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Hoy voy a hablar de cosas serias, una manera de decir por qué yo siempre hablo en serio, a pesar de mi verba enrevesada y de apariencia ligera. A decir verdad, con lo de cosas serias me quedo corto, porque voy a hablar de cosas puercas, pero bien puercas, que en mi opinión modesta, como todo en mi persona, tengo hoy por hoy como la más seria de todas las cuestiones.

Todo empezó cuando alguien me preguntó si Odebrecht era una “empresa” o un “caso”. Es que a mí son muchos los que me preguntan porque en realidad puedo responder de casi cualquier cosa, porque soy de esos, como me han sabido decir, que cuando no la ganan la empatan.

Creyendo que me quería hacer pisar el palito, después de rumiarlo un ratito, “las dos cosas” fue mi respuesta firme y clara. Aunque en seguida pensé que no había sido lo suficiente claro porque la respuesta sonaba, según tengo entendido a lo que algunos llaman enigmático, y entonces puse más claridad a lo que ya tenía por claro.

Y para no hacerle la cosa fácil al preguntón, porque Odebrecht había comenzado por ser una empresa, para después pasar a ser un caso, que está desesperada por volver a ser una empresa.

Mas clarito que el agua, siempre que sea clara, porque suele sucederme que de la canilla de mi casa no sale agua, algo que está claro sin ser agua, y otras cuando dejó de haber esa claridad que no era agua, que los burócratas llaman “restablecimiento del servicio”, la canilla se pone a toser agua sucia, hasta que otra vez la claridad vuelve a ser agua.

Fue entonces que expliqué que Odebrecht cuando era solo empresa fue una empresita brasileña que se volvió gigante y se convirtió en eso que llaman multinacional de la obra pública y de otros negocios del ramo, con negocios que muchas veces además eran “negociados” desparramados en todos los países del mundo, donde podía encontrar gobernantes bien dispuestos a trabajar en sociedad con la empresa, ellos y no el gobierno, ya que este aparecía y en eso se quedaba, a la hora de firmar los contratos, convenientes tanto para la empresa como para los funcionarios avisados.

Es entonces cuando a O… se le despertó la bestia, y la bestia se volvió negra o puerca como los chanchos, ya que según un viejo profesor de historia, “de izquierdas” como se decía antes, que todavía sobrevive gracias a una jubilación paupérrima, y no como los “progres” de hoy, como así les gusta que los llamen, mientras son pobres y hasta el momento en que han vuelto ricos, todas las multinacionales son bestias exploradoras, a la vez corruptas y corruptoras, que siendo siempre bestias, la corrupción las va convirtiendo en bestias negras y puercas.

La cosa es que todo funcionó muy aceitado, hasta que los yanquis metieron las narices, como siempre hacen cuando huelen a cualquiera que hace plata al contado -la manera que los evasores creen segura de evitar pagar impuestos-, inexplicable si se tiene en cuenta que mi profesor decía que Estados Unidos es la madre de las multinacionales.

Fue allí donde se pudrió todo, O… quedó sino quebrada al borde de la quiebra, y una gran ola como un tsunami cubrió la mayor parte del mundo dejando a muchos de esos funcionarios picarones entre el sofoco y el ahogo, además de la imagen de las rejas que les iluminó la cabeza.

Allí el preguntón, además de agradecerme por el tiempo que me había robado -dispensado y no robado, ¿no ven cómo la palabra robo se cuela en todas partes cuando se empieza a hablar de cosas puercas?- ya que su curiosidad se le había despertado cuando escuchó que en Perú esa empresa maldita, según se ha escuchado decir a Lula, había hecho una permuta al gobierno peruano según la cual se comprometía a pagar multas de más de 200 millones de dólares y a oficiar de alcahuete dándoles a conocer el nombre de todos los funcionarios que oficiaban de socios ocultos en esos contratos, a cambio de que la dejen seguir trabajando en ese país. Como se ve, los sinvergüenzas las más de las veces se salen con la suya…

En ese instante fui yo el que preguntó “¿y por casa, cómo andamos?”. Y de yapa les dejo una novedad: que O… se pronuncia “ódebrejt” y que uno de sus dueños se enoja si se los menciona de otro modo. Cosa que a mí me importa poco y nada, porque si los escucho mencionarlo me sale muy de adentro “la boca se te haga a un lado”.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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