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La conferencia con el Ministro Bahillo
La conferencia con el Ministro Bahillo
La conferencia con el Ministro Bahillo
Cabe señalar que al ministro de Producción provincial Juan José Bahillo, un gualeguaychuense de larga trayectoria en política y funciones de gobierno, se lo ve muy activo. Cabría decir que desde la época en la cual José Mouliá, desde un primer acompañamiento a Jorge Busti, en un cargo similar, y que de allí en más fuera un impulsor de la economía regional que acompaña a gobernadores e intendentes de otros signos políticos y que tampoco eran concordienses como él -tal el caso del gobernador Sergio Montiel y del intendente Varisco-, no se ha asistido a la presencia de un funcionario de esa jerarquía en ese ámbito, que diera motivo a una visualización mayor.

Y no deja de ser importante que ello ocurra, claro está, si eso viene acompañado de acciones concretas y no meramente publicitarias o de auto promoción, cuyos resultados sean a la vez palpables y eficaces, si se tiene en cuenta el estancamiento relativo del que da cuenta la economía provincial, dentro del concierto de las restantes del país.

No nos cansaremos de destacar la importancia económica que tuvo nuestra provincia en los tiempos preconstitucionales e inmediatamente subsiguientes bajo el impulso de Urquiza, y de allí en más presentes en unas cifras estadísticas, que tomamos por ciertas, dada la cantidad de veces que las hemos escuchado repetir7, las que daban cuenta de que en un momento dado ya lejano -si los tenemos por tal a los acaecidos un siglo atrás-, nuestro país aparecía como produciendo el 70 por ciento de la producción mundial de semillas de lino, y a su vez de nuestra provincia provenía el 70 por ciento de esa producción de la oleaginosa.

Han sido varias las explicaciones que hemos podido escuchar a lo largo de los años en relación a ese relativo estancamiento -teniendo presente que caminar mientras los demás trotan o corren, es una manera de quedarse atrás- en el que hemos ido transitando, y que tiene como prueba más contundente el hecho que la nuestra se ha convertido en “tierra de emigrantes”.

Correspondería hacer aquí una aclaración referida al hecho que no contamos con cifras, que nos permitan señalar hasta qué punto puede incidir para atenuar esa sangría demográfica la radicación de familias en su mayoría que llegan del conurbano capitalino, y que vienen a asentarse entre nosotros, para evitar dejar de ser potencial “carne de cañón”, para quienes “trabajan de ladrones y asesinos” en ese sector de nuestro país.

A la vez, a lo largo de los años hemos escuchado explicaciones sucesivas -todas ellas teóricamente razonables- acerca de esa casi endémica ralentización.

La primera de las cuales aludía al hecho que por presión de los altos mandos militares -por razones estratégicas- se había mantenido a nuestra provincia como una suerte de isla con pésimos caminos. Es que los planes estratégicos contemplaban que, ante una situación de conflicto armado con Brasil, partían de la base de dejar a Entre Ríos expuesta, luego del repliegue de nuestro ejército, allende el Paraná.

A esa primera explicación, al quedar la misma sin sustento ante la circunstancia de que los hechos avanzaron con fortuna en otra dirección, siguieron otras implícitas en las cuales se ponía el acento en las metas a alcanzar. “Sacar a los entrerrianos del barro”, fue una de esas consignas. “Dejar de ser una isla”, mediante la interconexión vial -mientras paralelamente nos despreocupábamos del transporte ferroviario y del naviero- fue la otra. A la que se agregó más adelante una que pasó casi desapercibida, a pesar de su trascendencia, cual fue lograr nuestra interconexión con la red de gasoductos nacional.

Los resultados de esos logros, no estuvieron a la altura de las expectativas. Es que por circunstancias que no vienen al caso enunciar, se olvidó la frase medular de un folleto en el que el exgobernador Eduardo Laurencena -uno de los pocos verdaderos estadistas coterráneos- publicara cuando el siglo anterior no había llegado todavía a la mitad, en la que el reclamo era: “Hay que salvar a nuestras industrias rurales”.

Algo que debería seguir siendo uno de nuestros mayores objetivos, con la única diferencia que ya no se trata de “salvar”, y ni si quiera de “reactivar”, sino de crear las condiciones para que ellas puedan “desarrollar” esa actividad productiva en las condiciones necesarias.

