suyo. Quizás haya llegado la hora de conseguir otro tipo de resultados en la tierra.
Fuente: El Entre Ríos

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