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La reforma agraria propuesta por Juan Grabois llega tarde. En la Argentina ya hubo una reforma agraria, aunque nunca se la denominó como tal: se llama mercado.

Aunque en términos de marketing suene bien, no hay "reyes de la soja" o "reyes de la carne" que impidan el ingreso a nuevos participantes del negocio. Hay competencia y los actores están atomizados.

En el país es posible ser agricultor, ganadero o tambero sin ser dueño de un metro cuadrado de campo. Con un capital -supongamos 50 mil dólares- cualquier persona puede contactarse con el dueño de un campo y acordar, mediante un contrato de alquiler, un esquema de producción de soja.

Luego, puede buscar a un contratista para que se encargue de la siembra hasta la cosecha. Se calcula que en el país hay 11 mil contratistas que tienen a su cargo el 80% de la cosecha y el 70% de la siembra.

Las semillas, los agroquímicos y los fertilizantes, si quiere, los compra por canje: es decir, les pagará a las empresas que los venden una vez que se termine la cosecha, a los seis meses.

Pero, si desea ser más profesional, puede contratar empresas de monitoreo de cultivos que se encargan de avisarle si una plaga o una enfermedad está dañando la planta. Muchas de ellas ya usan inteligencia artificial para predecir posibles daños. Las AgTech, impulsadas por jóvenes sub 35, crecieron como hongos en los últimos tres años.

Cerca del momento de la cosecha, el agricultor sin tierra se contacta con un corredor de granos para que le aconseje una estrategia de venta. Los corredores se la pasan leyendo informes sobre si en Ucrania hay una sequía que afecta al trigo o los granjeros chinos que crían cerdos tienen problemas para cuidar a sus animales, por ejemplo. Esas noticias pueden determinar en cuestión de horas si baja o sube el precio del trigo, el maíz o la soja.

Ese agricultor sin tierra, si cree que el mejor negocio es venderla en el momento de cosechar, pacta con el transportista para que le lleve la mercadería al puerto o a una planta de procesamiento. En cambio, si le conviene esperar, se compra un silobolsa y almacena la soja en el campo para entregarla en el momento oportuno. Si quiere menos complicaciones, se busca a una empresa acopiadora que tiene silos propios.

Pero, si la agricultura no le gusta y prefiere la ganadería, también es posible ingresar en ella. Puede asociarse con un ganadero y le compra vacas para aumentar el plantel de animales. Pactan un porcentaje de los gastos y de las ventas que le corresponden a cada uno.

Ese ganadero es el que se encarga de que las vacas, por métodos naturales o inseminación artificial, hagan parir terneros. Pasado el período del destete, puede elegir vender esos animales a otros ganaderos que los engordarán hasta llevarlos a un peso ideal para sacarle el mayor rendimiento posible en carne. Estos ganaderos pueden ser productores con campo propio, como los invernadores, o empresas de engorde a corral, llamados feedlot. También, si quiere, pueden engordar el ganado por su cuenta.

Hay más eslabones en la cadena productiva de la agroindustria. Para trabajar en ellos no hace falta tener contactos con la política para ganar licitaciones. Con un poco de iniciativa alcanza.
Fuente: La Nación - Cristian Mira

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