Es dentro de ese contexto que debe considerarse una noticia importante -más allá de un torpe y condenable reparo al que nos referiremos al final- la reciente reunión con casi un centenar y medio de participantes, que fuera convocada en forma conjunta por el Ministerio de Producción de Entre Ríos y la Comisión de Producción del Partido Justicialista.

La misma contó con la participación, aparte de los convocantes -según reza el comunicado oficial- de empresarios de los sectores agroalimentarios, representantes de entidades de productores, de profesionales y de productores, aunque no “del público en general”.

Se trató de una conferencia, la cual tenía como objetivo la información acerca de la potencial inversión china en el sector porcino de Argentina.

Al respecto, se precisó que “de concretarse estos proyectos de inversión, serán un acuerdo entre sectores empresarios privados de China y de Argentina”, remarcándose que “el gobierno provincial trabaja en conjunto con el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca -no sabemos si lo hace también en conjunto con esa comisión partidaria, aunque así tácitamente quedaría entendido- para darle un marco organizativo y lograr dimensionar un proyecto teórico que permita preparar un memorándum de entendimiento con China”.

Fue en un momento apenas posterior, cuando se tuvo la impresión de lo avanzadas que están las negociaciones inter-estaduales al respecto. Algo que ocurrió cuando se hizo referencia a la existencia de un “borrador del convenio de entendimiento” sobre el tema, el que ya habría sido elaborado por nuestro gobierno nacional, y el cual ya se encontraría -a tenor del mismo comunicado- en evaluación del Ministerio de Agricultura del país asiático.

Y en el que se contemplan muchos aspectos de los cuales desde el gobierno nacional tienen injerencia en el terreno de las inversiones extranjeras. Es así como en el mismo se prestaría atención, desde la óptica de nuestro gobierno, “a los intereses regionales, la tecnología de empresas nacionales, el bienestar y la sanidad animal y los aspectos ambientales”.

Indudablemente, cabe considerar a la noticia como, en principio, auspiciosa -aunque sabemos de resistencias y reparos de empresarios de ese ámbito, de los que lamentablemente no contamos información alguna, algo que hasta este momento no nos permite avanzar sobre el tema- ya que la opinión generalizada entre los analistas económicos locales, es que resulta impensable en la actualidad, dadas las circunstancias de todo tipo existentes y por todos conocidas, que lleguen inversiones extranjeras de otro origen que el chino, a nuestro país.

A lo que cabría agregar que, independientemente del hecho que consideramos que toda inversión -que no sea la de la llegada de “dólares golondrinas”- debe considerarse -atendiendo al cumplimiento de recaudos objetivos razonables- como positiva, partimos de la base que ningún “entendimiento” en la materia puede ser peor y menos explicable, que el inoportunamente celebrado precisamente con China, y que le permitió a esta, la instalación de una “base” en territorio neuquino.

Yendo más allá de la temática desarrollada, no podemos dejar de poner de manifiesto el disgusto que nos ha provocado que la reunión aludida, como lo indicáramos, fuera convocada por el gobierno entrerriano en forma conjunta con una comisión del partido oficialista.

Se trata de algo que comienza por llamarnos la atención, porque al gobernador Bordet, dada su prolijidad característica, no lo podemos considerar como apoyando este tipo de comportamientos.

Pero, de cualquier forma lo que se debe remarcar, es la preocupación que provoca un confuso maridaje entre gobierno y el partido del poder, al que de una manera que da la impresión de ser institucional, parece abrírsele las puertas para la posibilidad de que aquí también se dé un “gobierno en dúo”; aunque en este caso sea el del gobierno propiamente dicho, que es el de todos los entrerrianos, al que se suma, como cogobierno, el justicialismo, esta vez de una manera inorgánica, desde de una perspectiva institucional.

Una sorprendente muestra de lo que suponemos es ocasional falta de “cintura política” por parte del ministro, que hubiera podido fácilmente evitarla dando participación a los partidos y coaliciones que integran la oposición legislativa, o prescindir de toda injerencia partidaria.

Una manera de ver cómo se debió haber planteado la cuestión que consideramos la adecuada, a pesar de que no faltarán quienes puedan interpretarla como una inexplicable ingenuidad.

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