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Me pregunté, más de una vez, acerca de por qué las mujeres son, en apariencia, en mayor número que los hombres, víctimas de acosos sexuales.

Y a renglón seguido, me hice otra pregunta: si el número de acosos en uno y otro caso no serían en realidad equivalentes. Y la explicación de esa aparente diferencia no estaría en que los casos de acoso a hombres resultaran no solo menos conocidos o al menos publicitados, sino sobre todo, en el hecho de que el hombre es más complaciente, y por lo mismo menos esquivo a sucumbir a este tipo de presiones, en las que ellos verían, más que nada, no otra cosa que tentadoras insinuaciones.

Ya que se ha dicho por alguien que no tenía, porque no las necesitaba, pretensiones de doctor que el don Juan de la literatura y de la vida es el menos hombre entre los hombres, dado que -claro está que no lo dice con estas palabras- “no le hace asco a nada”.

No parece ser eso lo que ocurre en la zona rural de un Estado ubicado en el norte de la India, donde según se afirma y se lo dice con comprobantes que resultarían fehacientes en la mano, que el año pasado se registraron 3.404 -sí, se leyó bien 3.404-casos de secuestros de hombres solteros con ninguna otra intención que la de forzarlos a casarse.

La explicación -ya que todo tiene explicación, y si no se la tiene se la busca y se la encuentra- estaría en la confluencia de dos causas: la cantidad de mujeres hijas de padres pobres, y que por consiguiente no tiene nada que ofrecer a un eventual pretendiente de ellas, las que por eso precisamente no los tienen; a lo que se suma la desproporción entre número abundante de mujeres que contrasta con la de hombres en edad de merecer.

Por aquí podemos estar tranquilos. Ya que por una parte es cada vez menor el número de los que se casan; y porque el emparejarse no es cuestión de dote, sino de haber sido por la naturaleza bien dotados.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

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