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El objetivo primario de esta columna es poner en discusión la importancia, trascendencia e impactos que produce una buena o mala calidad de gestión en cualquier tipo de organización, sea esta con o sin fines de lucro.

Nuestro planteo es poder transmitir la necesidad de entender y exigir a quienes conducen que deben responder por las funciones que asumen, dado que el bienestar de una sociedad está cada día más condicionado por el desempeño de las instituciones que dirigen, sean públicas o privadas.

Antes de la primera revolución industrial (1760-1840) las sociedades eran conducidas por muy pocas personas y las mismas eran designadas por derecho de nacimiento -la nobleza- o por medio de la vocación -la iglesia-.

En lo que hoy denominamos una sociedad organizada, dos siglos y medio más tarde, las funciones de conducción se han convertido en una profesión de masas y sin dudas la de mayor impacto en una sociedad moderna. Cada uno de nosotros, de un modo u otro, vive y depende del buen funcionamiento de las organizaciones/instituciones.

Si bien no existe un denominador común para determinar quiénes pueden o están en condiciones de gestionar bien, dado que cada individuo es único y lo que nos distingue justamente es nuestra individualidad, es necesario comprender a la conducción como una profesión y, en consecuencia, como toda profesión requiere de conocimientos, de experiencia, de principios, de herramientas, de tareas y de RESPONSABILIDAD.

Responsable es quien entiende y asume las consecuencias de hacer o dejar de hacer lo que promete. Descargar las culpas en otros es un acto irresponsable y demuestra absoluta incapacidad para desempeñar funciones de conducción. Inaceptable en una empresa privada.

La responsabilidad es un valor que permite al individuo reflexionar para orientar y evaluar sus acciones dentro del marco de la legalidad y de la decencia.

Dado que estamos próximos a un proceso electoral, me he permitido compartir algunos conceptos sobre Liderazgo y Conducción que nos faciliten reflexionar cuando elijamos a quienes en el futuro nos deban conducir.

El fanatismo por el Estado, el desprecio a la libertad individual y el sometimiento de la voluntad de las personas concentrando todos los poderes, es patrimonio de ideologías IRRESPONSABLES que destruyen a una sociedad sana o razonable.

Cuando era pequeño (más de 60 años pasaron), mi padre me decía con mucho orgullo que Argentina, además del buen nivel de educación, de la cantidad de fábricas instaladas, del bajo nivel de pobreza, del escaso desempleo, de una clase media creciente, era el Granero del Mundo.

Crecí orgullosamente con ese concepto de Granero del Mundo. Con el transcurso del tiempo y teniendo la oportunidad de conocer otros países y regiones del planeta, comencé a escuchar que muchos argentinos se creían el Ombligo del Mundo.

El primer principio de la gestión como profesión es la orientación a resultados y en ese sentido debo admitir que no somos el ombligo del mundo.

Algunos pocos ejemplos:

- Juntamente con Venezuela somos el país con mayor porcentaje de empleados públicos en Latinoamérica: 20%. La media en la región es 12 %.

- Como consecuencia de ese indicador, la carga impositiva es de las más altas, no solo en la región sino en el mundo.

- Índice de pobreza año 1970: 5,7%. Año 2021: 45%.

- Inversión extranjera directa. Argentina es el cuarto país en mayor reducción de inversiones en el planeta.

- Profesionales que se van del país, empresas que abandonan sus actividades, embajadas extranjeras que cierran, líneas aéreas que dejan de operar y así ¡¡¡tantos otros ejemplos…!!!

- NI SOMOS EL GRANERO DEL MUNDO Y MUCHO MENOS EL OMBLIGO DEL MUNDO

“La calidad de quienes nos conducen determina nuestro destino como país”
Fuente: El Entre Ríos

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