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Nadie puede dudar que el oficialismo recibió en nuestra provincia, en los recientes comicios, aquello que en el lenguaje popular se considera no otra cosa que una “verdadera paliza”, dada la contudencia de la derrota. Derrota que se hace notoria por la diferencia de votos que separó a esa peculiar coalición –ya que de mirar las cosas como corresponde no lo es en realidad por su conformación y estructura- la que resultó de una manera casi apabullante como vencedora.

Para graficar la circunstancia señalada, hasta podría decirse que, de una manera menguada y a la vez desteñida, el Departamento Feliciano vino a desempeñar el papel del Partido de La Matanza bonaerense. Si bien el arraigo del peronismo en nuestra provincia no puede estar en discusión en mérito a las circunstancias de nuestro pasado reciente, no hay que olvidar, en un realce objetivo de lo acontecido, que una de las características más valoradas de la república democrática, reside en que ella no solo es posible sino que se da en el terreno de los hechos de una manera saludable, la “alternacia” en el gobierno entre agrupaciones políticas diferentes.

En tanto, una de las incógnitas que queda abierta, es si Concordia seguirá siendo la “capital del peronismo entreriano”, de aquí en más, en forma paralela a ostentar otro nombre verdaderamente trágico, como es el ser mencionada como la “capital provincial de la pobreza”, ya que ello significa se producirá un reordenamiento de profundidad y efectos imprevisible en la distribución del poder dentro de esa fuerza politica. Mientras tanto, consideramos que sería un grave error -y hasta una verdadera injusticia- que hubiera quienes apunten a nuestro actual gobernador, marcándolo con el nombre de “mariscal de la derrota”, dado que durante el tiempo de su mandato – y nada hace pensar que las cosas serán distintas en adelante- ha sabido ganarse el respeto de la población de la provincia, por actuar de la misma manera con respecto a ella.

Ese es, y de ser como lo indicamos seguirá siendo su mayor galardón, que sirve a no dudarse para disimular errores y falencias que pudiera haber cometido- como indudablemente lo hizo. Errores y falencias de esas que son frecuentes aun en quienes son personalidades sobresalientes de los gobiernos tenidos en el mundo como los mejores conceptuados, y los que también se encuentran presentes en cada uno de nosotros, como resulta bueno destacar y reconocer. Habrá quienes pretendan reprochar su proceder mal entendido como ambiguo, frente a administraciones nacionales de distintos colores partidarios, cuando debe verse en esa relación dos caras diferentes que no son incompatibles entre sí, y menos aún inexplicables. Ya que en esos casos, la existencia de ese respeto que, como se ha visto, es un ingrediente valorable de su manera de actuar, a lo que se suma la situación de dependencia crónica, que en materia financiera se da entre el poder central y el de las provincias, un estado de cosas que llegará –y es de esperar que sea lo antes posible- por imperio de la misma Constitución Nacional habrá que modificar, vienen a decilo todo. De cualquier manera, sería de interés la posibilidad de calibrar la incidencia que han tenido en el comportamiento electoral los actos de corrupción cometidos por funcionarios, tanto del gobierno provincial como de las municipalidades, en los resultados comiciales.

Es que cabe recordar que por una fortuita coincidencia, se dio la circunstancia que el último proceso electoral se llevó a cabo- mientras transcurre el juicio que por la imputación de actos de corrupción, se sigue en estos momentos en Paraná al ex gobernador de la provincia y actual embajador de nuestro país en Israel Sergio Urribarri y un círculo estrecho de familiares y colaboradores suyos. Es que conocer la circunstancia aludida no es un dato menor, ya que un alto umbral de intolerancia por parte de la población, ante la supuesta autoría de hechos de este tipo en nuestra provincia, vendría a mostrar el alto nivel en la cultura ético- política de los entrerrianos, una aspiración cuya concreción ha sido siempre una aspiración nuestra, que nos hemos esmerado en acompañar.

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